PRESENTACION: la creacion de este blog responde a la necesidad que fue surgiendo en las reuniones de PSICOANALISIS EN DEBATE de favorecer los intercambios de textos que se han ido exponiendo. El mismo es abierto, es decir, puede funcionar como recurso interno a los concurrentes habituales y tambien para los interesados que quieran tener una idea de la historia del grupo a traves de los textos que nos han ido interesando sucesivamente
jueves, 29 de noviembre de 2012
miércoles, 21 de noviembre de 2012
La brecha del Tiempo por Luis Vicente Miguelez
La brecha del Tiempo
La valoración de la experiencia está desapareciendo de
nuestra cultura. Giorgio Agamben, en su libro “Infancia e historia” que
precisamente lleva por subtitulo “Ensayo sobre la destrucción de la
experiencia”, plantea que su ocaso constituye un rasgo característico de
nuestra época.
“Actualmente ya nadie parece disponer de autoridad suficiente para
garantizar una experiencia, y si dispone de ella ni siquiera es rozado por la
idea de basar en una experiencia el fundamento de su propia autoridad, por el
contrario lo que caracteriza al tiempo presente es que toda autoridad se funda
en lo inexperimentable y nadie podría aceptar como valida una autoridad cuyo
único título de legitimación fuese una experiencia. Y continúa Agamben diciendo más adelante “…la
humanidad ha perdido la experiencia, lo cual no significa que hoy ya no existen
experiencias pero estas se efectúan fuera del hombre.”
El psicoanálisis, por
el contrario, recupera la experiencia para la vida y la coloca en el centro de
su praxis.
La repetición
rutinaria, la banalidad de lo cotidiano, destruye toda nueva experiencia.
Efectivamente, como señalaba Agambem, esto no quiere decir que las experiencias
no ocurran sino que no nos apropiamos de ellas y quedamos tomados por la monotonía
de la reproducción de lo mismo o por la contracara de la misma moneda, la
vorágine de la persecución de lo
novedoso.
La ciencia
contemporánea ha contribuido también a dar por tierra con la experiencia como
fundamento del conocer y, en el camino de la exaltación del conocimiento puro,
la convierte en experimento. Transformada de la mano del pensamiento científico
en experimento o en “caso”, deja de referirse a sujetos reales y pierde su
carácter temporal y singular.
Ahora bien, aunque se
la minimice, por menos crédito que el mundo contemporáneo le dé, es condición inaugural de lo propiamente
humano.
En tanto que el hombre no habla desde siempre, tiene que entrar en el
lenguaje y debe, como bien indica Agamben,
hacer la experiencia esencial de apropiarse de la lengua.
Cada vez que alguien
dice yo pone al descubierto la
escisión entre el lenguaje como provisión de signos, cúmulo semiótico y como
habla. La posición constitutiva del ser humano no es tanto que hable sino
que no hable desde siempre, es decir, que deba introducirse en la lengua,
apropiarse del habla, para lo cual tendrá que tomar la palabra que le viene
inauguralmente del Otro[1], y
hacerla propia. Deberá paradojalmente crear lo que le es dado[2], o en
el sentido que da Freud a las palabras del poeta, deberá apropiarse de lo que
ha heredado para hacerlo suyo.
Cada vez que se toma
auténticamente la palabra, se produce un acontecimiento, un acto de
enunciación, un pasaje donde el decir se abre paso entre lo dicho, verdadera
experiencia realizadora de subjetividad.
En el análisis el
paciente habla de lo que le sucede, de lo que anhela, de lo que padece, también
su callar, si se está atento a ello, es un modo de decir. Es pertinente para el
analista, hacerse la siguiente pregunta: desde qué lugar y desde qué tiempo el
sujeto habla.
La interpretación
psicoanalítica reconstruye en primer término las coordenadas de tiempo y
espacio donde situar la enunciación. En ese sentido, la experiencia del
psicoanálisis recobra memorias y convierte la secuencia transitoria del relato
en un acontecer histórico.
La construcción en
análisis es la interpretación que otorga nuevo lugar y provee de temporalidad a
los acontecimientos fundamentales de la vida de un sujeto, posibilitando su
implicación en los mismos.
