miércoles, 6 de julio de 2016

“El lazo social y los hermanos Karamazov”                                        Daniel Piasek                    

                                                                  “Los hermanos Karamazov” – Fiodor Dostoievski
I
(Del Prólogo)    -Juan Forn-
1 .- Dostoievski cuenta con 56 años cuando escribe esta obra.
2.- La muerte de su pequeño hijo Alexei lo trastorna;  su esposa que sabe que sólo el trabajo salvará a Dostievski de ahogarse en la pena lo envía al lejano Monasterio de Optima Pustin.  En ese retiro donde Gogol y Tolstoi encontraron iluminación antes que él,  Dostoievski descubrirá los componentes centrales de Los Hermanos Karamazov.
3.- Mucho contribuyeron las conversaciones a solas con el Staretz del monasterio ( en la obra hay tramos de conversaciones con el staretz Zósimo de uno de los hermanos que son tramos de verdadero análisis ), pero más decisiva es la influencia de una noticia acerca de un parricidio ocurrido en la región..
4.- La construcción de personajes es aquí poderosa. No hay elenco femenino en Dostoievski comparable al de esta novela (las temibles rivales Gruschenka y Catalina Ivanovna, la frívola señora Joklakova y su inquietante hija adolescente Lize ), contrapeso indispensable para el cuarteto de titanes conformado por “el viejo”
                                                              Fiodor Karamazov
                                                                    Y sus hijos
                                (Dimitri o Micha)                                       (Alexei)
                                      MITIA                       IVAN                  ALIOSCHA
5.-Hasta los niños le salen bien aquí, dos en particular, Illiuschka y Kollia, con roles claves en el desenlace.
6.- En su cuaderno de notas para esta novela Dostoievski escribió: “Creo  que la necesidad más arraigada en el pueblo ruso es una inagotable, voluptuosa necesidad de sufrir en todo momento, en todo lugar y por todo motivo”.  Y en el momento decisivo de El gran Inquisidor agrega : “ Para el hombre no hay preocupación más atormentadora, siendo libre, que la de buscar ante quien inclinarse”.
7.- Por esa clase de cosas Dostoievski es tan inigualable. Retrata “la comicidad ultrajante de las contradicciones humanas”. Abelardo Castillo dijo que en Tolstoi el mundo es tan endemoniado como en Dostoievski, con la diferencia de que es un mundo que parece descripto por el director del manicomio.  En el de Dostoievski da la sensación de que el director del manicomio es uno de los internados.

