miércoles, 21 de noviembre de 2012

La brecha del Tiempo por Luis Vicente Miguelez





La brecha del Tiempo

La valoración de la experiencia está desapareciendo de nuestra cultura. Giorgio Agamben, en su libro “Infancia e historia” que precisamente lleva por subtitulo “Ensayo sobre la destrucción de la experiencia”, plantea que su ocaso constituye un rasgo característico de nuestra época.
“Actualmente ya nadie parece disponer de autoridad suficiente para garantizar una experiencia, y si dispone de ella ni siquiera es rozado por la idea de basar en una experiencia el fundamento de su propia autoridad, por el contrario lo que caracteriza al tiempo presente es que toda autoridad se funda en lo inexperimentable y nadie podría aceptar como valida una autoridad cuyo único título de legitimación fuese una experiencia. Y continúa Agamben diciendo más adelante “…la humanidad ha perdido la experiencia, lo cual no significa que hoy ya no existen experiencias pero estas se efectúan fuera del hombre.”
El psicoanálisis, por el contrario, recupera la experiencia para la vida y la coloca en el centro de su praxis.
La repetición rutinaria, la banalidad de lo cotidiano, destruye toda nueva experiencia. Efectivamente, como señalaba Agambem, esto no quiere decir que las experiencias no ocurran sino que no nos apropiamos de ellas y quedamos tomados por la monotonía de la reproducción de lo mismo o por la contracara de la misma moneda, la vorágine  de la persecución de lo novedoso.
La ciencia contemporánea ha contribuido también a dar por tierra con la experiencia como fundamento del conocer y, en el camino de la exaltación del conocimiento puro, la convierte en experimento. Transformada de la mano del pensamiento científico en experimento o en “caso”, deja de referirse a sujetos reales y pierde su carácter temporal y singular.
Ahora bien, aunque se la minimice, por menos crédito que el mundo contemporáneo le dé,  es condición inaugural de lo propiamente humano.
En tanto que el hombre no habla desde siempre, tiene que entrar en el lenguaje y debe, como bien indica Agamben,  hacer la experiencia esencial de apropiarse de la  lengua.
Cada vez que alguien dice yo pone al descubierto la escisión entre el lenguaje como provisión de signos, cúmulo semiótico y como habla. La posición constitutiva del ser humano no es tanto que  hable sino que no hable desde siempre, es decir, que deba introducirse en la lengua, apropiarse del habla, para lo cual tendrá que tomar la palabra que le viene inauguralmente del Otro[1], y hacerla propia. Deberá paradojalmente crear lo que le es dado[2], o en el sentido que da Freud a las palabras del poeta, deberá apropiarse de lo que ha heredado para hacerlo suyo.
Cada vez que se toma auténticamente la palabra, se produce un acontecimiento, un acto de enunciación, un pasaje donde el decir se abre paso entre lo dicho, verdadera experiencia realizadora de subjetividad.
En el análisis el paciente habla de lo que le sucede, de lo que anhela, de lo que padece, también su callar, si se está atento a ello, es un modo de decir. Es pertinente para el analista, hacerse la siguiente pregunta: desde qué lugar y desde qué tiempo el sujeto habla.
La interpretación psicoanalítica reconstruye en primer término las coordenadas de tiempo y espacio donde situar la enunciación. En ese sentido, la experiencia del psicoanálisis recobra memorias y convierte la secuencia transitoria del relato en un acontecer histórico.
La construcción en análisis es la interpretación que otorga nuevo lugar y provee de temporalidad a los acontecimientos fundamentales de la vida de un sujeto, posibilitando su implicación en los mismos.
La experiencia del análisis produce en la linealidad temporal y homogénea  que uniforma una vida, brechas, cortes que transforman al tiempo en algo pleno y real. Modifica la concepción habitual que se tiene de lo temporal, esto es, como cinta deslizante a la que se está montado y medida universal de lo que acontece. La brecha imprime en el tiempo otra consistencia, lo constituye como sitio, territorio posible en el cual un sujeto se puede reconocer en tanto sujeto de enunciación[3]: tiempo desde el que habla, tiempo apropiado. Propicia, entonces, la construcción de una verdadera temporalidad histórica.
Denomino a este hecho con el término  brecha para subrayar su naturaleza de ruptura, de irrupción sobre la linealidad y el continuum temporal. Brecha en tanto lugar donde puede habitar un sujeto.
Nietzsche expresa, en los términos de su pensar, que el superhombre es quien pueda hacer del así fue, un así lo quise. Elevarse por medio de la voluntad por encima de la corriente fugaz de los hechos: el pasado que no depende de nuestra decisión tiene sólo el efecto de vaciar de sentido al presente.  Si para la praxis psicoanalítica el pasado no queda clausurado por lo que ya fue, es porque hace de la historia el modo particular en que cada uno “decide” [4] tomar lugar.
