martes, 4 de julio de 2017

¿EXISTE RELACIÓN ENTRE EL PSICOANÁLISIS Y LA POLÍTICA? ¿Y EN TODO CASO CUÁL ES? por Alvaro Vives

¿EXISTE RELACIÓN ENTRE EL PSICOANÁLISIS Y LA POLÍTICA? ¿Y EN TODO CASO CUÁL ES?

Desde sus comienzos “Debate” ha sido atravesado por su interés por el psicoanálisis y la política intentando una relación. Creo que este tema ha signado su reciente crisis.
El trabajo de Luis Michi y una mesa en la Facultad de Psicología en el marco de la elección de graduados me permitió procesar algunas reflexiones acerca de este tema.
La primera tiene que ver con una cuestión metodológica. La tendencia a dar por sentado qué entendemos en cada caso por política, pero aún también por análisis y por relación.
Trataré de precisar entonces cómo entiendo cada uno de esos términos pidiendo disculpas por esta larga introducción que considero totalmente necesaria.
La política fue un invento griego. No quiero con esto negar que las intrigas palaciegas de innumerables reinos antes y después no puedan ser catalogadas como políticas.
Pero fue el experimento de la Polis democrática lo que masificó una práctica novedosa que permitió una sociedad de ciudadanos partícipes en pie de igualdad del gobierno de la polis. Una sociedad donde las clases medias participaron de manera directa, a través de la palabra, del poder de decisión en las cuestiones de esa polis. Para ser precisos fue una experiencia ateniense que duró menos de un siglo. De allí proviene el término “política” originalmente. Y lo determinante que permitió esa creación radicó en un cambio en la concepción del mundo y del hombre que parió Homero.
Su fundamento fue la autonomía, es decir, la convicción y necesidad de dictarse su propia ley. Todos los otros pueblos fueron heterónomos, su ley provenía de los dioses, trasmitidas por las clases dominantes y sustentadas por la mitología. Pero a partir de Homero los griegos no creen que los dioses, a pesar de su inmensa superioridad con respecto a los hombres, tengan por función dictarles la ley. Los griegos alcanzan la mayoría de edad antes que cualquier otro pueblo y toman la responsabilidad de decidir en su existencia aceptando los límites que les impone su destino: ser mortales. Cambia el concepto de destino. Ya no es fijo sino que sólo señala los límites dentro de los cuales la responsabilidad es humana. Como nadie puede arrogarse ser poseedor de más verdad que la propia, ninguna opinión vale más que otra y el único medio de resolver el problema es que cada uno “en nombre propio” hable en la asamblea y al final se vote. Y para evitar abusos los cargos deben ser electivos, rotativos o sorteados. Política y ética son para los griegos dos caras de una misma moneda y la clave es el concepto de “el bien común”.
Lo distintivo de la política inventada por los griegos no es la votación, su consecuencia, sino la autonomía y el tomar la palabra en nombre propio. Ya podemos sospechar un punto de contacto con el psicoanálisis y el trabajo de Michi: “tomar la palabra en nombre propio”. Pero hay que precisar algunas cosas más y lo retomaremos más adelante.
La experiencia ateniense terminó en una restitución de la monarquía y hoy ya no es la política tal como la inventaron los griegos.
La revolución francesa instauró la democracia moderna, burguesa, representativa y republicana. Antes Maquiavelo cambió el concepto de política divorciándola de la ética para anclarla en la eficacia en la lucha por lograr y mantener el poder. Pero la diferencia clave entre estas dos concepciones de política radica en el concepto de “representación”.
La nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa, republicana y federal, por lo que el pueblo no gobierna ni delibera sino a través de sus representantes. (no lo pongo entre comillas porque cito de memoria pero es casi textual)
Alberdi escribe el texto que será votado en la constituyente tomando el de la constitución norteamericana y todas las constituciones modernas tienen ese concepto de base.
La revolución argentina comienza argumentando sobre esa representación. La del virrey, delegada del rey que estaba preso, por lo cual cesaba esa representación y retornaba al pueblo. La primera junta toma sobre sí esa representación del pueblo en tanto el rey no estaba en funciones, toma entonces el lugar del rey. El concepto de pueblo como entidad y su representación está en el fundamento de la política moderna.
Quién tiene la representación habla en nombre del pueblo, su autoridad emerge de allí y esa representación resulta conculcada luego de la elección que inviste al representante. Se instituye una distinción clara entre ciudadano y representante; y el ciudadano ya no habla en nombre propio sino a través de su representante, (siempre que éste hable en su nombre y no en su propio nombre). El ciudadano ni siquiera tiene derecho a deliberación según nuestra constitución. Hoy la política es la disputa por lograr la representación de “la gente”, ni siquiera del pueblo, sino de “los consumidores”. Por eso la representación está en crisis y sus manifestaciones más claras son el triunfo del Brexit en Gran Bretaña, el triunfo de Trump y la derrota de la autoridad francesa en la última elección con el voto a Macrón. Entiendo todas estas manifestaciones como rechazo al sistema que se funda en la representación, aunque aún no sea repudiada en sí. Hay rechazo sin propuesta. No se concibe aún otra modalidad política que permita romper la trampa de la representación.
Detengámonos aquí y centrémonos en el psicoanálisis. El psicoanálisis nace como una propuesta terapéutica que a la vez resulta un modo de investigación sobre un objeto nuevo: lo inconsciente. Lo inconsciente “nos habla” e impide hablar en nombre propio.  En tanto que dividido, el iluso in-dividuo, no es dueño de su palabra, está alienado.
Una disciplina nueva que abre un campo de investigación pero a la vez instituye un nuevo tipo de lazo social acotado a un ámbito reducido, un consultorio. Nuevo tipo de lazo social que debe ser aprehendido a través del análisis que permitirá que se instaure si hay éxito. Ya he citado en este espacio el desafío que Freud nos espetó sobre el final de su texto titulado “El malestar de la cultura”. Se atreve a pensar en neurosis colectivas por las cuales toda una comunidad repetiría condicionada por las marcas dejadas por sus vínculos libidinales con sus líderes. Vínculos que homologarían los que se producen en la infancia con las figuras parentales y anudan diversas formas de dependencia que producen síntomas. Ese desafío está planteando de hecho, ya que no de derecho, la necesidad de pensar cómo extender ese nuevo tipo de lazo social a la comunidad y Freud es consciente de la dificultad que implica esa tarea y las señala: ¿quién puede autorizarse en ese lugar?