La experiencia del
análisis produce en la linealidad temporal y homogénea que uniforma una vida, brechas, cortes que
transforman al tiempo en algo pleno y real. Modifica la concepción habitual que
se tiene de lo temporal, esto es, como cinta deslizante a la que se está
montado y medida universal de lo que acontece. La brecha imprime en el tiempo
otra consistencia, lo constituye como sitio, territorio posible en el cual un
sujeto se puede reconocer en tanto sujeto de enunciación[3]:
tiempo desde el que habla, tiempo apropiado. Propicia, entonces, la
construcción de una verdadera temporalidad histórica.
Denomino a este hecho
con el término brecha para subrayar su naturaleza de ruptura, de irrupción
sobre la linealidad y el continuum temporal. Brecha en tanto lugar donde puede
habitar un sujeto.
Nietzsche expresa, en
los términos de su pensar, que el superhombre es quien pueda hacer del así fue,
un así lo quise. Elevarse por medio de la voluntad por encima de la corriente fugaz
de los hechos: el pasado que no depende de nuestra decisión tiene sólo el
efecto de vaciar de sentido al presente. Si para la praxis psicoanalítica
el pasado no queda clausurado por lo que ya fue, es porque hace de la historia
el modo particular en que cada uno “decide” [4] tomar
lugar.
Rememorar el pasado,
entenderlo, conjeturar sobre el por qué de las cosas es seguramente una
práctica de investigación y de conocimiento histórico, pero tiene escaso efecto
de cura analítica. La apuesta que hace la práctica psicoanalítica es la de que
no hay clausura de lo que ya fue, de lo que ha acontecido sino por el contrario
concibe al pasado en tanto experiencia viva, donde el sujeto puede tomar aún
lugar al decidir en consecuencia. Construir el pasado no es tanto recordar sino
poder elegir una de las múltiples direcciones posibles que se habilitan en el
momento en que el sujeto logra tomar nuevamente la palabra, y a su vez la
contingencia de habitar un presente que no esté determinado absolutamente por
lo que ya fue[5].
Sin embargo lo que vivenciamos cotidianamente es que el pasado acompaña
como una sombra al presente, pero paradojalmente sin haber sido nunca a su vez
actual. Esto es efecto de que la temporalidad subjetiva está condicionada por
el anudamiento pulsional. Como consecuencia de que el objeto de la pulsión se
recrea como perdido en cada nuevo hallazgo, viene a infiltrarse en nuestra
representación temporal una especie de nostalgia por el pasado. La temporalidad
que nos constituye se expresa bien en dos concepciones freudianas: hallar
el objeto es volver a encontrarlo, la realidad es lo pasible de ser
reencontrado.
La sensación subjetiva de pasado indefinido que acompaña al suceder
actual responde a esta lógica del reencuentro. El acontecimiento presente
pareciera manifestarse acompañado de una forma de anterioridad, de lo que ya
fue, aún sin haberlo sido.
Esta connotación del pasado sobre el presente la hallamos expresada en
su forma extrema en el fenómeno de déjà
vu. En éste el sujeto percibe que lo que está viviendo es idéntico a algo
que ya ha vivido. Si bien no logra situarlo
temporalmente, es decir, no puede reconocer exactamente cuándo
ocurrió, tiene la certeza de que lo que
está viviendo es la repetición de algo que ya pasó. El tiempo en el que se
sitúa el fenómeno de déjà vu es el
del pasado indefinido. Un sujeto dirá no sin cierta turbación “viví algo
idéntico a esto”, “esto me ocurrió antes
pero no sé cuando”.
La explicación que Henri Bergson da del fenómeno de déjà vu en un
articulo que se titula “El recuerdo del presente y el falso reconocimiento”
aporta elementos de sumo interés para el psicoanálisis. El título “recuerdo del
presente” es de por sí un oxímoron, invita a reflexionar sobre una situación
paradojal que se presenta respecto a la memoria.
Para Bergson el fenómeno de déjà vu
revelaría con la lente de aumento de una suerte de psicopatología de
la vida cotidiana el funcionamiento de la percepción y de la memoria.
Postula que la percepción y la memoria comparten con el fenómeno de déjà vu una
condición fundamental que, sin embargo, permanece oculta a un análisis
superficial del mismo: la inscripción del recuerdo coincidiría temporalmente
con el momento de la percepción. Considera erróneo suponer que recién cuando lo
percibido no ocupa nuestra percepción se lo retendría como recuerdo, portando
entonces un índice de pasado. Por el contrario, propone que es en simultaneo
con la percepción que se abren dos direcciones paralelas y conjuntas, una, la
percepción actual propiamente dicha y otra la inscripción de lo percibido como
recuerdo. Por lo tanto toda percepción porta en el mismo momento de registrarse
el signo del pasado, de un pasado indefinido, de un “ha sido” que se inscribe
en bajorrelieve como pasado general.
