Políticas de la
memoria
Este es un libro de buena fe,
lector. …
Lo consagro a la comodidad
particular de mis parientes y amigos para que,
cuando yo muera, puedan encontrar en él
algunos rasgos de mi condición y humor,
y por este medio conserven más completo y más
vivo el conocimiento que de mí tuvieron.
12-06-1580.
Michel de Montaigne.
Las siguientes reflexiones, estos pensamientos en voz alta, que ensayo
-con el perdón de Montaigne-, parten de nuestro quehacer cotidiano. Partimos desde
nuestra praxis, de la clínica psicoanalítica, de nuestro savoir-faire, es decir que intentamos compartir algunas ideas desde
nuestro oficio; y también desde el lugar que ocupamos, hoy por hoy, en tanto “dirigentes”,
a partir de la delegación a los cargos de conducción, que vienen haciendo nuestros
colegas psicólogos, desde hace unos años atrás.
Lo que tengo para compartir y debatir junto a Uds. - ciertas cosas
nunca son sin otros -, es este pequeño ensayo titulado: políticas de la memoria, y habría que subrayar el sentido que el
señor de la torre, Michel de Montaigne, le daba a sus fantaisies, tal como en el origen denominó a sus ensayos, con el
francés del Renacimiento: poner a prueba el entendimiento, reflexionando
libremente sobre un tema.[1]
I
Desde la práctica del psicoanálisis podemos comenzar con cierta, aunque
provisoria, definición; podemos llamar memoria al retorno en el presente -un
retorno involuntario, indeseado, malavenido-, de aquello que rechazamos / negamos
de nuestro pasado. Los estudiosos de Jacques Lacan advertirán la raigambre de
esta proposición: en el Seminario sobre las estructuras freudianas en las
psicosis, Lacan afirmaba, en este mismo sentido, sobre cierta mecánica de
funcionamiento del psiquismo, en relación a la verwerfung: lo rechazado en
lo simbólico, reaparece en lo real.[2]
Introduzcamos la dimensión del tiempo, más allá de los registros: retorna en el
presente, aquello que rechazamos del pasado, y le podemos llamar, memoria.
- Algo del pasado, de lo que no queremos saber nada, llega a nuestro
presente, haciéndonos saber algo, más allá de nuestro querer. Adjetivamos ese
retorno como involuntario, indeseado, malavenido. Sin embargo, el verbo que tal
vez mejor conjugaría, sería: importunar. Señalamos eso que viene a incomodar, a
molestar, a interrumpir la buena marcha de las cosas del mundo, eso que llega
fuera de tiempo y de lugar. Hablamos de la memoria como importuna, es decir, nos
aproximamos a la memoria por el sesgo de su valor disruptivo, léase sintomático.
- El inconsciente
aparece como la memoria de aquello que se olvida y que se manifiesta en las distintas
modulaciones en que se hace presente aquello rechazado, excluido. En el hacerse
presente, en la presentificación de lo olvidado,[3]
en la emergencia de lo que habría sido excluido, en la manifestación pública de
lo que habría sido rechazado, está lo inconsciente; en esta oportunidad, bajo
el modo de la memoria.
Esa irrupción, esa
presencia, de eso no deseado, la aparición en el presente de lo que no es
llamado, nos habla con verdad de cierta ajenidad, de una alteridad que está allí
en juego, de eso otro, que no es del todo nuestro, que no es del orden de lo
consciente, ni de la voluntad, menos aún del yo; inadvertidamente hay allí una
traza indeleble, las marcas del trabajo realizado de lo inconsciente.
- Si hay un trabajo
para hacer en relación a la memoria – en el marco de un análisis - no reside en
rescatar los hechos de un pasado perdido, fugado en el tiempo, borroso para
siempre, sino en apropiarse de esos hechos y dar paso a su reintegración en una
historia. Apropiarse, hacerlo propio, subjetivarlo, quedar en condiciones de poder
decir: tal vez, esto me concierne; sí, esto es mío. Entonces, de este modo, podremos
afirmar que lo determinante no es el pasado, sino la relación que se mantiene
con él.
El progreso de Freud, su descubrimiento, está en su
manera de estudiar un caso en su singularidad. ¿Qué quiere decir estudiarlo en
su singularidad? Quiere decir que esencialmente, para él, el interés, la
esencia, el fundamento, la dimensión propia del análisis, es la reintegración
por parte del sujeto de su historia hasta sus últimos límites sensibles, es
decir hasta una dimensión que supera ampliamente los límites individuales.[4]
Lacan dice que lee
en Sigmund Freud, que esta reintegración
por parte del sujeto de su historia va hasta un más allá de sus últimos límites sensibles, es decir
hasta una dimensión que supera ampliamente los límites individuales,
situando un espacio de pasaje, un pase hacia lo colectivo. Siguiendo esta línea
podríamos conjeturar que lo mismo sería válido también, para la historia de un
grupo humano instituido, ligados en la paridad compartida, como por ejemplo, un
Colegio de psicólogos, o un grupo de psicoanalistas: lo determinante no es el pasado,
sino la relación que mantenemos con él. Relación que no existe, en términos de
proporcionalidad, de linealidad, de univocidad, subrayo el carácter imposible
como tal, pero que sin embargo, no nos eximiría de la realización de cierto
tránsito posible, por el camino de esa misma imposibilidad.