                                                                          l l

Bien, he leído la obra cumbre de Fiodor Dostoievski, Los Hermanos Karamazov.  Concluí su lectura hace un par de años y la densidad del texto hizo que me acompañara - me refiero a su lectura- du-rante cuatro años.  Su recorrido fue alternado con algunas obras menores, recuerdo ahora de Ha-ruki Murakami una, otra novela de Saramago y por cierto textos del Maestro Freud o de Jacques Lacan que siempre releo por cuestiones de trabajo y también por el “placer del texto “ ( así Roland Barthès ).  Cuando digo obras menores no se trata de calidad ni juicio alguno, sino compara das en densidad y longitud respecto de la obra maestra de Dostoievski.      Cada tanto me visitan en el recuerdo algunos de los personajes atormentados y conflictivos de esa trama textual, algunas de esas escenas detalladas extensamente.
    Texto el de Los hermanos Karamazoff tan freudiano que sólo una cuestión de años – Freud es posterior – nos hace medir su espesor y conflictiva, la claridad con que el autor encarna en los distintos personajes la culpa,  el manejo de las buenas intenciones y la mala fé    ( así Lacan ).
   Hubo que elegir al principio – cuando digo al ppio hablo de meses – cual era la edición que más nos gustaba en tanto traducción, estilo y también formato, me refiero  a que las ediciones que presentaban la obra en un solo tomo no me sirvieron ya que me gusta trasladar la obra que estoy leyendo a un café en pausas del consultorio, al tren que tomo una vez en la semana en cuyo trayecto la lectura se torna freudiana y enriquecida por Bosnia y Herzegovina.  En ese caso la versión que lanzara Página 12 en esos años fue inmejorable y la recomiendo para aquellos que padezcan como me sucede en el traslado de obras tamaño Biblia o gran diccionario. Siendo por cierto la mejor traducción al menos entre las que pude leer. ( edición de cuatro entregas).
   Si ensayo como lo hacía Freud en sus textos, con las preguntas que podría suscitar en mis interlocutores los detalles extensos de esta introducción, puedo responder que este era un libro que me esperaba hace tiempo, como me suele suceder con las obras citadas por nuestros maes tros, que suscitan en mi una expectativa especial.   En este caso el acento puesto por el maestro  Sigmund Freud en el parricidio me pareció más un intento de justificar ante los legos que puede desearse la muerte del padre y ante sus colegas que puede existir un fantasma e ese calibre, que a la obra misma que lo excede largamente.
   Si el lector supuesto sigue con cierto detalle los extensos diálogos que se relatan al principio del texto entre el Staretz Zósimo y uno de los hermanos ( Alexei) podrá captar como en la Rusia del siglo XIX un autor como Dostoievski puede armar lo que un siglo más tarde cualquier hijo de veci-na  (psicólogo) llamaría “ historia  clínica “.      Por cierto con estilo, tan es así que al leerlo se tiene la impresión de estar en la escena, en esa Rusia de grandes familias, de personajes de la servidum-bre que dialogaban con sus amos amigable y hasta familiarmente (famillionariamente) así Freud. Con el agregado de la “puesta en acto del inconciente”, esto es la transferencia.
   El texto va desplegando desde el inicio el lugar de cada uno de los hermanos, provocando en el lector una inevitable inclinación hacia uno u otro, así como la figura del padre es presentada como despreciable de todas las formas posibles.
   Entre la frase anterior y esto que escribo mediaron unos días y mi reencuentro con el texto. Ya no dudo acerca de los nombres de los tres hijos, ni que el destacado por el autor es el menor, Alexei – también nombrado Alioscha – al punto que lo ubica desde el inicio como “el héroe de la historia”.
   La condición miserable del padre a quien se lo describe en una casa cuya parte principal comparte sólo “ con las ratas “, los servidores viven en un sector separado por un patio ya que al amo “ le desagradan los olores que se desprenden de las salsas y demás comestibles durante la preparación”.  Esto es, aún en el crudo invierno ruso, el personal tiene que cruzar el patio para transportar comida o lo que sea de día y de noche.
   Los dos hermanos mayores que Allioscha si bien al principio tienen un papel en el relato de los encuentros entre sí y con el padre, pronto pasan a figurar sólo en relación a sus vínculos y diálogos con Alioscha.    Los tres hermanos habían sido abandonados tempranamente por sus madres, tanto el mayor, Dimitri, cuya madre desapareció siendo él muy niño, como los otros dos- Ivan y Alexei- ambos hijos de una segunda mujer de Fiodor Pavlovitch Karamazov.   Criados por Grigori, descripto como un hombre de alma enorme que se desempeñó como “madre de los tres”, existió desde el principio entre los hermanos cierta distancia que combinada con desconfianza, cuando la obra acontece Alexei trata de remediar.
   Podemos incluir ahora una referencia a la angustia evocando a Lacan cuando habla de ella en el seminario Vl sobre El deseo y su interpretación. Citando al existencialismo, que la ubica como una experiencia de estar frente a la nada, dice que talvez eso le quede bien a la filosofía, en cambio Freud hace de la angustia algo muy concreto y ubicable en una teoría de la comunicación. La angustia convertida en una señal relativa a experimentar el desamparo. (Hilflosigkeit).  Freud nos dice que la angustia se produce como una señal en el yo sobre la base del desamparo que ella, como señal es llamada a remediar.
   Esa sensación, ese vacío relativo a la experiencia del desamparo es la que está presente en cada diálogo de Los hermanos Karamazoff.  Por cierto esto es así cuando no se transita la otra cara que desencadena esa experiencia, el desborde pasional, la traición, el pasaje al acto.  Clima que perfu-ma, humedece todo el texto y por cierto , como toda obra bien escrita no deja a quien la lee en serio, como simple espectador, sino que por el contrario ya sea vía identificación con alguno de los personajes, ya como evocación de una situación semejante en el propio trayecto, el lector resulta sumergido, alterado en relación al tiempo y el espacio.
    El papel que en la vida de Alexei le toca a la religión, al Monasterio, a sus extensas charlas con el Staretz, todo en busca de un límite, en Mitia lo trata de cumplir el enrolamiento en el ejército.
No nos parece delirante tampoco que la cantidad de nombres  y sobrenombres, apelativos usados en la trama  sean un modo del autor de ilustrar una familia desbordada y desintegrada a falta de un límite, inserta en un momento especialmente  crítico de una sociedad que padece los mismos o peores desbordes.         
        Un suspiro, un trago y vamos al texto.