Rememorar el pasado, entenderlo, conjeturar sobre el por qué de las cosas es seguramente una práctica de investigación y de conocimiento histórico, pero tiene escaso efecto de cura analítica. La apuesta que hace la práctica psicoanalítica es la de que no hay clausura de lo que ya fue, de lo que ha acontecido sino por el contrario concibe al pasado en tanto experiencia viva, donde el sujeto puede tomar aún lugar al decidir en consecuencia. Construir el pasado no es tanto recordar sino poder elegir una de las múltiples direcciones posibles que se habilitan en el momento en que el sujeto logra tomar nuevamente la palabra, y a su vez la contingencia de habitar un presente que no esté determinado absolutamente por lo que ya fue[5]. 
Sin embargo lo que vivenciamos cotidianamente es que el pasado acompaña como una sombra al presente, pero paradojalmente sin haber sido nunca a su vez actual. Esto es efecto de que la temporalidad subjetiva está condicionada por el anudamiento pulsional. Como consecuencia de que el objeto de la pulsión se recrea como perdido en cada nuevo hallazgo, viene a infiltrarse en nuestra representación temporal una especie de nostalgia por el pasado. La temporalidad que nos constituye se expresa bien en  dos concepciones freudianas: hallar el objeto es volver a encontrarlo, la realidad es lo pasible de ser reencontrado. 
La sensación subjetiva de pasado indefinido que acompaña al suceder actual responde  a esta lógica del reencuentro. El acontecimiento presente pareciera manifestarse acompañado de una forma de anterioridad, de lo que ya fue, aún sin haberlo sido.
Esta connotación del pasado sobre el presente la hallamos expresada en su forma extrema en el fenómeno de déjà vu. En éste el sujeto percibe que lo que está viviendo es idéntico a algo que ya ha vivido. Si bien no logra situarlo  temporalmente, es decir, no puede reconocer exactamente cuándo ocurrió,  tiene la certeza de que lo que está viviendo es la repetición de algo que ya pasó. El tiempo en el que se sitúa el fenómeno de déjà vu es el del pasado indefinido. Un sujeto dirá no sin cierta turbación “viví algo idéntico a esto”,  “esto me ocurrió antes pero no sé  cuando”.
La explicación que Henri Bergson da del fenómeno de déjà vu en un articulo que se titula “El recuerdo del presente y el falso reconocimiento” aporta elementos de sumo interés para el psicoanálisis. El título “recuerdo del presente” es de por sí un oxímoron, invita a reflexionar sobre una situación paradojal que se presenta respecto a la memoria.
Para Bergson el fenómeno de déjà vu  revelaría con la lente de aumento de una suerte de psicopatología de la vida cotidiana el funcionamiento de la percepción y de la memoria. Postula que la percepción y la memoria comparten con el fenómeno de déjà vu una condición fundamental que, sin embargo, permanece oculta a un análisis superficial del mismo: la inscripción del recuerdo coincidiría temporalmente con el momento de la percepción. Considera erróneo suponer que recién cuando lo percibido no ocupa nuestra percepción se lo retendría como recuerdo, portando entonces un índice de pasado. Por el contrario, propone que es en simultaneo con la percepción que se abren dos direcciones paralelas y conjuntas, una, la percepción actual propiamente dicha y otra la inscripción de lo percibido como recuerdo. Por lo tanto toda percepción porta en el mismo momento de registrarse el signo del pasado, de un pasado indefinido, de un “ha sido” que se inscribe en bajorrelieve como pasado general.
Todo momento de nuestra vida –manifiesta Bergson – ofrece, pues, dos aspectos: es actual y virtual, percepción de un lado y recuerdo de otro. Se escinde al mismo tiempo que se opone. Lo que se desdobla a cada instante en percepción y recuerdo es la totalidad de lo que vemos, oímos o experimentamos, todo lo que somos con todo lo que nos rodea”.
Retomando la noción freudiana de primera experiencia de satisfacción, nos encontramos a partir de esta lógica con que en ella se inscribe la idea de un tiempo anterior, no pudiendo afirmarse que ella  sea efectivamente la primera experiencia  a la cual las siguientes remiten, sino que con ella se registra un  ya ha sido de ella misma.
En concordancia con esto, a la primera experiencia de satisfacción no deberíamos entenderla como una medida inaugural para las subsiguientes, sino que, ella misma estaría marcada por una remisión a un pasado de sí misma - resultante de la inscripción simultánea de la experiencia como percepción y como recuerdo ­– y, por consiguiente, constituiría el punto de partida como un real ya perdido.
Bergson, en ese mismo artículo, presenta al futuro como un recuerdo del porvenir. Dice textualmente: “¿No anticipamos en cada momento algo del momento siguiente?” “Este instante que va a venir está ya invadido por el instante presente; el contenido del primero es inseparable del contenido del segundo, si el uno es a no dudarlo un recomenzar de mi pasado, ¿cómo el instante por llegar no lo seria igualmente?”