El trabajo del análisis propende a liberar de esa dependencia ciega, inconsciente, y permitir el surgimiento de otro tipo de lazo social que habilita la toma de la palabra en nombre propio y no ya de la fantasmática dependencia de origen parental.
Pasemos ahora a tratar de establecer en qué consiste una relación. Ese mundo griego clásico inventó al mismo tiempo que la polis la razón y la tragedia. En ésta última prevalece la mitología pero bajo una relación a sí misma diferente. El pensamiento imaginario propio de la mitología encuentra en la tragedia, ritual religioso, una relación directa en una experiencia sensible que integra sensualmente, sin mediación, al objeto de modo no representativo. El personaje mítico está allí como el cuerpo y la sangre de Cristo están presentes en la hostia y el vino para los cristianos en la misa. No lo representan. Es  una presencia, pero trascendente, se trata de lo sagrado aquí y ahora, por eso es religioso.
En una vía diferente y original la relación que instituye la razón es distinta porque se trata de otro tipo de objetos nuevos y diferentes de los sensibles. Se intelige en una experiencia no solo diferente sino opuesta a la sensible. Los sentidos nos engañan y sólo se puede entender si se inicia el camino de encontrar “en el discurso” las relaciones que rigen el mundo: “Logos”, “Ser”. Nombres con que bautizan ese orden dado de objetos inteligibles (pura relación sin imagen) que habitan el pensar y deben ser investigados para alcanzar las determinaciones del mundo que constituyen la denominada ciencia, o filosofía, entendida como el orden mismo del mundo, es dado al hombre en el universo de la palabra por el pensar. (no la ciencia moderna, aunque no se excluye de esta concepción). Conocimiento mediado por la representación conceptual. Otro mundo. Ese camino después de veinte siglos alumbra la ciencia moderna: el descubrimiento de relaciones matemáticas que desafían el sentido común basado en la experiencia sensible. Mediaciones matemáticas.
¿Qué tipo de relación corresponde al psicoanálisis? ¿Sensible? ¿Inteligible? ¿Otra?
Si nos inclinamos a responder relaciones sensibles estamos en el terreno del arte. Freud reconocía en el artista la virtud de captar las relaciones que él quiere explicitar en términos “científicos”. Si nos inclinamos a responder relaciones inteligibles estamos en el terreno de la ciencia, que resulta tan distante de lo sensible como de la práctica analítica. Ya sabemos que por mucho que le pesara a Freud el psicoanálisis no es ciencia. Parece que nos queda sólo el camino de pensar que se trata de otro tipo de relación. ¿Cuáles son los objetos del psicoanálisis sobre los que operan esas relaciones y que las definen?
La experiencia analítica comienza con la asociación libre y la atención flotante. ¿Libre de qué? De toda determinación voluntaria que oriente el discurso en representaciones según razonamientos preestablecidos, podríamos decir pre-juicios que constituyen nuestra representación del mundo objetivo. Lo mismo rige para la atención flotante. Ambas están diseñadas para captar otro tipo de objetos: las fantasías inconscientes, parecidas al mito.
A priori parece que lo recusado es el tipo de relación descubierta por los griegos. Pero si bien la experiencia analítica resulta más cercana a la experiencia artística y al pensamiento imaginario no se agota en él. Ese primer paso abre para Freud el acceso a lo inconsciente, pero enseguida se trata de conceptualizar lo que ocurre en esa experiencia. La creación de conceptos para teorizar esa experiencia ya no se produce por relaciones propias de la sensibilidad, siempre individual, sino de la razón, lo común, pero una razón aplicada a objetos diferentes. En la tarea de la escucha la singularidad prevalece indefectiblemente. Si así no fuera sería posible pensar en computadoras analistas y que lo escuchado fuera de todo X para todo X. Pero para la teorización de esa experiencia singular es necesario que sea posible la transmisión y por lo tanto al menos cierto grado de regularidad del discurso para que sea transmisible y por lo tanto resulta más propio de la razón. Sin embargo se trata de traducir a la razón lo que no sólo escapa a la misma sino que la recusa en su lógica. Y ya se sabe que toda traducción implica necesariamente una traición inevitable. O se traiciona la lógica de esos objetos o se traiciona la lógica de la razón tradicional.
Como dijimos en la última reunión las diversas teorizaciones psicoanalíticas están teñidas por la constitución subjetiva que las nacionalidades de sus autores: Freud es un científico judío alemán, lleva la marca de Kant en su origen; Klein, Winnicott y Bion, la impronta del pragmatismo empirista propia del espíritu anglosajón y Lacan la de Descartes matizada por Spinoza, aunque cada uno de estos autores se aleja de esas concepciones filosóficas para construir una referencia en la experiencia analítica. (Autor: que se autoriza en la palabra propia) Pero todas esas concepciones teóricas siguen expresando con diferencias discursivas que se trata de lo que hoy llamamos “un nuevo lazo social”, (nueva manera de relacionarse al Otro a través del otro), aunque la expresión surja de la escuela francesa.
Por lo tanto se trata de establecer una lógica de la razón que resulte nueva respecto de la explicitada hasta ahora. Ni la lógica formal (donde A es idéntica a A) ni la lógica dialéctica (donde A no es idéntica a A por su devenir pero prevalece la identidad de la identidad y la diferencia). Creo que Lacan entendió claramente esto y su esfuerzo ha cursado en esa dirección intentando generar una lógica de la no identidad que respete las características de esos objetos y la lógica que de ellos emerge, con resultado fecundo y alcance profundo
Culminada esta larga introducción es posible abordar la pregunta inicial. Aparentemente la política y el psicoanálisis no tienen mucho que ver. Pero esta afirmación hunde sus raíces en Descartes y su pensamiento. No tanto por su exigencia de “claridad”, que ya estaba vigente en la escolástica sino en la “distinción” que abogaba por una lógica de la separación que configure identidades distantes para evitar la confusión posible. Esta separación exige luego un nexo causal mecánico para restablecer su relación.
Una mirada más profunda permite revelar una estrecha relación entre psicoanálisis y política. ¿Pero en qué consiste? ¿Qué elementos vinculan política y psicoanálisis?
