miércoles, 11 de mayo de 2016




 VANAGLORIA

                                                                            Oscar Stagnaro
                                                                                                                                          
                    
Juan llegó a mi consultorio cuando corría presuroso hacia su finalización el año 2000 para desembocar en el tumultuoso 2001, con su presagio de crisis para los habitantes de esta ciudad. Se había significado el primer día de aquél año como el arbitrario comienzo de un nuevo milenio. El discurso del Capital, particularmente en Occidente necesita crear hitos, vacíos de significancia, pero que muevan a consumir algo, que prometan la recuperación de una posición Ideal…
Juan, de un modo que no me quedó muy claro y que él se encargó de mantener en las tinieblas, dirigía una empresa, en la cual años antes había tenido dos socios locales…
En aquel momento me llamaba la atención, que sus frases comenzaban con un tono de voz claro y alto y a medida que se desplegaban se hacían ininteligibles, muy difíciles de escuchar, lo que me obligaba a preguntarle con frecuencia: “que dijiste?”.
Para graficar este efecto de fonación en su uso del significante, me resultaba parecido al de Fidel Pintos en la “Mesa del Café” de los ’70, del siglo pasado, y sepan disculpar una referencia tan lejana a uds!
Al llegar a la consulta, su socio era una empresa multinacional, hecho usual a fines de los ’90, si bien él retenía una minoría accionaria, ya no era ‘el’ dueño, pero conservaba parcialmente la dirección técnica de la misma, no así la conducción financiera y gerencial. Sobre él estaba el “presidente de la compañía”, puesto por sus ‘socios’.
La gran promesa del nuevo milenio para él a sus 55 años, era aun mayor, Buenos Aires, sería sede en el 2002, de un Encuentro Mundial de su actividad y por su trayectoria en ese círculo, había sido designado ‘Chairman’ del mismo.
Ese augurio, ya a fines del 2001, quedó incumplido ante la imposibilidad financiera de los locales de hacer frente a la organización de dicho acontecimiento.
Era esa la escenografía, en la que Juan se movía entonces, pero él llegó preocupado por otros motivos.
Antes de entrar en ellos es necesario que recorra con uds. algunos conceptos que usaré aquí y que sólo enunciaré porque fueron desarrollados en escritos anteriores.
Muchos analizantes asocian la acumulación de dinero a potencia, a ‘símbolo fálico’.
Lacan, a lo largo de su enseñanza, nos advirtió la notación negativa (-) del falo ya que desde el descubrimiento de Freud del ‘complejo de castración’, no hay un ‘portador del falo’, sino castración (falta) para que sea posible una ‘sexualidad socializada’.
En su seminario RSI, en la clase del 11/3/1975 en lo que anuncia como ‘un testamento’ nos dice: “El falo es lo que da cuerpo a lo Imaginario… le da su consistencia como concepto”... “hay un Real que ex -siste a ese falo y que se llama: Goce”… “el parl’être pone un acento especial sobre ese falo, como semblante”.
Esa apariencia, agrego, suele ocupar el lugar del mismo falo y da cuerpo y consistencia a lo Imaginario
Dostoyevski en “Los hermanos Karamazov” nos marca a su estilo, que el psicoanálisis
irremediablemente  ‘sigue’ a la literatura y al arte en general, cuando afirma que en realidad: “el dinero siempre hace falta(-)!” (agrego, no presencia).
                                                                     1