“Así me encuentro sin cesar, frente a lo que está a punto de llegar, en la actitud de una persona que reconocerá y que por consiguiente conoce. Como yo no puedo predecir lo que va a suceder, veo que no lo sé, pero preveo que voy a haberlo sabido, en el sentido de que lo reconoceré cuando lo perciba, colocándome – concluye Bergson -  en la extraña situación de una persona que siente conocer lo que sabe que ignora.”.
Si en el momento presente anticipo algo del futuro, éste adquiere la modalidad que tiene el presente. ¿Cuál es la modalidad que tiene el presente?, que se inscribe ya como recuerdo. Por consiguiente, una anticipación del porvenir se convierte en un recuerdo del futuro, se configura como futuro anterior.
El “lo habré sabido” remite al futuro de un pasado, como si ya se hubiese realizado ese futuro. El sujeto pareciera desdoblarse en un narrador que, situándose temporalmente en el futuro, cuenta algo que aún no le ha pasado al personaje pero que el narrador ya sabe que le pasó.
Coincidentemente, se considera que el fenómeno de déjà vu  es acompañado por una sensación de extrañamiento, por una vivencia de desdoblamiento del sujeto, como si fuera espectador de lo que está viviendo. También  durante su ocurrencia ciertas palabras familiares se le vuelven extrañas, y quien lo experimenta tiene la sensación de que fueron dichas con anterioridad, adquiriendo una connotación de rareza. Esta característica que acompaña al fenómeno da la pista que, a mi entender, permitirá ofrecer  una explicación al por qué de la concurrencia simultanea de la percepción y el recuerdo.
Es necesario evocar al respecto, que toda palabra tiene una función de uso y otra de mención. Se usa la palabra y al mismo tiempo se puede hacer mención de ella y referirla al código.
Uno puede estar usando una palabra y de pronto detenerse y ponerla entre comillas. Hacer una mención es ponerla en relación con el tesoro de la lengua, con la dimensión sincrónica del lenguaje.
Una palabra puede ser sacada de la dimensión de uso y pasar al de mención en una misma frase, pero si esto se da simultáneamente se produciría una situación parecida a la del recuerdo del presente.
En este sentido, ese antes no fechable que se genera en toda percepción, puesto a cielo abierto por el fenómeno de déjà vu, es efecto de la lengua preexistente en el habla. Es lo ya dicho como enunciado potencial de la lengua, es lo percibido que en tanto pasa por la grilla de la significación encuentra en la condición misma del lenguaje humano el hecho de que éste remite al “entonces” de la lengua. Habría, por consiguiente, una potencialidad que precede todo acto perceptivo.
Agamben definía la experiencia en general como la manera de hacer de ese entonces de la lengua un estado actual y propio: la experiencia como la manera particular en que alguien al tomar la palabra se inscribe en ese entonces que es la lengua.
Cualquier representación está acompañada pues, de un antes sin fecha, es el efecto nostálgico que se le adhiere. Proviene de la circunstancia de que la lengua anticipa lógicamente al habla. Como si viviéramos sin saberlo en un  déjà vu eterno, la sensación que nos produce es la de que no hay nada nuevo bajo el sol. Habitamos una reducida historia. No tan ajena a lo que los antropólogos, refiriéndose a los pueblos “primitivos”, han denominado sociedades frías, que mediante ritos transforman los acontecimientos en estructura eterna. Producimos historia en tanto haya lugar para nuevas experiencias, aquello que se resiste a que la vida se reduzca siempre a ser un recuerdo del presente.
La experiencia del análisis resiste ese efecto estructural de convertir instantáneamente lo nuevo y diferente en un ya ha sido, a disolver el decir en lo ya dicho. Si el presente queda reducido a lo que ya fue, si el futuro remite a un habrá sido, ya nada vale la pena, como diría Nietzsche. En un futuro establecido por ese devenir no hay lugar para el asombro.
Cuando la palabra refiere, siempre es remisión al pasado, pero también la palabra tiene efecto de realización, lo que los lingüistas denominan el aspecto performativo[6] del habla. El efecto realizativo o performativo que adquiere la palabra en la interpretación analítica impide el eterno retorno de lo mismo: inaugura una posibilidad para lo nuevo como apuesta, como asombro. El acto psicoanalítico da cabida a lo ignorado en la historia personal,  da lugar a una experiencia  que posibilita un movimiento diferente al déjà vu.  El dispositivo del psicoanálisis - dicho esto en términos generales- procura conformar un espacio donde se pueda jugar algo del orden de la decisión, de la palabra en su forma de enunciación realizativa.
No obstante, también se puede imaginar un análisis enfermante, que al pretender aferrarse a una determinación cerrada y reiterativa, un volver constantemente sobre lo que ya ha sido, no produciría ningún acto, no posibilitaría ningún corte, ninguna brecha en la reproducción de lo mismo.
El acto analítico eficaz, por el contrario, es el que consigue producir un corte en esa temporalidad inapelable, posibilitando la oportunidad de que el sujeto pueda, tal vez por primera vez, apropiarse de su experiencia.
Luis Vicente Miguelez
Capítulo 1° del libro Astillas en el tiempo, Editorial Letra Viva 2010