Para Aristóteles el hombre es un animal racional y político. Es decir, el lazo social es la polis misma y su fundamento es la razón que ordena el mundo. Pero si introducimos la dimensión del inconsciente, imposible de contemplar para Aristóteles, lo que está en juego es ese nuevo lazo social que incluye pero excede a la polis. Una nueva lectura del mundo que presenta una perspectiva de objetos distintos de los sensibles y de los inteligibles. Objetos que para la razón son irracionales y demandan una lógica diferente. Es decir, un nuevo tipo de subjetividad o al menos una nueva relación del sujeto consigo mismo y con sus semejantes. Se dice que cada época ha forjado una subjetividad pero se concluye esto con una concepción determinista mecanicista que supone que prevalecen las condiciones materiales, externas al sujeto, que tallan la subjetividad. Es más realista afirmar que cada modo nuevo de la subjetividad ha forjado su época. Claro que esta afirmación sería tachada por la tradición como idealista y actualmente esa concepción tiene mala prensa. Pero como sabemos los analistas se impone superar la disyuntiva materialismo – idealismo que ha constreñido el pensamiento sobre todo en los últimos dos siglos. Castoriadis ha señalado como distintivo de los humano, fundándose en una peculiar lectura de Freud, como todos, la creación imaginaria de la sociedad.
Quizás hoy es demasiado temprano para que se dejen atrás los prejuicios materialistas y se acepte que la subjetividad implica creación y consecuentemente sea posible que se acepte ese nuevo tipo de lazo social. Sin embargo se han dado pasos importantes en esa dirección. En cualquier caso parece difícil que sea un analista el que inscriba en la cultura política esa novedad. Quizás sea posible que unos teóricos audaces convenzan a unos políticos audaces que a su vez inscriban en la cultura ese nuevo lazo. La revolución Francesa llevó a cabo las ideas de Rousseau y Montesquieu pero los líderes de la revolución no fueron ellos sino los D´antón y los Robespierre.
En la edad media la idea del interés financiero, hoy naturalizada, se concebía como usura, pecado. (“El mercader de Venecia” de Shakespeare, en los albores del capitalismo señala la transición) Sin embargo esa forma de la subjetividad se impuso y se extendió siendo hoy no sólo aceptable sino respetable y hasta de alto reconocimiento social. Hoy nos incumbe, abarca y constituye a todos, aun a los que recusamos el capitalismo. Difícil escapar a la constitución subjetiva de nuestro tiempo, salvo para los poetas, creadores Homéricos.
No es fácil imaginar hoy que ese nuevo tipo de lazo social salga del consultorio y se despliegue en el nuevo mundo, como el lazo financiero salió del banquito de la plaza para abarcar el rasgo distintivo del mundo moderno y construir las nuevas catedrales bancarias Pero difícil no es imposible. Pensemos que a la burguesía le llevó cinco siglos llegar a la globalización y cabalgando sobre la potencia del despliegue tecnológico.
Si debemos concluir que existe relación entre psicoanálisis y política creo que podemos pensarla en una relación que desborde la representación en más de un sentido, que sea puente entre lo sensible y lo racional, que no se reduce ni a ninguno de los dos ni a su combinatoria. Como en la clínica, pero que los subsume con una lógica distinta que aún no está suficientemente desarrollada como técnica para una transposición social. Pero que sí es seguro que implica la búsqueda de la difícil inclusión del nombre propio en la sociedad actual. Sociedad de masas por producción y consumo cultural. En ese sentido sólo hay dos políticas, la masificante que arrasa al sujeto y la que propende a la individuación subjetiva, en sus diversas versiones. Hoy la expectativa viene más de la mano del arte que de la ciencia, pero incumbe fundamentalmente al psicoanálisis. (No quiero decir esperanza por ser de los peores males que emergen de la caja de Pandora, y los griegos de eso sabían, por eso fueron tan grandes: por haber perdido la esperanza, la peor cara de los ideales).
Lo que el psicoanálisis nos enseña es que masificarnos, aún en el más puro de los ideales, no deja de ser una forma de alienación y que sólo no aceptando ningún ideal heterónomo (ni divino ni terreno, naturalizado como trascendente y por lo tanto sagrado e infalible) y sólo forjando dificultosamente y cada vez, paso a paso, nuestro pensar autónomo, sin liderazgos ni sujeciones podemos contribuir a construir con mucha dificultad un mundo tal vez mejor que el actual. Nos toca por nuestra práctica pensar cómo es posible concebir teóricamente ese paso que permita, casi mágicamente para la realidad de hoy, cumplir ese sueño freudiano que nos lega como desafío al final de “El malestar en la cultura”.
No está de más que como ciudadanos participemos de los eventos políticos en nuestra república representativa y optemos entre alternativas que afectan el lazo social, pero nuestra responsabilidad es otra que la de un ciudadano carpintero, obrero, bancario o docente. Nuestra práctica cuestiona esa participación en esos términos dictados por esta organización social. Mientras derechas e izquierdas se opongan en cuestiones esenciales de la vida cotidiana pero compartan la lógica de la representación no hay salida para un tipo de lazo social que reproduce los vínculos de poder y sometimiento, aunque sea en nombre de una liberación que excede los determinantes supuestamente externos del in-dividuo pues las verdaderas cadenas son propias de la constitución misma del sujeto moderno. Este mismo problema se plantea ya Spinoza en el siglo XVII en su tratado teológico político y lo retoman diversos autores en los siglos sucesivos:
“¿Por qué los hombres luchan por su sometimiento como si lo hicieran por su liberación?”
El psicoanálisis ha encontrado una posible respuesta a esta acuciante pregunta pero no pudo extender esa respuesta más allá del consultorio hasta la fecha salvo en experiencias sociales que abordaron respuestas institucionales distintas en el campo de la salud mental pública y fueron duramente reprimidas siempre y no casualmente. Incluso en los círculos analíticos se evidencias síntomas de dificultad para comprender y establecer ese nexo fuera del consultorio, aún entre analistas. Al trasponer el umbral del consultorio muchos colegas se rigen por la lógica imperante en lo social y pujan por alcanzar la representación que ansían, y la confusión reina sumergida en ideales de los más diversos signos, aún con emblemas analíticos.