En nuestra sociedad el dinero, y quizás más particularmente el dólar, ha sido reificado, lo cual podría desprenderse del leer en ellos la inscripción “In God we trust” y su divinización  quizás va de la mano de estos significantes.
Genuss, significante pocas y precisas veces usado por Freud, tiene en alemán, tanto la acepción de consumo, como goce, deleite o usufructo. Para Hegel, quien quizás lo introdujo en el campo filosófico, es subjetivo, imposible de compartir, inaccesible al entendimiento y opuesto al deseo.
El consumo es guiado por el fantasma de cada sujeto, seducido por su promesa de gratificación imaginaria, que los impulsa a endeudarse bajo su imperativo superyoico y gozador de: “pagar la culpa, de deberle algo a alguien”, el cual ilustro con el dato bancario, que desde hace años en Argentina, menos del 8% de los usuarios de tarjetas de crédito abonan el total de sus consumos mensuales, por lo cual lo que crece exponencialmente es la ‘deuda’, como corolario de la situación del país y/o del mundo...
Ello ha llevado, me parece,  a que quede establecido que el primer poder y quizás el más Real es el poder financiero, devenido consecuentemente poder bélico y una suerte de Ejecutivo transnacional que avasalla soberanías, sostenido entre otros factores por el Goce fantasmático de la ‘posesión’ de dinero, aunque éste, efectivamente, sólo tenga ‘valor de cambio’. Así Occidente logró que otra ficción, el dinero, funcione como Real, para que los neuróticos consuman y se endeuden…
Los analistas, más aun en este grupo, solemos estar interesados en la política, y más allá del hecho que ella nos atraviese por vivir en la Polis, creo que Ello también ocurre por otros factores.
Nosotros trabajamos con el significante y la política también. Sigo aquí a Boris Groys, quien en su libro del año pasado “La posdata comunista”.nos plantea que la Revolución Rusa de 1917, constituyó. “el proyecto más serio, radical y acabado de subordinar la economía a la política, la cual opera con la lengua”… “generando un  ‘lingusitic turn’ de la praxis social al intentar transferirse el funcionamiento social desde el medio del dinero al medio del lenguaje” Es quizás éste operar con la-lengua, aquello que liga nuestra praxis a una política, a un modo de intervenir en la polis a la que además le hemos propuesto un nuevo lazo social.
Freud y Marx tuvieron en común el colocar el síntoma en primer plano, al punto que Lacan en su clase del 10/5/1967 (Sem.XIV, “Lógica del fantasma”) nos dice: “La verdad, no tiene otra forma que el síntoma”. Luego en el seminario XVI, “De un otro al Otro” hace alusión a ‘El capital’ de Marx (precisamente a su parte 3, cap.5) al homologar plusvalía y plus-de-goce, afirmando: “aquello que el capitalista escamotea en su discurso es referirse a la plusvalía y ello es precisamente lo que le hace cosquillas en el vientre haciéndolo gozar”.
En mi praxis, muchas veces, el analizante, capitalista de síntomas, sonríe al relatar alguno de sus tropiezos sintomáticos, ríe con una mueca a veces algo presuntuosa, con una risa diferente a la franca y espontánea que desencadena un chiste oportuno y que me puede llevar a preguntarle:”¿Qué te causa gracia?”. Si bien las asociaciones son diversas, acordes a las situaciones recordadas, esa risa suele mostrar y ocultar a la vez, el inútil goce que produce el síntoma.
Apuntando allí, estimados colegas, a esa particular sonrisa jactanciosa que está más allá del sentido, el análisis suele progresar en su función, para mi, primordial, de atemperar, templar lo mortífero del goce.
                                                            2


Casualmente, ‘Ndrangheta’, como se denomina a la mafia calabresa, debe su nombre, (tomo aquí, una de las tres acepciones etimológicas, la de Ernesto Ferrero, autor del “Diccionario de la jerga italiana”) a una palabra usada en el sur  de Italia desde el siglo XV, que significa “voz y risa burlona, presuntuosa, imitativa, que se reproduce ante la perentoriedad de una acción o acto criminal”…
Las familias fundadoras de esta sociedad a comienzos del siglo XX y aun vigente para el delito y los negocios, que con el tiempo han sido cada vez más lucrativos, fueron: los Tripodo, Piromalli y los Macri, de la zona de Locride Ionico…
En los últimos años uno de los ejes de mi estudio ha sido el concepto de goce, la materia prima sexual a la cual el Inconciente apela para producir palabras, que suelen impulsar a los sujetos hacia el logro de la plenitud de un placer Absoluto, irremediablemente perdido en la castración, operación que posibilita el Deseo. Recomiendo la compilación que sobre el tema, realiza Néstor Braunstein (2006, Siglo XXI).
Gracias a este regodeo que constituye el  hablar, que quita el goce del cuerpo, los parl’être, a veces van al analista, a quienes el dinero les hace falta, y dicen sin querer, algo, en relación a sus síntomas.
En este sentido, hace tiempo escucho que insiste la cuestión de la posesión de los semblantes fálicos, para marcar fehacientemente la diferencia con los otros, que deben aparecen como privados, o mejor aun despojados  de ese goce. Vivimos lo que llamo, la violenta época del ‘uno’ quien se arroga el usufructo absoluto de aquello que los otros carecen.
Ello, paradójicamente, causa estragos en la vida de esos mismos analizantes aturdidos por el consumo, la apariencia y la mostración de esos semblantes, donde coloco en lugar princeps, el vano intento de la posesión de dinero. Éste, a su vez, les hace falta para pagar las sesiones lo que implica que algún otro goce deba perderse, en pos del de hablar…
A raíz de Ello, un día me encuentro pensando si habrá algún sujeto que pudiera ubicarse en el lugar de “moneda viviente” (concepto de Pierre Klossowski) o sea que pudiera fijar ‘per se’, cuánto dinero cobra por su actividad. Recorrí mentalmente lo que me pareció más cercano a ello, pensé en futbolistas de élite, psicoanalistas, espías, matones, modelos, pero en todos los casos me parecieron actividades  muy atadas a reglas, convenciones y estipendios fijados por algún otro. Se me ocurrió, como respuesta, quien creo pudiera estar en ese sitio es una prostituta free-lance!…(las habrá?)
Hasta hoy no tuve la oportunidad de recibir alguna que consultara y me permitiera corroborar esta hipótesis...