II
Habría ciertas
políticas de la memoria. Lo menciono en condicional, para proponerlo a la
consideración de Uds., para hacer uso también del tiempo presente de su
afirmación, de su interrogación, y hasta de su negativa. (Hay políticas de la
memoria, ¿Hay políticas de la memoria?,
No hay políticas de la memoria).
Decíamos que no se
trata de rescatar el pasado, en tanto ejercicio rememorativo, sino de facilitar
el advenimiento de su verdad en el presente. Facilitar entonces, la práctica de
hecho, de una inquietud, de determinada incomodidad, de una cierta dificultad.
Será precisamente allí, atravesando lo dificultoso, donde encontramos que se
trata también de la proximidad de la responsabilidad, es decir, del poder de
responder.
- Observamos aquí, que
hay una responsabilidad de tipo inexorable, que es de cada uno, que no puede
trasladarse, que no puede dejarse llevar a la cómoda tranquilidad de conciencia
que nos brinda el nosotros del colectivo. Hay un punto en el cual, el nosotros de
un agrupamiento, de una institución colegiada, de un grupo de pares, por
ejemplo, no discrimina la singularidad y sus vicisitudes históricas,
disolviendo y homogeneizando en el anonimato tranquilizador de las conciencias,
la responsabilidad subjetiva que siempre es de cada quien.
- Hay una marca
indeleble de nuestra historia reciente, que todavía hoy - aquí y ahora -, opera
con todos sus efectos; podemos denominarla la noche más oscura. Me refiero a cuando
el terrorismo de Estado hizo desaparecer los cuerpos, cuerpos torturados, antes,
durante y después de asesinar a personas secuestradas, creando con una
singularidad cierta e impar, la figura del desaparecido.
Figura del
desaparecido, que no es sólo un tropo de la retórica, sino que también es
palabra, que en su instancia de nominación, se hace nombre. Uno de los nombres que
nombra, lo innombrable del horror, que en su absoluta crueldad, se transforma
en una marca tal, que ni aún la muerte alcanza para morir.
- Significantes rechazados
en lo simbólico: psicólogos, subversivos,
psicobolches, reaparecen en lo real: 30.000
desaparecidos, psicólogos desaparecidos, estudiantes de psicología
desaparecidos. Decíamos previamente, que en el Seminario sobre las
estructuras freudianas en las psicosis, tal como Lacan tituló el que hoy conocemos
como El Seminario 3, afirmaba en relación a la verwerfung: lo rechazado en lo simbólico, reaparece en lo real.[5] Me llamó la atención al preparar estas
líneas -casi en el estatuto del hallazgo-, las palabras que usa Lacan
originalmente: reparait dans le réel. Reparait:
re-aparecer, es decir, como leemos en el Larousse, mostrarse a la vista,
después de una desaparición.[6]
- Qué podemos ver
de esos desaparecidos, que definitivamente ya no se muestran a nuestra vista,
pero que no obstante de modo indudable están allí, como un nombre propio del
malestar en la cultura, como un rasgo visible de nuestra tan mentada argentinidad.
Dice el Informe Nunca más, sobre desaparecido:
Palabra –¡triste privilegio argentino¡–
que hoy se escribe en castellano en toda la prensa del mundo. [7]
III
Sin la memoria de nuestros desaparecidos, sin la reintegración de eso
rechazado, excluido, de nuestra historia, será difícil construir una identidad
que se aproxime en algo a una verdad, que como tal, siempre se dice a medias.
El historiador Yosef Yerushalmi se pregunta si es posible, que el antónimo del olvido no sea la memoria, sino más bien, la
justicia.[8]
Tal vez pueda ser un acto pequeño, pero que toca algo de la justicia, cierto
gesto accesible a nuestro desempeño como “dirigentes”, en nuestras
instituciones que agrupan a los psicólogos: poner el nombre y el apellido, en
las paredes de nuestros edificios, en las hojas en blanco de nuestras
comunicaciones, allí en donde puedan ser inscriptos; los nombres y las
vicisitudes de la singularidad de sus historias, de cada uno de esos colegas
desaparecidos.