Buenos Aires, otoño del 2017

Álvaro Gabriel Vives

martes, 27 de junio de 2017

Parresia: ¿ quién le pone el cascabel al gato? por Luis Michi

Parresia: ¿ quién le pone el cascabel al gato?
Como no puedo escribir aún lo que me propuse bajo el título de  “Un psicoanalista suelto en la prepaga” (1) voy a ir desgranando algunas experiencias que pueden luego pasar a formar parte de eso.
Hace muchos años recibí en consulta, derivado por la institución en  la que trabajaba (2) a una persona que vino precedida de recomendaciones.  Mutuas. A él  le hablaron de un profesional serio, dinámico y que no parecía un analista (3)
A mí me anticiparon que era un alto ejecutivo de una empresa multinacional, petrolera para más datos (4) y que el admisor pensó en mí por mi fisic du rol que podía despertarle respeto y confianza.
Vino a la consulta. Me encontré con una persona muy angustiada, llorando con facilidad y desconcertada de sentirse así. Hacía un tiempo había comenzado una relación íntima con su secretaria y  rápidamente se le volvió pasional.  Vivió intensamente ese vínculo hasta que ella le planteó dar algún paso en la formalización de la relación. En ningún momento él había pensado en eso. Estaba casado con hijos y si bien  su relación de pareja no era plenamente satisfactoria  (cosa que siempre se descubre cuando hay otra cosa con qué compararla) había construido una sólida posición laboral, económica y social que podía peligrar y no estaba dispuesto a resignar. Como persona ordenada que era había constituido con sus vínculos personales  casilleros estancos  muy claramente definidos. A la secretaria le correspondía  el lugar de amante. El desencadenamiento de su estado comenzó cuando esa mujer le plantea que bajo esos términos se rehusaba a seguir. Y él descubrió que no podía vivir sin ella.
Diván de oro al que pudiera descubrir en esa descripción alguna particularidad que le diera un toque personal a esa situación. Parece una fotocopia de una historia repetida mil veces.
Justamente, creo que más por mi fisic du rol que por alguna habilidad demostrada, luego me derivaron varios casos que con pequeñas variaciones transitaban lo que se llama esa problemática. En su club se diría sintéticamente: se enredó con una mina y se le armó quilombo. Le pasó a varios (5). Problema etario, generacional y epocal. O, como diría mi abuela, todos los hombres son iguales.
El asunto es que tenía al señor gerente sentado frente a mí llorando amargamente su suerte. Y así durante varias entrevistas. Me empezaba a cansar.  Probé intervenciones que apuntaban al problema de elegir, y nada. A enfrentar un duelo, menos. Se me estaban terminando los cartuchos. ¿Qué hacer?
Entonces se me ocurrió. Pero no ¿cómo iba a decir eso? ¿Estaba loco?
Sin embargo era eso lo que me hacía pensar la escena en la que estaba metido.  Arreciaba el llanto, tragué saliva y  dije:
-¿Ud. fue siempre así de caprichoso?
Contextualicemos. Corría la década del 90. Tenía tres pibes chiquitos y el trabajo escaseaba. Había que cuidarlo. Al “afiliado” había que tratarlo con algodones. Cuando me surgió esa ocurrencia se me cruzó una imagen que me aterró. (6)
Pero los acontecimientos fueron por otro lado.
El señor gerente acostumbrado a abofetear cadetes como el Sr Jonas  y  que ahora lloraba desconsolado y con la cabeza gacha, me escuchó y dejó de llorar. Se estremeció. Se enderezó en su asiento. Me miró largamente con sus grandes ojos celestes enrojecidos por las lágrimas. Indescifrable su reacción. Parecía furioso. Y sin dejar de mirarme, muy serio y muy lentamente dijo:
-Toda la vida.
Bueno, al fin pudimos entender algo. Y situar la tarea en la que la consulta tomaba sentido y  podía tener lugar. Ya no era que había perdido el amor de su vida. Situación vital que convendría no profesionalizar y mantener en el plano de los sucesos vitales que las personas deben atravesar de la forma más amateur posible. (7) Venía a elaborar el desconcierto que le producía descubrir su límite. Alguien le había dicho que no. Y  no había llanto que valga. Daba la impresión de que en su vida esa era una gran novedad.  Gracias Srta. secretaria, me enseñaste algo de la posición que podía producir algún efecto subjetivo en este CEO. Recién a partir ahí pudo aparecer algo singular.