Los motivos por los cuáles vino Juan a las sesiones eran múltiples, se había divorciado hacía 5 o 6 años de su primer mujer, con la cual había tenido 4 hijos ya todos  transcurriendo el final de la segunda o promediando la tercer década de vida.
Más recientemente se había separado de su segunda esposa, a quien había conocido cuando ella ejercía la prostitución, con quien tenía un hijo de 3 años, y estaba en ese momento dirimiendo una batalla legal por ese divorcio. A su vez tenía novia, una chica menor que su hijo mayor, coetánea de sus hijas, a quien había ‘rescatado’ del ambiente de los ‘cabarets’… Pero el detonante para iniciar un tratamiento es que en medio de esa situación conoce a otra mujer de unos 32 años, de quien se “enamora perdidamente” porque según sus palabras: “tiene todo” es “bella, profesional, exitosa, habla perfectamente inglés y en la cama es una puta”…
Así llegó, acto tras acto saltando ¿o huyendo? de una a otra…
                                                                 3


Joseph Vogl en “El espectro del Capital” (Ed. CRUCE, nov. 2015) estima que la deuda pública externa comenzó con los préstamos de los bancos de la  República de Génova,
conducida por Andrea d’Oria, al reino de España, hacia fines del siglo XV,
para financiar sus expediciones con la finalidad de conquistar nuevas tierras, al punto de imponerle a Cristoforo Colombo, como su capitán-custodio-gerente.
Cerca de alli en la Toscana a mediados de ese mismo siglo se fundó el banco más antiguo que aun subsiste: Banca Monte dei Paschi di Siena.
La creación de ese banco entiendo fue el corolario de la caída del período de esplendor y prosperidad de la República de Siena, que se extendió desde mediados del siglo XIII hasta casi finales del XIV. En esa época su gobierno democrático (il Comune) era un colegiado de nueve personas elegidas por votación, representantes de los barrios que conformaban la ciudad, compuesto por los comerciantes y artesanos, no por nobles. Ellos tenían su lugar en un Consejo Comunal Asesor y no se hablaba de monarquía.
No podía haber contemporáneamente familiares en el Consejo de Gobierno y no podían ser re-electos, hasta que hubiera transcurrido un tiempo prolongado.
La duración de los elegidos en sus cargos era bimestral, ad-honorem, así seguían atendiendo luego su actividad particular, pero durante el tiempo de gobernar se trasladaban al Palacio Comunal para dedicarse por completo a la función encomendada, no pudiendo, por ejemplo, faltar a las sesiones de ese consejo de 9. Quedaban excluídos  de la posibilidad de elección los médicos, abogados y notarios por considerárselos peligrosos para el buen funcionamiento de un gobierno, ya que podrían influir en los menos instruídos para sacar algún beneficio en su propio provecho. Los ministros, otros funcionarios administrativos (estos cargos, si podían ocuparlos aquellos profesionales) y la policía duraban 6 meses en su función. ‘Il Comune’, se definía como: ‘gobierno y defensor de la comunidad y pueblo de Siena’. Tenía a su cargo también la actividad judicial, ante cualquier falta o injusticia denunciada, contaba a su lado con un ‘Sindaco’ o guardián de la Constitución de la República.
En ese contexto democrático se desarrollaron, las artes, la producción tanto en la ciudad como en el campo, la construcción y los deportes comenzando en aquél siglo XIII el hoy famoso Palio di Siena, así como juegos de pelota…
Se encomendó a Ambrogio Lorenzetti (Siena 1290-1348), pintar los frescos que decoran la Sala de los 9, (o de la Paz), del Palazzo Pubblico (Comunale) y que constituyen tres de las pinturas que más me han conmovido, por ser de las primeras expresiones del arte civil y laico, que marcan el comienzo del Renacimiento, llamadas:
“Allegoria ed effetti del buono e del cattivo governo”.
Pueden buscarlos y mirarlos, sólo me detendré en el hecho que en el buen gobierno las figuras femeninas que lo inspiran representan la Sapiencia, la Justicia, la Concordia, flanqueadas por la Paz, la Fortaleza, la Magnanimidad, la Tolerancia y la Prudencia, ésta provista de un espejo similar al retrovisor, que le permite interpretar el pasado, observar el presente y avizorar el futuro..
En el mal gobierno, una imagen masculina monstruosa representa al Tirano, que aplasta la Justicia y al Comune, rodeado por figuraciones representativas de la Soberbia, la Avaricia, la Crueldad, la Traición, el Fraude, el Furor o Ira brutal, la Guerra y la Vanagloria, en el mismo sitio que en el buen gobierno era ocupado por la Prudencia, ahora provista de un espejo para mirarse a si misma. Esas cualidades creo son la condensación de las formas usuales, que toma el Goce en el sujeto.
                                                             4