Referencias bibliográficas
 G. Agamben, Infancia e historia. Ensayo sobre la destrucción de la experiencia. Editorial Adriana Hidalgo, 2001
H. Bergson, La energía espiritual. Ensayos y conferencias. Editorial Claudio García & Cia, Montevideo, 1945
S. Freud, La negación. Obras completas, tomo III. Biblioteca Nueva Editorial Madrid, 1968
S. Freud, Una teoría sexual, Obras completas, tomo I. Biblioteca Nueva Editorial Madrid, 1967
F. Nietzsche, La genealogía de la moral. Alianza Editorial Madrid, 1980



[1] Otro como tesoro significante y como auxilio primordial ante la indefensión del ser. Deberá el infans encontrar las mediaciones adecuadas – aquellos otros – con los cuales hacer la experiencia real de habitar una lengua.
[2] Feliz expresión de Winnicott para referirse al vínculo con el objeto transicional, primera posesión del sujeto.
[3] Movimiento fulgurante entre el decir y lo dicho
[4] Decisión que no atribuyo a la voluntad sino al trabajo elaborativo que propicia el análisis y que es mayormente inconsciente
[5] Acción que permite distinguir nostalgia de melancolía.
[6] La lingüística contemporánea considera enunciados performativos  a aquellos que llevan a cabo actos mediante su  sola enunciación. A diferencia de los enunciados descriptivos no hablan sobre las cosas sino que, según la feliz expresión de Austin, hacen cosas con las palabras. Utilizo el término pues considero que la interpretación psicoanalítica, más que predicar sobre lo sucedido, constituye un verdadero acto de palabra.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Tiempo y acontecimiento en la experiencia analitica. por Marité Ferrari


Tiempo y acontecimiento en la experiencia analítica…Una interlocución con las tesis de Walter Benjamin  

 

Al discurso psicoanalitico, la interlocución con otros discursos se le hace necesaria

Esto le ha permitido situar interrogantes  para no quedar “encerrado” en un discurso que pudiera autoabastecerse , suturando sus fisuras.

Lo cierto es     que cada analista trabaja con las resonancias de estos decires en
la propia práctica... Como si se tendiera una banda de Moebius entre el “interior” de la experiencia analítica, y el “exterior” que supone la producción  discursiva de la época-que intenta hacer saber del malestar que inexorablemente nos habita- como hablantes que somos, advertidos de nuestra finitud , y nuestra inconsistencia.

 Es difícil a veces ,que este proceso de recorrido en la única cara de la Banda- pueda  "socializarse",por el modo en que cada uno escucha esto que se lee...

El debate, es entonces  inexorable ,por la diferencia que se instala en la escucha que cada uno sostiene.

Tratamos de escuchar a la letra esto que se dice en un análisis., no sin estar a la vez afectados por otros decires, que resuenan, que  producen efectos, allí, en una experiencia que no puede dejar de quedar afectada por los modos de presentación  del malestar en la Cultura. Malestar que siempre nos hace `pensar que la vida- como goce pleno- estaría en Otra parte


Una cuestión  que me quedó resonando a partir de la lectura del texto sobre las Tesis de Benjamin, muy atinente a nuestra práctica fue la diferencia entre historiografía- un manera de coleccionar hechos según su sucesión cronológica - y otro modo de pensar la historia como entramado de acontecimientos. Efectivamente en este sentido vamos construyendo con los decires del analizante, la “novela” donde se ficcionaliza el fantasma del sujeto,  que no es un devenir cronológico, sino una secuencia de acontecimientos que hilvana el deseo.

 

.Pero, a la vez  ¿cómo pensar el intento de romper los relojes, en ese instante supremo del acontecimiento revolucionario, que hace estallar el continuo de la historia de opresión?.. Este intento de suspender la “medida” mecánica del acontecer temporal, ¿sería sólo  modo de  marcar  la dimensión valiosa- gozosa- inmaterial-de lo actual como maravilloso, supremo, eterno, memorable?. ¿O también podría presentarse como manera renegatoria de impedir el devenir incontrolable del tiempo como
Kronos, como suceder que nos traga, inexorablemente .Costado real del tiempo, que revela lo insoportable de la levedad, de la inconsistencia del ser…Michel Foucault plantea que la búsqueda central del poder se orienta hacia la inmortalidad..El poder busca ser eterno, para precaverse de la fugacidad, inexorable del ser para la muerte que somos los hablantes. Por eso intenta balear los relojes, para que el tiempo no degrade ese momento sublime.


 Esto que resuena en lo que escucho, en el sentido de pensar romper los relojes como apuesta a la inmortalidad, o a la atemporalidad de esto tan valioso que estoy viviendo-  es siempre un modo singular de capturar algo.