Todo esto es tan simple y vulgar, tan repetido e inespecífico que permaneció en mi memoria como una curiosidad de poco valor transmisible. Engrosaba mi carpeta de sucesos tragicómicos que amenizan mi práctica.
Pero años después cayó en mis manos un libro de Tomas Abraham “El ultimo Foucault” donde se hilvanan algunos textos motivados en su último seminario sobre la parresia.
Y entonces el recuerdo tomó otro valor. ¿Qué rara audacia me impulsó a arriesgarlo todo? ¿Cuál es mi obligación para con la verdad?  Por lo menos con la verdad de mi pensamiento.
Ya sé cuál va a ser la primera objeción. En el psicoanálisis no se trata de la verdad del pensamiento si no de lo no-pensado que irrumpe como verdad. Que pulsa. Es cierto. Pero lo que quiero señalar es una situación intermedia. No se trata de la verdad que anida en lo inconsciente y aparece sorprendiendo a todos, empezando por el emisor. Esto que trato de circunscribir es una verdad del pensamiento que se calla por censura, por apocamiento, si quieren como reacción al fantasma. Se piensa pero no se dice. Se trata de evitar las consecuencias temidas. Se elude.
Lo evoqué a propósito del parafrenero del cuento del Infante Juan Manuel “El manto del emperador”. (8)
Pero ¿qué es la parresía?
Buen articulo de la Wikipedia que sigue el trabajo de Foucault
En la retórica clásica, la parresía era una manera de «hablar con franqueza o de excusarse por hablar así». El término está tomado del griego παρρησία (παν = todo + ρησις / ρημα = locución / discurso) que significa literalmente «decirlo todo» y, por extensión, «hablar libremente», «hablar atrevidamente» o «atrevimiento». Implica no sólo la libertad de expresión sino la obligación de hablar con la verdad para el bien común, incluso frente al peligro individual.
De manera más precisa, la parresia es una actividad verbal en la cual un hablante expresa su relación personal a la verdad, y corre peligro porque reconoce que decir la verdad es un deber para mejorar o ayudar a otras personas (tanto como a sí mismo). En parresia, el hablante usa su libertad y elige la franqueza en vez de la persuasión, la verdad en vez de la falsedad o el silencio, el riesgo de muerte en vez de la vida y la seguridad, la crítica en vez de la adulación y el deber moral en vez del auto-interés y la apatía moral.
Quien utiliza la parresia lo hace sin recurrir a la retórica, la manipulación o la generalización. Es un crítico de sí mismo, o de la opinión popular o de la cultura; revelar la verdad lo coloca en una posición de peligro pero insiste en hablar de la verdad, pues considera que es su obligación moral, social y/o política. Más aún, quien practica la parresia debe estar en una posición social más débil que aquéllos a quienes se las revela. Por ejemplo, un pupilo «cantándole las verdades» a su maestro sería un ejemplo preciso de parresia
La parresia funciona como opuesta a la retórica. La sinceridad de las palabras es más importante que la belleza del discurso.
Esto da lugar a varias cuestiones:
-La cuestión filosófica de hablar en relación a la verdad se complejiza a partir de Descartes: el método de duda problematiza que el testimonio y las condiciones morales del orador sean suficientes para dar a un discurso su carácter de verdadero. Es necesario invocar al dios de la Razón. O sucesivos garantes.
-La cuestión política implica que lo que se dice tiene que apuntar al bien común y que este es más importante que el peligro individual.
-La cuestión social ubica al parresiastés en la situación de enfrentar al poder y/o a la opinión generalizada.
Tal vez resulte un poco extraño a nuestra cotidianidad pero intento llamar la atención sobre este punto:
Poder hablar libremente (sin temor a sufrir represalias) es un logro de la democracia ateniense. El ciudadano puede pedir la palabra. Y hablar libremente y sin sufrir condena por ello. Antes y después solamente podían hablar el rey y los nobles, el resto tenía que pedir permiso y atenerse a las consecuencias si algo los enfurecía. De allí la novedad que la parresia la ejerciera el parafrenero del cuento.
Decirle al poderoso (o a la polis) la discrepancia implica el logro de un derecho (libertad de expresión) que 200 años de revolución francesa, declaración de los derechos del hombre  y liberalismo político lo transformaron en algo que ahora nos resulta natural. En la Argentina no tiene aún 40 años este último tramo de instituciones que preserven esas garantías individuales.
Ahora bien, que el derecho esté más o menos garantizado no significa que ejercerlo soslaye la dimensión de un acto.
Un acto desafiante. Así sea que se apunte al monstruo de la mitología, al monstruo del poderoso o al monstruo del consenso (ese monstruo policéfalo). Hablar es ejercer una diferencia. Si me permiten, descompletando la unanimidad. Y asumir esa responsabilidad.
Pero hay más. La mayor audacia del parresiastés es que no invoca otro poder que su propia percepción, dando testimonio de su criterio singular. Su lectura de los hechos. Aunque refiera textos o tradiciones comunes. Habla en nombre propio.
Y eso es un salto sobre el abismo. Se la juega.
 Ese salto a mí no me sale todos los días con la misma elegancia. También protagonizo bloopers.
Permítanme volver sobre el relato que antecede y subrayar lo que quiero debatir. Mi intervención                                                                                                                                                                                                          ¿en qué se autoriza? Puede ser tan caprichosa como el capricho del paciente con su secretaria.
Hubo un tiempo en que los analistas se autorizaban en la contratransferencia: lo sentí así. Eso fue el punto de partida para muchos abusos. El ser del analista como medida de todas las cosas.
Ahora estamos asistiendo al abuso opuesto. El analista escondido y defendido en la teoría. Se dice lo que hubiera dicho Lacan si hubiera escuchado al paciente.
Pero ¿Quién habla? Freud? Lacan? Winnicott?  No, habla Michi. Que no está ni tan seguro de su ser ni tan seguro de sus lecturas de F, L, W, etc. En ese poco de fundamento se autoriza , avanza y dice. 
Otra vuelta más, prometo que la última.
Hace varios años hubo una propuesta que me convocó a Debate. Cuenta la leyenda que estuvo escrita pero por más que la rastreé no di con ella. Entonces la reconstruí para mi uso con los restos oídos aquí y allá.
El resultado es: Poner el Psicoanálisis en Debate como forma de mantener viva La experiencia del análisis. Esa experiencia que particulariza y distingue a nuestra práctica de cualquier otro discurrir del logos.
Por eso traigo mi experiencia que dice que para que la intervención tenga alguna oportunidad de ser eficaz tiene que surgir del discurso y darse en transferencia.
Y aquí transito un borde de arbitrariedad al hacer: 1) del llanto un significante y 2) del hecho que venga hasta el consultorio con el auto de la empresa, que deje al chofer esperando en la puerta, etc.  y todo para venir a llorarme; y deducir de allí una transferencia que me atribuye alguna clase de poder o saber que lo recomponga. Convengamos que son elementos muy endebles para decir algo tan acertivo.
 Pero funcionó. Lo supe después. Mientras tanto, hablé en absoluta soledad hasta que el paciente lo suscribió y lo hizo suyo.
Justamente por eso elegí este fragmento clínico donde subrayo el elemento de inevitable riesgo
Ese tiempo de apuesta es lo que entiendo como parresia.


Este escrito lo concluyo enmarcado en dos circunstancias (cuanto menos).
1-      Venimos hablando de una modificación de la dinámica de nuestros encuentros en Debate que están resultando más participativos. Y se puede concluir (a mi juicio erróneamente) que alguien o algunos “no dejaban hablar o disentir”.
Cuento entonces mi experiencia que me lleva en otra dirección, el obstáculo para hablar lo encuentro en mí. Convivo con eso y voy buscando el camino.
2-      Estos días dimos  a debatir en los mails la intervención de Jorge Alemán en la conferencia de Miller. El asunto es importante para alguno, aquí solamente voy a destacar al “parresiastés” que se dibuja en esa escena asimétrica. 
¿estoy entendiendo qué significa debatir?


Luis Michi




(1) la soltura desplegada allí es secundaria al haberme soltado previamente de las instituciones analíticas
(2) nunca pude definir definitivamente cuál era la preposición que definía mi relación con la institución: en, de, para, con, desde, junto a, dentro,  ¿contra?
(3) en el sistema que se había constituido confluyeron una multiplicidad de profesionales psi y había una amplia variedad de prácticas. Todas eran aceptadas con la exclusiva excepción de algo que se llamara psicoanálisis, que estaba expresamente prohibido. Y  lo que unificaba era la propuesta  de trabajar dentro del marco de las  terapias breves.  Lo cual llevaba a una extraordinaria paradoja: la mayoría de los profesionales convocados se decían  psicoanalistas(¡!).  Por otra parte, en algún momento en Buenos Aires no había quién se desmarcara de ese apelativo. Y  también que dentro de esa categoría hubiera un caleidoscopio de escuelas, concepciones, escisiones y aromas  para todos los gustos , muchas veces  contradictorios. Esto llevaba esa Babel a límites muy cómicos, pero esa disquisición nos llevará muy lejos y será objeto de otro escrito.
Por “suerte” con el paso del tiempo fueron afinando la selección, y con el aporte inestimable de las carreras de psicología de las universidades privadas se formaron equipos más homogéneos en la renegación del psicoanálisis. Algunos estuvieron más aliviados con eso. Sobre todo los que se empeñaban en re-educarnos.
(4) aclaración imprescindible: nunca llegó a ministro.
(5) en algún momento me plantié clasificar los casos de acuerdo a una escala de gravedad.
-malestar laboral, desgano.  Grado 1
-empezar relación con otra mujer, enamorarse y vivirlo pasionalmente. Grado 2
-irse a vivir con esa mujer dejando la casa , la esposa y los hijos. Grado 3
-volver a sentir angustia y desgano, dudar de la decisión, engañar a la nueva mujer con otra, o con la anterior (¡!)  Grado  4
(6)“Oficina lujosa en un rascacielo de Nueva York, un gerente de personal recibe una llamada y toca un botón de su conmutador , levanta el teléfono y dice: “Buenos aires? Obra social de empresarios? Al lic. Michi shot  in the cul, plis.””
 (7) una vez llegó a mí una persona refiriendo como motivo de consulta: el dolor que le causó la muerte de su hermana.
Le expresé que sobre ese dolor yo no podía decir nada y me contestó: es que hace seis meses que no paro de llorar.
Entonces está llorando algo más. Y lo tomé en tratamiento sobre la base que no estaba acompañando una condolencia. O por lo menos, que no era la condolencia de una pérdida conocida.