Este gobierno de Siena, cae a fines del siglo XIV por varios factores, entre los cuáles menciono, la peste negra que los azotó  y la alianza, que los descontentos por el manejo de las finanzas, establecieron con quien los sitió, Karl IV de Praga, que los seduce, en nombre de una potencial prosperidad de la región,  con integrarse a su intento de reanimar el  Sacro Imperio Romano Germánico…


Durante estos 15 años, que con alternante regularidad, Juan ha asistido a las sesiones, causó muchos avatares a su vida… En la época de sus ‘acting juveniles’ se suicidó su hija menor. Poco después del año de haberse casado con la mujer a quien le atribuía la posición “sin falta” y de y con la cual se vanagloriaba, se divorció tras una situación escandalosa en un hotel de New York, que afortunadamente no culminó en tragedia.
Pasado ese furor, hacia el 2005, logró establecer una nueva relación de pareja, de la cual no se jacta, pero le permite vivir más tranquilamente y quien al no tener hijos propios, le ha ayudado a cementar afectuosamente un mejor lazo con los suyos.
Si bien durante algunos años no vino, en un retorno ocurrido en 2011, logró hablar de algo novedoso para el curso de las sesiones; diferente a la erotología que nos había ocupado en los casi diez años anteriores. Se refirió a lo que llamó los ‘spots’ que lo habían mortificado desde joven,  que consisten  en preguntas e ideas que se le imponían y para las cuáles debía encontrar la respuesta y un ‘saber’ sobre ellas.
Por ejemplo, “¿cómo se conformará ese espacio virtual o ‘nube’ donde van a parar los mails, ya eliminados, es material, virtual?” Planteada ésta como otras cientos de preguntas, se le imponía abocarse de inmediato a la búsqueda de la solución y “no podía parar hasta que supiera la respuesta”, “que al poco tiempo olvidaba”….
En ese plano del saber dos a tres años después relató que venía visitando a una prostituta, a quien denominaba: “la rubia linda” y con la cual se quedaba charlando sobre las vicisitudes de la vida de ambos. La había invitado varias veces a cenar luego del encuentro, para indagarla acerca de su saber sobre el sexo.
Atribuía, a ella y a las prostitutas un “saber gozar el sexo”. Quizás como Jorge Guinzburg que durante el ciclo 1994 de “Peor es Nada” contrató como panelista experta en ‘sexo’ a la ‘veterana’ prostituta, ‘Naná’ que ‘regenteaba’ el prostíbulo “Hiroshima” de Maldonado (Uruguay)… La historia comenzaba a repetirse…
La labor analítica pasaba entonces por el hecho que quizás pudiera soportar ignorar…
Que más lo llevaba a encontrarse regularmente con esa mujer de 23 años, además del intento de extraer ese particular saber?  Responde: “su belleza, su juventud y fundamentalmente que al estar conmigo, ella tiene orgasmo”(¡!).
Afirma además que:”al estar con ella, él se siente más joven y bello”.
Como pienso que el orgasmo es una cualidad femenina, el varón suele encontrar un gozo sexual, más allá de la eyaculación, diría por eco-mediación de aquél.
La particularidad de Juan es que además de esa demostración de potencia, que se atribuía, quizás haya querido apropiarse de ese goce?...