Dirá el psicoanalista Jorge Jinkis: La historia tiene una deuda con el pasado, con los muertos. Y la
política tiene un deber con los vivos. Esa trenza podría entrecruzar sus
términos. Los muertos deben poder contar con los vivos para que haya historia y
si los vivos no cuentan con los muertos comprometen su futuro.[9]
- Los horizontes serán posibles para nosotros y para las futuras generaciones
de colegas, en el sentido de poder construir, poder vivir, poder trabajar, aquel
tiempo futuro por venir, en la medida en que podamos reintegrar ese saber no sabido
sobre los acontecimientos oscuros de nuestra historia; en razón de nuestra subjetividad,
es decir, de la implicación como sujeto en la singularidad de lo que acontece.[10]
Si es cuestión de la identidad de una profesión, la misma implicará
integrar las fracturas, los quiebres, las discontinuidades, que forman parte e
instituyen los límites de nuestro oficio,
sin por ello renegar de la verdad. Podemos revivir, también podemos recordar,
podemos repetir, podemos reelaborar, tal como decía Freud.[11]
En cualquiera de los casos, el corazón político de una praxis que se
orienta por lo real, se evidenciará cuando podamos vislumbrar que una de las
vías para una política de la memoria, apunta sin ambigüedades a la escritura de
la historia en el sentido de facilitar el advenimiento de su verdad. Contradecir esta proposición asegura cabalmente
el retorno de lo rechazado, la vuelta de lo horroroso, la fatalidad de un
síntoma que estará por llegar, en cualquier momento.
Diré finalmente, de qué se
trata, se trata menos de recordar que de reescribir la historia.[12]
Buenos Aires, septiembre de
2012.
* Psicoanalista. Lic. en Psicología (UNLP). Especialista en Clínica con
Adultos.
Presidente
del Colegio de Psicólogos de la
Provincia de Buenos Aires. Distrito XII Quilmes.
Supervisor y
Docente de la Escuela
de Especialización y Posgrado, Área Clínica Psicoanalítica con Adultos.
Organizador de las Jornadas Quilmes y sus psicoanalistas.
[2] LACAN, JACQUES- El Seminario 3 Las Psicosis, Paidós, Buenos Aires,
1992, p.24. Clase del 16-11-1955.
[3] Pedimos permiso al lector para que nos permita hacer un nuevo uso de
éste término, que el corrector del Word se encarga de subrayar en rojo: nos
proponemos hablar de una acción en el presente, pero que no es del mismo
tiempo.
[4] LACAN, JACQUES- El seminario 1 Los escritos técnicos de Freud, Paidós,
Buenos Aires, 1991, p 26. Clase del 13-01-1954.
[5] LACAN, JACQUES- El Seminario 3 Las Psicosis, Paidós, Buenos Aires,
1992, p.24. Clase del 16-11-1955. En el original: …c´est que tout se qui est refuse dans l´ordre symbolique reparait dans
le réel. Disponible en www.ecole-lacanienne.net.
[6] Antes de esa afirmación,
algunas hojas atrás en ese mismo Seminario 3, Lacan no deja lugar a la ambigüedad,
habla de lo inconsciente, se pregunta sobre la cuestión de saber por qué este
inconsciente apparait dans le réel.
Apparait: aparecer, devenir visible, distinguible, mostrarse de repente a
los ojos.
[7] Aunque la “desaparición” ocurre
todo el tiempo en todas partes, el término comenzó a usarse entre nosotros a
partir de los secuestros y asesinatos en Guatemala en la década del ’60, y años
más tarde, pero para referirse a ello como práctica sistemática del Estado
terrorista, especialmente en Argentina y Chile, pero también en Uruguay, Brasil
y Paraguay. A pesar de esta difusión, la palabra “desaparecidos” quedó
pegada a la Argentina , “pegada” como
cuando reconocemos el valor de sutura que tiene un nombre. Cf. JINKIS,
JORGE- Sterben Sie?, en Violencias de
la memoria, Edhasa, Buenos Aires, 2011, p. 164.
[8] YERUSHALMI, YOSEF- Reflexiones sobre el olvido, en Usos del olvido,
Nueva Visión, Buenos Aires, 1998, p.26.
[9] JINKIS, JORGE- Inclemencias, en Violencias de la memoria, Edhasa,
Buenos Aires, 2011, p. 43.
[10] A propósito de nuestra intervención en la Apertura de la Jornada Identidad
y Horizontes posibles, realizada el 4 de agosto de 2012, y organizada por el
Colegio de Psicólogos de la provincia de Buenos Aires. Distrito XV San
Isidro.
[11] FREUD, SIGMUND- Recordar, repetir y reelaborar, en OC, t. XII,
Amorrortu, Buenos Aires, 1980. Será en este texto de 1914, que aparecen por
primera vez en la obra freudiana, los conceptos de compulsión a la repetición y
re-elaboración.
[12] LACAN, JACQUES- El seminario 1 Los escritos técnicos de Freud, Paidós,
Buenos Aires, 1991, p 29. Clase del 13-01-1954.