(8)Las (de)posiciones de los analistas.

domingo, 4 de junio de 2017

PSICOANÁLISIS, MUSICA Y ADOLESCENCIA por Lic Mabel Carné

PSICOANÁLISIS, MUSICA Y ADOLESCENCIA



“...Hubo un tiempo que fui hermoso
y fui libre de verdad,
guardaba todos mis sueños,
en castillos de cristal,
poco a poco fui creciendo ,
y mis fábulas de amor,
se fueron desvaneciendo,
como pompas de jabón...”                  

                                                                 Sui Géneris, “Canción para mi muerte”




Es un concepto relativamente reciente.  Nació en occidente. En las sociedades no evolutivas, el paso de la niñez al estado adulto, está más claramente marcado que entre nosotros.  El paso se realiza a través de pruebas de iniciación que son diferentes según las sociedades, pero todas sirven a la integración social del sujeto en el mundo de los adultos.

Intentaré articular fragmentos de canciones escritas por adolescentes de los años setenta y actuales, Sui Géneris, Charly García y Nito Mestre y el Grupo “Disturbios Permitidos”, respectivamente, así como también un fragmento de diario íntimo  de una adolescente de quince años.

Estos trabajos me parecieron paradigmáticos del acontecer adolescente y articulables con los aspectos teóricos  más relevantes de esta etapa de la vida.

Reflejado en la música, en este caso, aparecen los distintos trabajos con los que se enfrentan:
Segundo momento donde se manifiesta la escritura, tan originalmente como en la niñez.

En la adolescencia se vuelve al objeto transicional.
Se inaugura una nueva escritura de la subjetividad. Se produce una transformación en el cuerpo.
Se inaugura la genitalidad.


         “...Un día descubrí que empezaba a crecer,
         mentí,lloré y creí.
        De pronto fui un varón  que no tenía mujer,
        Y quise poderla conseguir,
        ¡Qué tonto fui, se rió de mí ¡...”                

                                                                                Sui Géneris, “Cuando comenzamos a nacer”



Lo que era, ya no es lo mismo. La pubertad y la adolescencia, pérdida de lo que  antes acontecía en el sujeto pero además en una nueva combinatoria. Lo anterior está presente, pero no alcanza por sí  mismo. El otro completa nuestra mismidad. No basta con que uno/una se sienta hombre o mujer. Se necesita de este otro que nos mire como hombre o como mujer, es decir para construir la propia sexuación. Aparece otra vez la mirada, como fue para el bebé la mirada de la madre.

Juegos de seducción entre chicos y chicas. Se acaba la seducción infantil, se agrega la genitalidad. Hay un fin, ya no son esos padres de la infancia, sino cargados de la genitalidad adulta.
A continuación transcribo un fragmento escrito de una adolescente de quince años, en pleno enamoramiento:

     “...  Paso horas pensando y recordando su rostro,
     su voz y su mirada...”.
     “...mas son esas lágrimas invisibles y dolorosas
     que expresan tanto amor de una persona como
     yo, sin experiencia y sin saber qué hacer con
     tanto amor que serviría para llenar los corazones  de los niños
     que no tienen padres...”.


El otro se reconoce en la diferencia. Se reconoce como complementariedad, ayudando a que inscriba que yo soy diferente, que se puede gozar en la diferencia y de su diferencia. Dimensión de la otredad. Transformación en el cuerpo.
  
    “... Y una historia a quemar,
    temblándome en la piel...”.

                                                           (Joan Manuel Serrat, “Mi niñez”)

Siendo la adolescencia una masa de acontecimientos, existe una exigencia de trabajos que Dolto piensa como “castraciones simbólicas” necesarias para la estructuración subjetiva, donde el propio sujeto es el protagonista.
Un adolescente tiene que realizar el trabajo de religar, desligar y volver a ligar más cosas y de un modo distinto.

En la infancia:

   “... La escuela estaba ahí esperando por mí
   mi patio, mi banco marrón...”.

En la adolescencia:

   “...  Y ahora miro atrás un poco,
   y hace tanto que pasó,
   y todo lo que yo amaba,
   ya no es mío y se escapó.
   Y ahora estoy tan confundido,
   niebla y humo alrededor.
   ¿ Dónde está el sol?
   ¿ Dónde está Dios?[1]
   Dime quién me lo robó.
   Tengo que elegir
   es tiempo de partir,
   mi vida, mi amor y mi luz...”.

                                                           (Sui Generis, “Dime quién me lo robó”)



            Este fragmento, revela con claridad, otro de los trabajos que es el pasaje de lo familiar a lo extrafamiliar, en un sentido, no de simple pasaje sino de una verdadera metamorfosis.
            El campo social en su plenitud, funciona como espacio transicional para el adolescente.
            Si el sujeto se vuelca al campo social y lo conquista, estamos en presencia del final del complejo de Edipo.
            El amigo y su función es estructurante, no sólo que tenga amigos, sino que disponga de esta categoría simbólica.
            El amigo ayuda a atenuar los rigores del sujeto en formación.
            Así como el extraño causaba angustia en lo familiar, el amigo produce una transformación del objeto transicional.
            Transcribo a continuación el fragmento de una canción de Sui Generis “Amigo, vuelve a casa pronto”, donde se refleja el valor del amigo, frente al miedo que produce la salida al mundo.


   “... El poderoso tiempo que nos toca,
   amigo lo que no sirve no va.
   Y quedan unas pocas cosas nuestras,
   para seguir a flote nada más”.
   Tus palabras ya son muy lejanas,
   Y tu voz de pálida se para.
   Amigo mío, vuelve a casa pronto,
   Cuéntame todo, cámbiame todo,
   necesito hoy tu resurreción, tu liberación,
   tu revolución...”
   “... Bueno es que hoy estemos juntos,
Hablando de las cosas por llegar...”.


            Lo que Winnicot llamaba “dejar caer” y Rodulfo agrega y desdobla entre un “tiempo de arrojar y un tiempo a veces volver a traer”, se repite en la adolescencia con este arrojar cosas de la infancia, elementos para sentirse grande, que son familiares y ante la sorpresa, el miedo que provoca lo nuevo, lo extraño ante el miedo que produce su propia deseancia, vuelve a traer lo conocido, lo familiar transformado.