                                                                     5









Coincide, sin embargo con Platón, quien en el diálogo, Alcibíades I, dice: “Cuando miramos a los ojos a alguien  que tenemos delante muy cerca, nuestro rostro se refleja en la niña de sus ojos, como un espejo: El que mira ve allí (en la niña), su imagen…”
(Cita tomada de “El sexo y el espanto” de Pascal Quignard).
Es ese el momento ‘fuera de si’ del encuentro sexual, impulsado por la tiranía gozosa del sexo, alguien le puede escapar?
Sófocles vivió 89 años; en el primer libro de la “República” de Platón, Céfalo en su diálogo con Sócrates sobre la vejez, alaba la postura de Sófocles sobre la misma, a quien le atribuye afirmar que: “hace tiempo me liberé con la mayor alegría…de las pasiones sexuales, que al relajarse, dejan de hacer sentir su aguijón,… es como liberarse de un tirano furioso, salvaje y cruel”.
Una de las intervenciones que tal vez tuvo algún efecto en esta última parte del análisis fue mi afirmación que podemos pensar que “lo que más disfrutamos en la vida, es aquello de lo que no nos podemos apoderar (símbolo de la castración), como el orgasmo de las mujeres que ocasionalmente estén con vos, la música, el aire, los paisajes, las pinturas o el arte…”


Una de las paradojas que creo se nos presenta a los psicoanalistas cuando nos referimos a temas tales como la dificultad para atemperar el goce, es que resaltamos claramente un fenómeno que planteamos como ‘humano’, siendo justamente  y a la vez, aquello que pretendemos ‘curar’…
El semestre próximo continuaré en esta línea que contiene para mi, el obstáculo central que se presenta para el establecimiento de algún Lazo Social, con un debate ya planteado el pasado año luego de algunas exposiciones, en relación a los conceptos de: el prójimo, el semejante, el otro…, donde quizás también “El malestar en la cultura” describe y exacerba la paradoja de remarcar como ‘humano’, aquello que el análisis quizás pueda curar…


                                                                       ostagnar@hotmail.com




        

EL TRAJE  NUEVO DEL EMPERADOR                                           
Luis Vicente Miguelez                                          
4° Reunion del año. El cuento de Andersen: El traje nuevo del emperador Interrogantes sobre el lazo social. Presenta