 

Cada analista encontrará en esta lectura diferentes cuestiones, que se le articulan con su práctica. En este sentido digo que es difícil “socializar”, ponernos de acuerdo con lo que nos resuena de  algo que leemos. Esto hace complejo construir una teoría que pueda articular la singularidad de la experiencia analítica con discursos que intentan pensar formas de lo colectivo, como la Antropología o la Sociología, o la Teoría Política, el marxismo., porque ¿es posible una ex – sistencia colectiva?. Si el acontecimiento que sitúan los politólogos podría ser escuchado como acto en el marco de nuestra experiencia, es una pregunta a abrir…Lo cierto es que parecieramos los analistas  dispuestos a dejarnos tocar por la dimensión real del tiempo, esto de la conjetura del habrá sido, y de lo imposible de quedar fuera de la cuenta que el paso del tiempo nos pasa, esa factura que el obsesivo se niega a pagar con su procastinación….La cuestión del acto en psicoanálisis remite siempre a la implicación subjetiva respecto de las consecuencias del decir, y el cambio en las posiciones de goce…Algo me hace responsable de lo que digo, en la medida en que en este decir me va algo del goce que necesito para poder estar vivo…En este acto inexisto a ese Otro al cual consagro mi sìntoma, y entonces, me hago responsable por mi goce….

 

Adentrándome en el texto que comenta las tesis de Benjamin, creo que Chiapas no representa un resurgir puro del zapatismo, porque aquella experiencia ha quedado
perdida en el decir que se sostiene de ella, y actúa entonces sólo como referente imposible de ser representable. En Chiapas hay una ruptura con este proseguir del Pri que ha denigrado el acontecimiento mismo de la revolución. Es otra cosa. que el zapatismo..Es producir otro acontecimiento en otro tiempo…Porque el acontecimiento de la revolución no pudo eternizarse, se degradó en otra cosa. Kronos se devoró la pasión revolucionaria y la transformó en corrupción burocrática,¿un partido que institucionaliza la revolucion? Chiapas es querer pasar a otra cosa…

. Creo que se trata siempre de esto en relación al goce que abruma al sujeto: poder pasar a otra cosa como plantea Allouch-..La identificación, este es lo “mismo”, es pretensión inútil..Ya es “otra” vuelta, donde lo “mismo” es a la vez , diferente..Ya lacan lo trabaja en tyche y Automaton. Cada rizo de la repetición capturará ago diferente…

 

 

.Creo que necesitamos a veces salirnos de  la dialéctica entre pérdida y recuperación, no se trata de fijarnos melancólicamente a lo perdido, ni obsesionarnos con una imposible recuperación, sino marcar una diferencia .

.Porque la historicidad- para los seres hablantes- es un ser siendo que no se agota en la rememoración de los acontecimientos - que advinieron tales dentro de cierto tramado, dentro del cual trenzamos nuestra historia .Porque somos hablantes armamos esta "novela" y dentro de ella nos deslizamos...
En la experiencia analítica el analizante deconstruye sus  novelas,sus creencias, sus mitos, y avanza cada vez más -si es que la cosa marcha- a poder soportar cada vez más el campo de lo indeterminado,de lo imposible, de lo indecible,  verdades que lo real porta,y que la neurosis trata de olvidar.

 

 En la tesis XV Benjamin propone que las clases revolucionarias tienen conciencia de hacer estallar el continuo de la Historia  Por eso se dispara contra las relojes, porque este estallido , esta ruptura pretende la eternidad…¿Qué cambia del trato con lo real este acontecimiento..Es sostenible en el tiempo este instante en tanto tal,¿Es pensable cierta semejanza respecto de lo  que acontece en el curso de un análisis, si se tratara  de “liberar” al sujeto de las ataduras de la repetición-que sería la expresión de la continuidad, siempre lo mismo…? ¿Es sostenible el tiempo del acto en el curso de un análisis, que además siempre se salda en el a posteriori, porque no es del orden de la conciencia, sino efecto de lo inconciente? No  es ahora, sino en el habrá sido….
¿cambia su sistema de ideas, o cambia la relación que  tiene con sus ideas,? ¿Qué anudamiento podemos situar  entre las ideologías y el Ideal del Yo, o aún, con el Superyo, en su imposición mortìfera, del “Goza”?

La mónada del objeto histórico supone para el materialismo histórico el signo de una suspensión mesiánica del devenir,según la propuesta que hace Benjamin .Podríamos así situar el acontecimiento político, que por eso, en tanto suspensión mesiánica, promete cierto Paraíso-en tanto llegada del Mesías .

No habría en este abordaje la promesa religiosa de las infinitas vidas infinitamente felices de la apuesta de  Pascal?...