            A continuación un fragmento de la canción “Qué sucede?”, del grupo de rock  “Disturbios Permitidos”:

    “¿Qué sucede que nada es como ves?
    Todo el mundo está puesto al revés,
     Me enseñaron que no lo debo hacer,
    Que la droga no produce placer,

    Déjame acercarme a ti
    Solamente prefiero sonreír
    No me digas que no me puedes ver.
    Porque sabes mi amor,
    puedo morir”.


Pasaje  a lo genital, la gran tarea de la adolescencia, la función del orgasmo, en sentido
de una verdadera  intersubjetividad. La iniciación sexual , es todo  un acontecimiento estructurante.


Luego será el verse como otro, para lo cual, se dirige no hacia su familia, sino hacia todo el
campo social.
Los nuevos ideales: La banda, el grupo, base de consolidación.
           
Otro más abstracto que el de la primera infancia.
Aparece el adolescente como historiador, y aparece también el pasaje  del jugar al trabajar.
La adolescencia influye mucho en lo que se  manifiesta como evolución social. Los adolescentes eligen modelos  de identificación social.
Mannoni dice: “La pubertad tiene efectos físicos y  psicológicos, pero no pone en tela de juicio lo social, en tanto la adolescencia, ya amenaza con crear un conflicto  de generaciones”.
Winnicot observa que el adolescente no pide tan sólo ser comprendido, esto va acompañado de intransigencia. 
            Winnicot dice  que “la sociedad debe aceptar la crisis como un hecho normal y que debería guardarse de remediarlas”.
            Dice: “La sociedad no es lo bastante sana, es decir sensata para que pueda tener dominio. Las autoridades no  deben tomar medidas a favor o en contra de los adolescentes”.

En aquellas sociedades que evolucionan rápidamente, la adolescencia desempeña cierto papel de manera bastante encubierta: La adolescencia influye mucho en lo que se manifiesta como evolución social.  Si tuviéramos un buen conocimiento de lo que fueron las crisis de la adolescencia de los hombres que influyeron en su época, ese conocimiento nos sería útil para comprender los efectos sociales de esas crisis.

“En el individuo que crece, su des-asimiento de la autoridad parental es una de las operaciones más necesarias, pero también más dolorosas del desarrollo.  Es absolutamente necesario que se cumpla y es lícito suponer que todo hombre devenido normal, lo ha llevado a cabo en cierta medida.  Más todavía: El progreso de la sociedad descansa, todo él, en esa oposición entre ambas generaciones”.

                        S. Freud “La novela familiar del neurótico”(1908)

         Una de las características de la adolescencia es la elección de nuevos modelos de indentificación, que a menudo no los encuentran.
            En las sociedades más estables que la nuestra, esos modelos son más evidentes, por eso las crisis de la adolescencia son menos visibles.
            ¿Existen hoy sociedades más estables?. ¿Cuáles son?. ¿Por dónde pasa la estabilidad?.
            El sujeto está obligado a condenar las identificaciones pasadas. Sabe que ya no es un niño, y si no lo sabe, no faltará quien se lo recuerde, y sabe también que no es un adulto y esto es algo que se lo recuerdan aún más.
            El adolescente comienza a perder sus antiguas identificaciones, por eso tienen el aspecto de algo prestado: sus ropas y sus opiniones son prestadas.


            En su  trabajo  sobre un adolescente imaginario, “Norbert Harold de la Gradiva  de Jensen”,              Freud dice:

            “Hay una relación entre psicoanálisis y literatura: los grandes escritores son nuestros verdaderos maestros, porque tienen acceso a fuentes que nos están cerradas”.

            Exigencia de trabajo psíquico por realizar, poner en memoria su historia, para poder proyectarse a un futuro. Escritura  de una autobiografía que incluye un trabajo de construcción y
reconstrucción de un pasado vivido.



Bibliografía


-          Rodulfo,  Ricardo.  Estudios Clínicos: Del significante al pictograma, a través de la práctica psicoanalítica.  Cap. X : “ El adolescente y sus trabajos”.
-          Mannoni, Octave.  La crisis de la adolescencia.
-          Lo Giudice, Alicia.  Los trabajos de la memoria. Reinscribiendo, recuperando una historia.
-          Gutton, Phillippe.  Lo puberal
-          Assoun, Paul – Laurent. La pareja Inconsciente: Amor freudiano y pasión postcortés.




[1] Caída de los padres, caída del Rey.

lunes, 22 de mayo de 2017

Ecos de la visita de Radmila Saguris por Margarita Urano

Se me ha ocurrido que quizás estuviera bueno aprovechar la visita de Radmila conversando en éste ámbito sobre ella; me pareció muy interesante lo de "psicoanálisis en la calle" ella misma se ubica viniendo de la calle y creo lo dice sacándose de encima el vestuario curricular de los títulos y quizás insignias transferenciales que no le interesan; en algunas reuniones para mí estuvieron presentes esos ecos de sus dichos en Debates, una demanda de llaneza en el discurso...así como viniendo de la calle y refiriendo el sujeto-paciente que viene de la calle en una invitación a hablar de esa calle de la que viene porque no todos los sujetos venimos de la misma calle aunque sea la misma literalmente, son muchos los ruidos y a veces ensordece un poco; No dejó de hacer referencia al tema eje que convoca a Debates este año, quizás alguna diferencia entre lazo social y vinculo, el lazo dice de lo colectivo y lo colectivo se ve y se escucha en la calle, la gente en la calle juntándose, protestando, pidiendo, compartiendo, durmiendo en fin la calle es un lugar que quizás para muchos o para algunos es más seguro que bajo el techo familiar, algo de eso creo hablamos hace un par de miércoles, una pena que fuimos tan pocos sobre todo por la deriva de las ideas.