Hans Christian Andersen
Hace muchos años había un emperador tan aficionado a los trajes nuevos, que gastaba todas sus rentas en vestir con la máxima elegancia.
No se interesaba por sus soldados ni por el teatro, ni le gustaba salir de paseo por el campo, a menos que fuera para lucir sus trajes nuevos. Tenía un vestido distinto para cada hora del día, y de la misma manera que se dice de un rey: “Está en el consejo”, de nuestro hombre se decía: “El emperador está en el vestuario”.
La ciudad en que vivía el emperador era muy alegre y bulliciosa. Todos los días llegaban a ella muchísimos extranjeros, y una vez se presentaron dos truhanes que se hacían pasar por tejedores, asegurando que sabían tejer las más maravillosas telas. No solamente los colores y los dibujos eran hermosísimos, sino que las prendas con ellas confeccionadas poseían la milagrosa virtud de ser invisibles a toda persona que no fuera apta para su cargo o que fuera irremediablemente estúpida.
—¡Deben ser vestidos magníficos! —pensó el emperador—. Si los tuviese, podría averiguar qué funcionarios del reino son ineptos para el cargo que ocupan. Podría distinguir entre los inteligentes y los tontos. Nada, que se pongan enseguida a tejer la tela—. Y mandó abonar a los dos pícaros un buen adelanto en metálico, para que pusieran manos a la obra cuanto antes.
Ellos montaron un telar y simularon que trabajaban; pero no tenían nada en la máquina. A pesar de ello, se hicieron suministrar las sedas más finas y el oro de mejor calidad, que se embolsaron bonitamente, mientras seguían haciendo como que trabajaban en los telares vacíos hasta muy entrada la noche.
«Me gustaría saber si avanzan con la tela», pensó el emperador. Pero había una cuestión que lo tenía un tanto cohibido, a saber, que un hombre que fuera estúpido o inepto para su cargo no podría ver lo que estaban tejiendo. No es que temiera por sí mismo; sobre este punto estaba tranquilo; pero, por si acaso, prefería enviar primero a otro, para cerciorarse de cómo andaban las cosas. Todos los habitantes de la ciudad estaban informados de la particular virtud de aquella tela, y todos estaban impacientes por ver hasta qué punto su vecino era estúpido o incapaz.
«Enviaré a mi viejo ministro a que visite a los tejedores —pensó el emperador—. Es un hombre honrado y el más indicado para juzgar de las cualidades de la tela, pues tiene talento, y no hay quien desempeñe el cargo como él».
El viejo y digno ministro se presentó, pues, en la sala ocupada por los dos embaucadores, los cuales seguían trabajando en los telares vacíos.
«¡Dios nos ampare! —pensó el ministro para sus adentros, abriendo unos ojos como naranjas—. ¡Pero si no veo nada!». Sin embargo, no soltó palabra.
Los dos fulleros le rogaron que se acercase y le preguntaron si no encontraba magníficos el color y el dibujo. Le señalaban el telar vacío, y el pobre hombre seguía con los ojos desencajados, pero sin ver nada, puesto que nada había.
«¡Dios santo! —pensó—. ¿Seré tonto acaso? Jamás lo hubiera creído, y nadie tiene que saberlo. ¿Es posible que sea inútil para el cargo? No, desde luego no puedo decir que no he visto la tela».
—¿Qué? ¿No dice su excelencia nada del tejido?
—preguntó uno de los tejedores.
—¡Oh, precioso, maravilloso! —respondió el viejo ministro mirando a través de los lentes—. ¡Qué dibujo y qué colores! Desde luego, diré al emperador que me ha gustado extraordinariamente.
—Nos da una buena alegría —respondieron los dos tejedores, dándole los nombres de los colores y describiéndole el raro dibujo.
El viejo tuvo buen cuidado de quedarse las explicaciones en la memoria para poder repetirlas al emperador; y así lo hizo.
Los estafadores pidieron entonces más dinero, seda y oro, ya que lo necesitaban para seguir tejiendo. Todo fue a parar a sus bolsillos, pues ni una hebra se empleó en el telar, y ellos continuaron, como antes, trabajando en las máquinas vacías.
Poco después el emperador envió a otro funcionario de su confianza a inspeccionar el estado de la tela e informarse de si quedaría pronto lista. Al segundo le ocurrió lo que al primero; miró y miró, pero como en el telar no había nada, nada pudo ver.
—¿Verdad que es una tela bonita? —preguntaron los dos tramposos, señalando y explicando el precioso dibujo que no existía.