“Todo momento de nuestra vida –manifiesta Bergson – ofrece, pues,
dos aspectos: es actual y virtual, percepción de un lado y recuerdo de otro. Se
escinde al mismo tiempo que se opone. Lo que se desdobla a cada instante
en percepción y recuerdo es la totalidad de lo que vemos, oímos o
experimentamos, todo lo que somos con todo lo que nos rodea”.
Retomando la noción freudiana de primera experiencia de satisfacción,
nos encontramos a partir de esta lógica con que en ella se inscribe la idea de
un tiempo anterior, no pudiendo afirmarse que ella sea efectivamente la primera
experiencia a la cual las siguientes remiten, sino que con ella se
registra un ya ha sido de ella
misma.
En concordancia con esto, a la primera experiencia de satisfacción no
deberíamos entenderla como una medida inaugural para las subsiguientes, sino
que, ella misma estaría marcada por una remisión a un pasado de sí misma -
resultante de la inscripción simultánea de la experiencia como percepción y
como recuerdo – y, por consiguiente, constituiría el punto de partida como un
real ya perdido.
Bergson,
en ese mismo artículo, presenta al futuro como un recuerdo del porvenir. Dice
textualmente: “¿No anticipamos en cada momento algo del momento siguiente?”
“Este instante que va a venir está ya invadido por el instante presente; el
contenido del primero es inseparable del contenido del segundo, si el uno es a
no dudarlo un recomenzar de mi pasado, ¿cómo el instante por llegar no lo seria
igualmente?”
“Así me encuentro sin cesar, frente a lo que está a punto de llegar, en
la actitud de una persona que reconocerá y que por consiguiente conoce. Como yo
no puedo predecir lo que va a suceder, veo que no lo sé, pero preveo que voy a
haberlo sabido, en el sentido de que lo reconoceré cuando lo perciba, colocándome
– concluye Bergson - en
la extraña situación de una persona que siente conocer lo que sabe que
ignora.”.
Si en el
momento presente anticipo algo del futuro, éste adquiere la modalidad que tiene
el presente. ¿Cuál es la modalidad que tiene el presente?, que se inscribe ya
como recuerdo. Por consiguiente, una anticipación del porvenir se convierte en
un recuerdo del futuro, se configura como futuro anterior.
El “lo habré sabido” remite al futuro de un pasado, como si ya se
hubiese realizado ese futuro. El sujeto pareciera desdoblarse en un narrador
que, situándose temporalmente en el futuro, cuenta algo que aún no le ha pasado
al personaje pero que el narrador ya sabe que le pasó.
Coincidentemente, se considera que el fenómeno de déjà vu es
acompañado por una sensación de extrañamiento, por una vivencia de
desdoblamiento del sujeto, como si fuera espectador de lo que está viviendo.
También durante su ocurrencia ciertas palabras familiares se le vuelven
extrañas, y quien lo experimenta tiene la sensación de que fueron dichas con
anterioridad, adquiriendo una connotación de rareza. Esta característica que
acompaña al fenómeno da la pista que, a mi entender, permitirá ofrecer una explicación al por qué de la concurrencia
simultanea de la percepción y el recuerdo.
Es necesario evocar al respecto, que toda palabra tiene una función de
uso y otra de mención. Se usa la palabra y al mismo tiempo se puede hacer
mención de ella y referirla al código.
Uno puede estar usando una palabra y de pronto detenerse y ponerla entre
comillas. Hacer una mención es ponerla en relación con el tesoro de la lengua,
con la dimensión sincrónica del lenguaje.
Una palabra puede ser sacada de la dimensión de uso y pasar al de
mención en una misma frase, pero si esto se da simultáneamente se produciría
una situación parecida a la del recuerdo del presente.
En este sentido, ese antes no fechable que se genera en toda
percepción, puesto a cielo abierto por el fenómeno de déjà vu, es efecto de la
lengua preexistente en el habla. Es lo ya dicho como enunciado potencial de la
lengua, es lo percibido que en tanto pasa por la grilla de la significación
encuentra en la condición misma del lenguaje humano el hecho de que éste remite
al “entonces” de la lengua. Habría, por consiguiente, una potencialidad que
precede todo acto perceptivo.