No en vano Lacan escribe en “la Tercera” la dificultad que tendrá el discurso del psicoanálisis para sostenerse como tal que le parece perdedor respecto de la religión “verdadera”
 

¿El despertar que alentamos en nuestra experiencia equivale a tener una "iluminación”, el encuentro con alguna mónada que contuviera la llave de nuestra felicidad absoluta? Para mí lo que el despertar revela es más la opacidad que el brillo. Porque en  lo
escópico, el instante de ver siempre pone en acto un velamiento .Por eso le sigue el tiempo de comprender, de desocultamiento, en el sentido del despertar, de  encontrar lo que no hay, para poder concluir. Para perder el goce  que hace falta perder, para poner en causa la deseo…

 

Marité Ferrari

           

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Políticas de la memoría. de Diego Timpanaro


Políticas de la memoria

 

Diego Timpanaro*

 

 

 

Este es un libro de buena fe, lector. …

Lo consagro a la comodidad particular de mis parientes y amigos para que,

 cuando yo muera, puedan encontrar en él algunos rasgos de mi condición y humor,

 y por este medio conserven más completo y más vivo el conocimiento que de mí tuvieron.

12-06-1580.

Michel de Montaigne.  

 

 

Las siguientes reflexiones, estos pensamientos en voz alta, que ensayo -con el perdón de Montaigne-, parten de nuestro quehacer cotidiano. Partimos desde nuestra praxis, de la clínica psicoanalítica, de nuestro savoir-faire, es decir que intentamos compartir algunas ideas desde nuestro oficio; y también desde el lugar que ocupamos, hoy por hoy, en tanto “dirigentes”, a partir de la delegación a los cargos de conducción, que vienen haciendo nuestros colegas psicólogos, desde hace unos años atrás.

Lo que tengo para compartir y debatir junto a Uds. - ciertas cosas nunca son sin otros -, es este pequeño ensayo titulado: políticas de la memoria, y habría que subrayar el sentido que el señor de la torre, Michel de Montaigne, le daba a sus fantaisies, tal como en el origen denominó a sus ensayos, con el francés del Renacimiento: poner a prueba el entendimiento, reflexionando libremente sobre un tema.[1]

 

I

 

Desde la práctica del psicoanálisis podemos comenzar con cierta, aunque provisoria, definición; podemos llamar memoria al retorno en el presente -un retorno involuntario, indeseado, malavenido-, de aquello que rechazamos / negamos de nuestro pasado. Los estudiosos de Jacques Lacan advertirán la raigambre de esta proposición: en el Seminario sobre las estructuras freudianas en las psicosis, Lacan afirmaba, en este mismo sentido, sobre cierta mecánica de funcionamiento del psiquismo, en relación a la verwerfung: lo rechazado en lo simbólico, reaparece en lo real.[2] Introduzcamos la dimensión del tiempo, más allá de los registros: retorna en el presente, aquello que rechazamos del pasado, y le podemos llamar, memoria.

 

- Algo del pasado, de lo que no queremos saber nada, llega a nuestro presente, haciéndonos saber algo, más allá de nuestro querer. Adjetivamos ese retorno como involuntario, indeseado, malavenido. Sin embargo, el verbo que tal vez mejor conjugaría, sería: importunar. Señalamos eso que viene a incomodar, a molestar, a interrumpir la buena marcha de las cosas del mundo, eso que llega fuera de tiempo y de lugar. Hablamos de la memoria como importuna, es decir, nos aproximamos a la memoria por el sesgo de su valor disruptivo, léase sintomático.

 

- El inconsciente aparece como la memoria de aquello que se olvida y que se manifiesta en las distintas modulaciones en que se hace presente aquello rechazado, excluido. En el hacerse presente, en la presentificación de lo olvidado,[3] en la emergencia de lo que habría sido excluido, en la manifestación pública de lo que habría sido rechazado, está lo inconsciente; en esta oportunidad, bajo el modo de la memoria.

Esa irrupción, esa presencia, de eso no deseado, la aparición en el presente de lo que no es llamado, nos habla con verdad de cierta ajenidad, de una alteridad que está allí en juego, de eso otro, que no es del todo nuestro, que no es del orden de lo consciente, ni de la voluntad, menos aún del yo; inadvertidamente hay allí una traza indeleble, las marcas del trabajo realizado de lo inconsciente.

 

- Si hay un trabajo para hacer en relación a la memoria – en el marco de un análisis - no reside en rescatar los hechos de un pasado perdido, fugado en el tiempo, borroso para siempre, sino en apropiarse de esos hechos y dar paso a su reintegración en una historia. Apropiarse, hacerlo propio, subjetivarlo, quedar en condiciones de poder decir: tal vez, esto me concierne; sí, esto es mío. Entonces, de este modo, podremos afirmar que lo determinante no es el pasado, sino la relación que se mantiene con él.