«Yo no soy tonto —pensó el hombre—, y el empleo que tengo no lo suelto. Sería muy fastidioso. Es preciso que nadie se dé cuenta». Y se deshizo en alabanzas de la tela que no veía, y ponderó su entusiasmo por aquellos hermosos colores y aquel soberbio dibujo.
—¡Es digno de admiración! —dijo al emperador.
Todos los moradores de la capital hablaban de la magnífica tela, tanto, que el emperador quiso verla con sus propios ojos antes de que la sacasen del telar. Seguido de una multitud de personajes escogidos, entre los cuales figuraban los dos probos funcionarios de marras, se encaminó a la casa donde paraban los pícaros, los cuales continuaban tejiendo con todas sus fuerzas, aunque sin hebras ni hilados.
—¿Verdad que es admirable? —preguntaron los dos honrados dignatarios—. Fíjese Vuestra Majestad en estos colores y estos dibujos —y señalaban el telar vacío, creyendo que los demás veían la tela.
«¡Cómo! —pensó el Emperador—. ¡Yo no veo nada! ¡Esto es terrible! ¿Seré tan tonto? ¿Acaso no sirvo para emperador? Sería espantoso».
—¡Oh, sí, es muy bonita! —dijo—. Me gusta, la apruebo—. Y con un gesto de agrado miraba el telar vacío; no quería confesar que no veía nada.
Todos los componentes de su séquito miraban y remiraban, pero ninguno sacaba nada en limpio; no obstante, todo era exclamar, como el emperador: —¡oh, qué bonito!—, y le aconsejaron que estrenase los vestidos confeccionados con aquella tela en la procesión que debía celebrarse próximamente. —¡Es preciosa, elegantísima estupenda!— corría de boca en boca, y todo el mundo parecía extasiado con ella.
El Emperador concedió una condecoración a cada uno de los dos bribones para que se las prendieran en el ojal, y los nombró tejedores imperiales.
Durante toda la noche que precedió al día de la fiesta, los dos embaucadores estuvieron levantados, con dieciséis lámparas encendidas, para que la gente viese que trabajaban activamente en la confección de los nuevos vestidos del Soberano. Simularon quitar la tela del telar, cortarla con grandes tijeras y coserla con agujas sin hebra; finalmente, dijeron: —¡Por fin, el vestido está listo!
Llegó el Emperador en compañía de sus caballeros principales, y los dos truhanes, levantando los brazos como si sostuviesen algo, dijeron:
—Esto son los pantalones. Ahí está la casaca. —Aquí tienen el manto... Las prendas son ligeras como si fuesen de telaraña; uno creería no llevar nada sobre el cuerpo, mas precisamente esto es lo bueno de la tela.
—¡Sí! —asintieron todos los cortesanos, a pesar de que no veían nada, pues nada había.
—¿Quiere dignarse Vuestra Majestad quitarse el traje que lleva —dijeron los dos bribones— para que podamos vestirle el nuevo delante del espejo?
El emperador se quitó sus prendas, y los dos simularon ponerle las diversas piezas del vestido nuevo, que pretendían haber terminado poco antes. Y cogiendo al Emperador por la cintura, hicieron como si le atasen algo, la cola seguramente; y el Monarca todo era dar vueltas ante el espejo.
—¡Dios, y qué bien le sienta, le va estupendamente! —exclamaban todos—. ¡Vaya dibujo y vaya colores! ¡Es un traje precioso!
—El palio bajo el cual irá Vuestra Majestad durante la procesión, aguarda ya en la calle — anunció el maestro de Ceremonias.
—Muy bien, estoy a punto —dijo el Emperador—. ¿Verdad que me sienta bien? — y se volvióse una vez más de cara al espejo, para que todos creyeran que veía el vestido.
Los ayudas de cámara encargados de sostener la cola bajaron las manos al suelo como para levantarla, y avanzaron con ademán de sostener algo en el aire; por nada del mundo hubieran confesado que no veían nada. Y de este modo echó a andar el Emperador bajo el magnífico palio, mientras el gentío, desde la calle y las ventanas, decía:
—¡Qué preciosos son los vestidos nuevos del Emperador! ¡Qué magnífica cola! ¡Qué hermoso es todo!
Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz en su cargo o por estúpido. Ningún traje del Monarca había tenido tanto éxito como aquél.
—¡Pero si no lleva nada! —exclamó de pronto un niño.
—¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia! —dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño.
—¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada!
—¡Pero si no lleva nada! —gritó, al fin, el pueblo entero.
Aquello inquietó al emperador, pues barruntaba que el pueblo tenía razón; mas pensó: «Hay que aguantar hasta el fin». Y siguió más altivo que antes; y las ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola.