El psicoanálisis se abrió desde su principio  hacia lo más íntimo de la vida psíquica individual, a lo inconsciente, y a lo que viene de los otros.
La vida social está hecha de acontecimientos vividos por la comunidad que son parte de la producción social de subjetividad  y originan o dirigen comportamientos; hemos vivido una época  de pobreza, exclusión y desocupación, lo hemos vivido en nuestros consultorios, con la producción de depresiones, intentos de suicidio etc. El fantasma de la exclusión se enlazaría con otros acontecimientos traumáticos. Actualmente no de actualidad inmediata ya tiene algunos años, se presenta el ataque de pánico, ese  desborde de angustia  que parece un demonio que posee el cuerpo del sujeto con sensaciones casi terroríficas.
Sabemos también de los modos de disciplinamiento del poder que se apoya y se sirve de estos si no es que los produce.
La puesta en escena que hacen los medios de una supuesta inseguridad extrema ha llevado al encierro incluso de los niños ( doble escolaridad, tareas múltiples etc. y todo guinoado. ), también esto  aparece en discurso que apunta a la inexistencia de un lugar suficientemente seguro, los asesinos violadores y ladrones pueden burlar todas las custodias legales y presenciales, entrar a cualquier casa o están en la familia; el miedo no lleva al cuidado. lleva a la parálisis y a la auto exclusión, el sujeto queda solo .
Hay una creencia en la satisfacción a través del consumo. Un intento de huída de todo padecimiento y dolor asimismo de la tristeza, se trata de consumir  la pastilla que calmaría la tristeza, confundiendo tristeza con depresión;  personas convertidas en objetos de consumo ya no en personas con quienes encontrarse; junto a esto aparece la gente en la calle, no se me escapa la marginación, la carencia, la falta de vivienda o de un estado que no  provee contención. Sin embargo si salimos a la calle podremos ver que la mayoría de estas personas están de a dos o tres,  o más, que se juntan alrededor de un fuego en invierno,  se solidarizan entre ellos y se cuidan; si del lazo social se trata,  contar con otros y tener otros para contar la vida.
Lazo social en tanto, genera a pesar de todo, nuevas formas de asociación que es necesario conocer en profundidad, con esquemas novedosos y fragmentarios. De este modo, las relaciones sociales, se dificultan a partir de una crisis de pertenencia e identidad, ligada a la caída de las formas típicas de socialización. El discurso lacaniano dice: "Por el simple efecto del lenguaje se precipita el lazo social".
Ahora bien, aquí nos encontramos en un campo  con otras disciplinas, como la política. Entendiendo la política desde Aristóteles como "todos los asuntos que se refieren a la "polis", la ciudad”, es en la polis donde el lazo social y el pacto se efectúan.
No está únicamente en juego la estructura del sujeto, está el lazo social que las instituciones promueven, ellas establecen las "leyes de intercambio". Nos encontramos en un territorio que es pertinente de nuestra práctica y no lo es.
Nuestra clínica es de lo singular, singular que no deja de estar en relación con el conjunto. La  posición propia del analista permite una escucha privilegiada de la subjetividad de la época, lo que da lugar a algún decir y hacer con respecto a los asuntos de la ciudad, de las instituciones de la misma, dónde el lazo social se efectúa. Ahora bien, los psicoanalistas también somos parte del  colectivo, implicados en uno y los otros.
Casi siempre repetimos esta puntuación de Freud al referirse a los procesos colectivos, respecto a la precipitación del sujeto en los efectos de masa, de identificación, agrupamiento, "soldadura" a los otros.
Bion y Pichon, desde diferentes posiciones analíticas y con distintos métodos, señalan a la tarea como posibilidad de resolución del colectivo.
Es posible que las instancias de producción de lazo social en las estructuras colectivas permitan acotar el goce obsceno.
Ulloa se interrogó sobre cómo, desde el psicoanálisis se puede incidir sobre las estructuras colectivas y propuso el “estar psicoanalista”, al abordar el colectivo y aún dice: “En las estructuras colectivas, el psicoanálisis está como invitado”. “El analista es convocado pero no demandado como tal”. “una subjetividad y una conciencia distinta se producen al sacar a la gente de la idiotez”. “Me refiero a idiota en
el sentido griego de alguien que no sabe lo que está haciendo, no tiene ideas claras sobre su oficio y su responsabilidad”. Las intervenciones apuntan a la posición del sujeto en relación al otro y a la tarea.
También Freud  se preguntaba  en el capítulo VI de Psicología de las Masas : “Si ese sustituto (el líder) podría ser reemplazado por una tendencia compartida, un deseo
del que la multitud pudiera participar.”

Colette Soler usa el discurso capitalista que Lacan nombrara, dice ella, un par de veces y no dejara escrito (salvo en aquel pizarrón milanés, últimamente releyendo el escrito sobre el pase vuelve a nombrar este discurso junto a Marx para nombrar la plusvalía y el plus de goce), un discurso que quizás no lo sea; una cosa es el discurso del capitalista y otro el discurso del capital, éste último es un sistema monetario al que las verdades singulares le son indiferentes.
De esta forma se forcluye el lugar de la verdad y se establece una circularidad sin tope de lo imposible,  donde no funciona la castración.
 Los efectos: Segregación, depresión generalizada, y ambición  sin coto.
El capitalista es entonces un discurso sin castración pero con entropía, se autoconsume, un exceso de ganancia que crea un exceso de pérdida. Un discurso marcado por la pulsión de muerte y un imperativo superyoico de goce que lo lleva aceleradamente a su consumición. En algún otro lugar que no recuerdo me parece que Lacan habla de “estallido” del discurso capitalista.
El discurso colectiviza, la verdad individualiza, esto último en el sentido de la diferenciación.
Soler se pregunta si triunfará el capitalismo y dice ser optimista  ya que la verdad del goce singular no puede desaparecer,  en tanto que lo forcluido reaparece en lo real, aparecen síntomas singulares a los que el capitalismo es indiferente, como intentos de individuación. La singularidad del sujeto no puede desaparecer, aparece la inversión de formas de goce sintomático. El capitalismo deshace los lazos sociales clásicos pero permite otros tipos de colectivos.
Este texto a continuación no es de mi producción creo, lo tenía en otro texto que escribí hace tiempo en el que no figura autor.
“Las referencias al discurso capitalista podemos encontrarlas en Lacan en el Seminario 16, 17, 18, también en el “Saber del Psicoanalista”, en la Conferencia Sobre la Experiencia del Pase del 3 de noviembre de 1973 y en “Radiofonía y Televisión”.
Pero es especialmente en su conferencia de Milán del 12 de mayo de 1972 donde escribe su matema.

$        S2                      
S1         a
Lacan realiza la inversión de los términos de la izquierda de su matema, modificando la escritura del discurso del amo. Ubica al sujeto en el lugar del agente, creando una apariencia de falso Amo en tanto liberado de las insignias identificatorias del S1 que podría comandar el discurso sin determinación alguna. Hay un rechazo de la verdad del discurso y en vez de estar determinado por ella la dirige, esto es central en la comprensión de este nuevo aparato de tramitar goce, porque explica la necesidad de Lacan de crear un nuevo discurso para pensar el lazo social en la época.”

Algunos de nosotros psicoanalistas nos animamos con estos sujetos, estas nuevas formas, podemos ir a ellos o recibirlos según sea la posibilidad; quizás no se trate de un psicoanálisis con “todas las de la ley” pero sí de una  escucha que pueda poner alguna  palabra o una intervención que empuje a la reflexión respecto a la realidad social del sujeto.  
                                                                   Margarita Urano.