Agamben definía la experiencia en general como la manera de hacer de ese
entonces de la lengua un estado actual y propio: la experiencia como la
manera particular en que alguien al tomar la palabra se inscribe en ese
entonces que es la lengua.
Cualquier representación está acompañada pues, de un antes sin fecha, es
el efecto nostálgico que se le adhiere. Proviene de la circunstancia de que la
lengua anticipa lógicamente al habla. Como si viviéramos sin saberlo en
un déjà vu eterno, la sensación que nos produce es la de que no hay nada
nuevo bajo el sol. Habitamos una reducida historia. No tan ajena a lo que los
antropólogos, refiriéndose a los pueblos “primitivos”, han denominado sociedades
frías, que mediante ritos transforman los acontecimientos en estructura eterna.
Producimos historia en tanto haya lugar para nuevas experiencias, aquello que
se resiste a que la vida se reduzca siempre a ser un recuerdo del presente.
La experiencia del análisis resiste ese efecto estructural de convertir instantáneamente
lo nuevo y diferente en un ya ha sido, a disolver el decir en lo ya dicho. Si
el presente queda reducido a lo que ya fue, si el futuro remite a un habrá
sido, ya nada vale la pena, como diría Nietzsche. En un futuro establecido
por ese devenir no hay lugar para el asombro.
Cuando la palabra refiere, siempre es remisión al pasado, pero también
la palabra tiene efecto de realización, lo que los lingüistas denominan el
aspecto performativo[6] del
habla. El efecto realizativo o performativo que adquiere la palabra en la
interpretación analítica impide el eterno retorno de lo mismo: inaugura una
posibilidad para lo nuevo como apuesta, como asombro. El acto psicoanalítico da
cabida a lo ignorado en la historia personal, da lugar a una
experiencia que posibilita un movimiento diferente al déjà vu. El
dispositivo del psicoanálisis - dicho esto en términos generales- procura
conformar un espacio donde se pueda jugar algo del orden de la decisión, de la
palabra en su forma de enunciación realizativa.
No obstante, también se puede imaginar un análisis enfermante, que al
pretender aferrarse a una determinación cerrada y reiterativa, un volver
constantemente sobre lo que ya ha sido, no produciría ningún acto, no
posibilitaría ningún corte, ninguna brecha en la reproducción de lo mismo.
El acto analítico eficaz, por el contrario, es el que consigue producir
un corte en esa temporalidad inapelable, posibilitando la oportunidad de que el
sujeto pueda, tal vez por primera vez, apropiarse de su experiencia.
Luis Vicente Miguelez
Capítulo 1° del libro Astillas en el tiempo,
Editorial Letra Viva 2010
Referencias bibliográficas
G. Agamben, Infancia e historia. Ensayo sobre la destrucción de la
experiencia. Editorial Adriana Hidalgo, 2001
H. Bergson, La energía espiritual. Ensayos y conferencias. Editorial
Claudio García & Cia, Montevideo, 1945
S. Freud, La negación. Obras completas, tomo III. Biblioteca Nueva
Editorial Madrid, 1968
S. Freud, Una teoría sexual, Obras completas, tomo I. Biblioteca Nueva
Editorial Madrid, 1967
F. Nietzsche, La genealogía de la moral. Alianza Editorial Madrid, 1980
[1] Otro como tesoro significante y como auxilio
primordial ante la indefensión del ser. Deberá el infans encontrar las
mediaciones adecuadas – aquellos otros – con los cuales hacer la experiencia
real de habitar una lengua.
[2] Feliz expresión de Winnicott para referirse al
vínculo con el objeto transicional, primera posesión del sujeto.
[3] Movimiento fulgurante entre el decir y lo dicho
[4] Decisión que no atribuyo a
la voluntad sino al trabajo elaborativo que propicia el análisis y que es
mayormente inconsciente
[5] Acción que permite
distinguir nostalgia de melancolía.
[6] La lingüística contemporánea considera
enunciados performativos a aquellos que
llevan a cabo actos mediante su sola
enunciación. A diferencia de los enunciados descriptivos no hablan sobre las
cosas sino que, según la feliz expresión de Austin, hacen cosas con las
palabras. Utilizo el término pues considero que la interpretación
psicoanalítica, más que predicar sobre lo sucedido, constituye un verdadero
acto de palabra.
jueves, 15 de noviembre de 2012
miércoles, 7 de noviembre de 2012
jueves, 1 de noviembre de 2012
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