INTERROGANTES SOBRE EL LAZO SOCIAL
Luis Vicente Miguelez
Este relato que pertenece al folklore universal cuenta con numerosas versiones. La historia que refiere Andersen toma su argumento de un antiguo relato español recopilado por el infante Don Juan Manuel integrado en El conde Lucanor un libro escrito en el siglo XIV. Desde entonces se han encontrado diversas versiones en distintas lenguas y culturas.
Hay también finales diversos. En unos el emperador fue a buscar a los sastres impostores para castigarlos, en otros se intentó acallar al niño o esconderse ante su desnudez. En el de Andersen, como recién escuchamos, el emperador inquietado por la exclamación del niño sobre que no lleva nada encima continúa desfilando diciéndose “hay que aguantar hasta el fin”. Frase por demás interesante y que abre un primer interrogante. ¿Qué es lo que habría que aguantar hasta el fin?
El relato, a mi modo de ver, toma el tema del desnudamiento, de la revelación situándolo en torno al surgimiento de la verdad. Cuestión que como psicoanalistas no dejamos de interrogar.
Freud se vale de este relato para comentar sobre el disfraz del sueño, lo que en alemán llamó Eingekleidet, función central en la producción de los sueños. Lo que atrajo la atención de Freud fue que en los sueños típicos de desnudez los otros con los que el sujeto desnudo se encontraba no mostraban signos de percibirla. Las personas ante las que el soñante se avergüenza en su sueño que son generalmente indeterminados, muestran completa indiferencia o “como pude percibirlo en un sueño particularmente claro- señala Freud- ponen en su gesto un ceremonioso envaramiento. Esto es sugerente” (S. Freud. Sueños típicos. O.C. tomo IV Amorrortu)
Me detengo acá en cuanto a la interpretación que Freud hace del relato. Solo digo que para Freud el traje mismo en tanto quimera pone en escena la verdad misma del deseo. Su manera peculiar de realización.
Voy a referirles un fragmento de mi clínica. No es precisamente algo de lo que vaya a ufanarme sino por el contrario algo que me hizo ver las dificultades y limitaciones con las que uno, en este caso yo, ya que no quiero eludir mi implicación, se encuentra en relación a las demandas transferenciales. Este episodio que les voy a relatar me llevó a plantearme interrogantes en torno a lo que consideramos abstinencia analítica y su relación con las modalidades que configuran ese lazo social en el que se asienta nuestra labor clínica
Brevemente. Se trata de un hombre de unos cincuenta años que dice que se desprecia a sí mismo. Que se siente una mujer. Que le gustaría ser como esas diosas que ve en la televisión o que conoce en la vida y que sin embargo se encuentra prisionero en un cuerpo que le resulta desagradable. Se siente un verdadero impostor. No cree que pueda seguir ocupándose de su trabajo, es psicólogo, ya que parte de la premisa de que miente, que es un embustero y que eso no le permite valorar sus intervenciones.
Su vida sexual le asquea, ya que le gustaría encontrar el amor de un hombre que lo tratase como a una mujer y solo se encuentra con relaciones homosexuales efímeras donde el placer que obtiene en ellas luego le repele. Su relato no asume un tono depresivo; sí por momentos angustioso y en otros,  lo que se me manifestó como de una desesperación burlesca. Adopta una posición reivindicativa de su condición de sentirse mujer y de tener que enfrentarse a un destino que se le presenta falseado de entrada por haber nacido hombre. También cuenta risueñamente sus vicisitudes transferenciales, de cuanto envidia a esa histérica que le consulta por sus insatisfacciones amorosas, y a la que él quisiera reemplazar en su vida y tener un marido como del que ella se queja.
Por otra parte critica sus tratamientos anteriores que no pudieron hacer nada para ayudarlo. No espera mucho del que está comenzando pero le  gustaría resolver sus cuestiones en relación al trabajo.
Así transcurren unas cuantas sesiones en el que se va creando un vínculo transferencial positivo. Hay de parte suya una mejor predisposición con respecto al análisis y va desplegando la historia de su vida, en la que predomina el desprecio y el rechazo de un padre que no lo registra y una madre que en su lecho de muerte le confiesa que él lo asquea. También va refiriéndose a las mujeres con las que se identifica y la admiración por lo que considera histeria femenina.
Todo parece predecir que podremos continuar trabajando ese material y avanzar en relación a sus preocupaciones actuales laborales y amorosas.
Pero como no puede ser de otra manera, casi escribo el diablo metió la cola, la transferencia se nos vino encima.
En una sesión luego de un relato relativo a su angustia por sentirse un impostor. Me interpela directamente, me pregunta bastante exasperado si yo lo veo como una mujer. Insiste ante mi silencio y me encuentro respondiéndole que no, que no puedo, que veo un hombre sentado frente a mí que se siente mujer. Su enojo se manifiesta inmediatamente. Si yo no lo veo como mujer él no puede analizarse conmigo. Le digo que tal vez esa sea una limitación mía, que puedo reconocer que él se sienta mujer pero que no puedo ver lo que me pide que vea. Enojado apela a que no considero  entonces que los géneros no tienen por qué referirse a la anatomía.
Me encuentro pensando en la frase que Freud parafrasea de Napoleón sobre que la anatomía es el destino y siento que ya la cosa no se resuelve bien. Que si bien es el destino, es evidente que no es el horizonte insuperable donde viene a jugarse la subjetividad sexuada.
Pensé luego- ya en la soledad del consultorio-, que mi respuesta fue similar a la exclamación del niño El emperador está desnudo. No sostuve la ficción que exigía de mí el negar mi percepción. Entonces me dije, tal vez la renegación  forme parte indisoluble del lazo social. ¿Había que permanecer en silencio u ofrecerle el amor de una mirada que sostuviera, al menos por un tiempo, su deseo? Y esa tensión entre lo percibido y lo requerido, ¿será algo que tenemos que aguantar hasta el fin?
“Si, en efecto, el rey está desnudo, solo lo está bajo una cierta cantidad de vestimentas- ficticias sin duda, pero sin embargo esenciales a su desnudez. Y en relación a esas vestimentas, su desnudez misma, nunca podría ser suficientemente desnuda. Después de todo, se puede despellejar al rey tanto como a la bailarina”. (J. Lacan. El Seminario. Libro 7. La ética del psicoanálisis. Paidos)
Estas palabras de Lacan introducen efectivamente la cuestión de que nadie está desnudo ni aún desnudo. Muchos trajes simbólicos recubren la desnudez.
Ahora bien Lacan también dice que habría que tener el descaro monstruo del niño para quien el Emperador está desnudo para hacer la observación correspondiente, único sésamo sin embargo que permitiría abrirse a una conversación.  (J. Lacan. Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista. Escritos1 Siglo XXl)
Entiendo que el Emperador y el Niño son dos figuras de la tensión irremediable que genera lo Real en cuanto se manifiesta. Por un lado la veladura que nos conduce al modo en que el lazo social hace comunidad, que reconoce en la ficción el valor de entretejido, de trama que alivia la angustia frente a la castración del Otro y de uno mismo y por otro la verdad desnuda que reclama que ahí no hay nada y que cuál sésamo se abre a la palabra.
Será pues que vivimos entre  un Ojos que no ven…. y un Corazón que no siente en tensión perpetua. O que debemos aguantar hasta el fin ese espejismo que nos hace admirar o envidiar al Otro en su disfraz espectacular para no sentirnos nosotros desnudos. O tal vez nadie esté verdaderamente desnudo sino en tanto muerto.

Buenos Aires, mayo de 2016