El progreso de Freud, su descubrimiento, está en su manera de estudiar un caso en su singularidad. ¿Qué quiere decir estudiarlo en su singularidad? Quiere decir que esencialmente, para él, el interés, la esencia, el fundamento, la dimensión propia del análisis, es la reintegración por parte del sujeto de su historia hasta sus últimos límites sensibles, es decir hasta una dimensión que supera ampliamente los límites individuales.[4]

Lacan dice que lee en Sigmund Freud, que esta reintegración por parte del sujeto de su historia va hasta un más allá de sus últimos límites sensibles, es decir hasta una dimensión que supera ampliamente los límites individuales, situando un espacio de pasaje, un pase hacia lo colectivo. Siguiendo esta línea podríamos conjeturar que lo mismo sería válido también, para la historia de un grupo humano instituido, ligados en la paridad compartida, como por ejemplo, un Colegio de psicólogos, o un grupo de psicoanalistas: lo determinante no es el pasado, sino la relación que mantenemos con él. Relación que no existe, en términos de proporcionalidad, de linealidad, de univocidad, subrayo el carácter imposible como tal, pero que sin embargo, no nos eximiría de la realización de cierto tránsito posible, por el camino de esa misma imposibilidad.

 

II

 

Habría ciertas políticas de la memoria. Lo menciono en condicional, para proponerlo a la consideración de Uds., para hacer uso también del tiempo presente de su afirmación, de su interrogación, y hasta de su negativa. (Hay políticas de la memoria, ¿Hay  políticas de la memoria?, No hay políticas de la memoria).

Decíamos que no se trata de rescatar el pasado, en tanto ejercicio rememorativo, sino de facilitar el advenimiento de su verdad en el presente. Facilitar entonces, la práctica de hecho, de una inquietud, de determinada incomodidad, de una cierta dificultad. Será precisamente allí, atravesando lo dificultoso, donde encontramos que se trata también de la proximidad de la responsabilidad, es decir, del poder de responder.

- Observamos aquí, que hay una responsabilidad de tipo inexorable, que es de cada uno, que no puede trasladarse, que no puede dejarse llevar a la cómoda tranquilidad de conciencia que nos brinda el nosotros del colectivo. Hay un punto en el cual, el nosotros de un agrupamiento, de una institución colegiada, de un grupo de pares, por ejemplo, no discrimina la singularidad y sus vicisitudes históricas, disolviendo y homogeneizando en el anonimato tranquilizador de las conciencias, la responsabilidad subjetiva que siempre es de cada quien.

 

- Hay una marca indeleble de nuestra historia reciente, que todavía hoy - aquí y ahora -, opera con todos sus efectos; podemos denominarla la noche más oscura. Me refiero a cuando el terrorismo de Estado hizo desaparecer los cuerpos, cuerpos torturados, antes, durante y después de asesinar a personas secuestradas, creando con una singularidad cierta e impar, la figura del desaparecido.

Figura del desaparecido, que no es sólo un tropo de la retórica, sino que también es palabra, que en su instancia de nominación, se hace nombre. Uno de los nombres que nombra, lo innombrable del horror, que en su absoluta crueldad, se transforma en una marca tal, que ni aún la muerte alcanza para morir.  

 

- Significantes rechazados en lo simbólico: psicólogos, subversivos, psicobolches, reaparecen en lo real: 30.000 desaparecidos, psicólogos desaparecidos, estudiantes de psicología desaparecidos. Decíamos previamente, que en el Seminario sobre las estructuras freudianas en las psicosis, tal como Lacan tituló el que hoy conocemos como El Seminario 3, afirmaba en relación a la verwerfung: lo rechazado en lo simbólico, reaparece en lo real.[5] Me llamó la atención al preparar estas líneas -casi en el estatuto del hallazgo-, las palabras que usa Lacan originalmente: reparait dans le réel. Reparait: re-aparecer, es decir, como leemos en el Larousse, mostrarse a la vista, después de una desaparición.[6]

 

- Qué podemos ver de esos desaparecidos, que definitivamente ya no se muestran a nuestra vista, pero que no obstante de modo indudable están allí, como un nombre propio del malestar en la cultura, como un rasgo visible de nuestra tan mentada argentinidad. Dice el Informe Nunca más, sobre desaparecido: Palabra –¡triste privilegio argentino¡– que hoy se escribe en castellano en toda la prensa del mundo. [7]

 

III

 

Sin la memoria de nuestros desaparecidos, sin la reintegración de eso rechazado, excluido, de nuestra historia, será difícil construir una identidad que se aproxime en algo a una verdad, que como tal, siempre se dice a medias. El historiador Yosef Yerushalmi se pregunta si es posible, que el antónimo del olvido no sea la memoria, sino más bien, la justicia.[8] Tal vez pueda ser un acto pequeño, pero que toca algo de la justicia, cierto gesto accesible a nuestro desempeño como “dirigentes”, en nuestras instituciones que agrupan a los psicólogos: poner el nombre y el apellido, en las paredes de nuestros edificios, en las hojas en blanco de nuestras comunicaciones, allí en donde puedan ser inscriptos; los nombres y las vicisitudes de la singularidad de sus historias, de cada uno de esos colegas desaparecidos.

Dirá el psicoanalista Jorge Jinkis: La historia tiene una deuda con el pasado, con los muertos. Y la política tiene un deber con los vivos. Esa trenza podría entrecruzar sus términos. Los muertos deben poder contar con los vivos para que haya historia y si los vivos no cuentan con los muertos comprometen su futuro.[9] 

 

- Los horizontes serán posibles para nosotros y para las futuras generaciones de colegas, en el sentido de poder construir, poder vivir, poder trabajar, aquel tiempo futuro por venir, en la medida en que podamos reintegrar ese saber no sabido sobre los acontecimientos oscuros de nuestra historia; en razón de nuestra subjetividad, es decir, de la implicación como sujeto en la singularidad de lo que acontece.[10]

Si es cuestión de la identidad de una profesión, la misma implicará integrar las fracturas, los quiebres, las discontinuidades, que forman parte e instituyen  los límites de nuestro oficio, sin por ello renegar de la verdad. Podemos revivir, también podemos recordar, podemos repetir, podemos reelaborar, tal como decía Freud.[11]

En cualquiera de los casos, el corazón político de una praxis que se orienta por lo real, se evidenciará cuando podamos vislumbrar que una de las vías para una política de la memoria, apunta sin ambigüedades a la escritura de la historia en el sentido de facilitar el advenimiento de su verdad. Contradecir esta proposición asegura cabalmente el retorno de lo rechazado, la vuelta de lo horroroso, la fatalidad de un síntoma que estará por llegar, en cualquier momento.

Diré finalmente, de qué se trata, se trata menos de recordar que de reescribir la historia.[12]

 

 

 

Buenos Aires, septiembre de 2012.



* Psicoanalista. Lic. en Psicología (UNLP). Especialista en Clínica con Adultos.
Presidente del Colegio de Psicólogos de la Provincia de Buenos Aires. Distrito XII Quilmes.
Supervisor y Docente de la Escuela de Especialización y Posgrado, Área Clínica Psicoanalítica con Adultos. Organizador de las Jornadas Quilmes y sus psicoanalistas. 
 
[1] DE MONTAIGNE, MICHEL- Ensayos Selectos, El Ateneo, Buenos Aires, 1968.
[2] LACAN, JACQUES- El Seminario 3 Las Psicosis, Paidós, Buenos Aires, 1992, p.24. Clase del 16-11-1955.
[3] Pedimos permiso al lector para que nos permita hacer un nuevo uso de éste término, que el corrector del Word se encarga de subrayar en rojo: nos proponemos hablar de una acción en el presente, pero que no es del mismo tiempo.  
[4] LACAN, JACQUES- El seminario 1 Los escritos técnicos de Freud, Paidós, Buenos Aires, 1991, p 26. Clase del 13-01-1954. 
[5] LACAN, JACQUES- El Seminario 3 Las Psicosis, Paidós, Buenos Aires, 1992, p.24. Clase del 16-11-1955. En el original: …c´est que tout se qui est refuse dans l´ordre symbolique reparait dans le réel. Disponible en www.ecole-lacanienne.net. 
[6] Antes de esa afirmación, algunas hojas atrás en ese mismo Seminario 3, Lacan no deja lugar a la ambigüedad, habla de lo inconsciente, se pregunta sobre la cuestión de saber por qué este inconsciente apparait dans le réel. Apparait: aparecer, devenir visible, distinguible, mostrarse de repente a los ojos.
[7] Aunque la “desaparición” ocurre todo el tiempo en todas partes, el término comenzó a usarse entre nosotros a partir de los secuestros y asesinatos en Guatemala en la década del ’60, y años más tarde, pero para referirse a ello como práctica sistemática del Estado terrorista, especialmente en Argentina y Chile, pero también en Uruguay, Brasil y Paraguay. A pesar de esta difusión, la palabra “desaparecidos” quedó pegada  a la Argentina, “pegada” como cuando reconocemos el valor de sutura que tiene un nombre. Cf. JINKIS, JORGE- Sterben Sie?, en Violencias de la memoria, Edhasa, Buenos Aires, 2011, p. 164.
[8] YERUSHALMI, YOSEF- Reflexiones sobre el olvido, en Usos del olvido, Nueva Visión, Buenos Aires, 1998, p.26.
[9] JINKIS, JORGE- Inclemencias, en Violencias de la memoria, Edhasa, Buenos Aires, 2011, p. 43.
[10] A propósito de nuestra intervención en la Apertura de la Jornada Identidad y Horizontes posibles, realizada el 4 de agosto de 2012, y organizada por el Colegio de Psicólogos de la provincia de Buenos Aires. Distrito XV San Isidro.  
[11] FREUD, SIGMUND- Recordar, repetir y reelaborar, en OC, t. XII, Amorrortu, Buenos Aires, 1980. Será en este texto de 1914, que aparecen por primera vez en la obra freudiana, los conceptos de compulsión a la repetición y re-elaboración.
[12] LACAN, JACQUES- El seminario 1 Los escritos técnicos de Freud, Paidós, Buenos Aires, 1991, p 29. Clase del 13-01-1954.