                                                                         III

“ Fiodor Pavlovitch era uno de esos hombres corruptos que, al mismo tiempo son unos ineptos –tipo extraño pero bastante frecuente- y que lo único que saben es defender sus intereses. Este pequeño propietario empezó con casi nada y pronto adquirió fama de pedigüeño. Pero a su muerte poseía unos cien mil rublos de plata. Esto no le había impedido ser durante toda su vida uno de los hombres más extravagantes de nuestro distrito. Digo extravagante y no imbécil porque esta clase de individuos suelen ser inteligentes y astutos.       La suya es una ineptitud específica, nacional.    Se casó dos veces y tuvo tres hijos; el mayor, Dimitri, del primer matrimonio, y los otros dos, Ivan y Alexei, del segundo.   Su primera esposa era de familia noble, los Miusov, acaudalado propietarios del mismo distrito.      ¿Cómo aquella joven, dotada y además bonita, despierta, de espíritu refinado –ese tipo que tanto abunda entre nuestras contemporáneas -, había podido casar se con semejante calavera como llamaban a mi desgraciado personaje ?  . No creo necesario exten  derme en largas explicaciones sobre este punto.     Conocí a una joven de la penúltima generación romántica que, después de sentir durante varios años un amor misterioso por un caballero con el que podía casarse sin impedimento alguno, se creó ella misma una serie de obstáculos insuperable para esta unión . Una noche tempestuosa se arrojó desde un acantilado a un río rápido y profundo     Así pereció, víctima de su imaginación, tan sólo por parecerse a la Ofelia de Shakespeare.   …
…” Adelaida Ivanovna no tardó  mucho en sentir un gran desprecio hacia su esposo. En esas circunstancias las desavenencias conyugales no se hicieron esperar. A pesar de que la familia de la fugitiva aceptó el hecho consumado y envió su dote a Adelaida Ivanovna, el hogar empezó a ser  escenario de continuas riñas y de una vida desordenada.   Se dice que la joven se mostró mucho más noble y digna que Fiodor Pavlovitch, el cual como se supo más tarde ocultó a su mujer el capi   tal que poseía: veinticinco mil rublos, de los que ella no oyó nunca hablar.  Además, estuvo mucho tiempo haciendo las necesarias gestiones para que su mujer le transmitiera en buena y en debida forma un caserío y una hermosa casa que formaban parte de su dote.   Lo consiguió porque sus peticiones insistentes y desvergonzadas enojaban de tal modo a su mujer, que esta acabó cedien do por cansancio. Por fortuna, la familia intervino y puso freno a la rapacidad de Fiodor Pavlovitch.
  “ Es conocido el hecho de que llegaban frecuentemente a las manos, pero se dice que no era Fiodor Pavlovitch el que daba los golpes, sino Adelaida Ivanovna, mujer morena, arrebatada, valerosa irascible y dotada de un increíble vigor.     Ésta acabó por huir con un estudiante que se caía de miseria, dejando en brazos de su marido un niño de tres años, Mitia.   El esposo inmedia- tamente convirtió su casa en un harén y comenzó a organizar toda clase de francachelas.  Además comenzó a recorrer la provincia lamentándose ante el primero que encontraba de la huída de Ade-  laida Ivanovna, a lo que añadía una serie de detalles sorprendentes sobre su vida conyugal.
“… La familia de la mujer se enteró que la desgraciada había muerto en un tugurio, según unos, a consecuencia de unas fiebres tifoideas;  según otros de hambre.  Fiodor Pavlovitch estaba ebrio cuando le dieron la noticia de la muerte de su esposa, y cuentan que echó a correr por las calles levantando los brazos al cielo y gritando alborozado : “  Ahora Señor ya no retienes a tu siervo “. Otros aseguran que lloraba como un niño hasta el punto que daba pena verle, a pesar de la aver- sión que inspiraba.  Es muy posible que ambas versiones se ajusten a la verdad, es decir, que se alegrase de su liberación y que llorara a su liberadora. Las personas, incluso las peores, suelen ser más cándidas, más simples, de lo que suponemos… sin excluirnos a nosotros. 
“  Cualquiera puede figurarse lo que sería aquel hombre como padre y como educador. Abandonó por completo al hijo que había tenido con Adelaida Ivanovna, pero no por animosidad ni por ren-     cor contra su esposa, sino simplemente porque se olvidó de él.   Mientras abrumaba a la gente con sus lágrimas y sus lamentos, hacía de su casa un lugar de depravación, Grígori, un fiel sirviente se ocupó de Mitia.
“  Después de haberse desembarazado de Mitia, Fiodor Pavlovitch se casó otra vez. Este matrimo-     nio duró ocho años. Su segunda esposa, joven como la primera, era de otra provincia.  Sofía Ivanov  na era hija de un humilde diácono y había quedado huérfana en su infancia, quedando bajo el cuidado de una protectora.   Fiodor Pavlovitch pidió su mano, pero fue rechazado cuando se obtu   vieron informes de él. Entonces propuso a la muchacha raptarla , como había hecho con su primer matrimonio. Con toda seguridad ella se hubiera negado a ser su esposa si hubiese estado mejor informada acerca de él. Pero eso sucedía en otra provincia. Además, ¿ qué podía discernir una mu-  chacha de dieciseis años como no fuera que era preferible arrojarse al agua que seguir en casa de su protectora ?.  Es decir que la infortunada sustituyó a su bienhechora por un bienhechor.  Esta vez Fiodor Pavlovitch no recibió ni un céntimo, pues la generala e enfureció de tal modo, que lo único que le dio fue su maldición.                              Pero Fiodor Pavlovitch no contaba con el dinero de su nueva esposa . La extraordinaria belleza de la joven, y sobre todo su candor, lo habían cauti-  vado a él, un hombre todo volptuosidad, que hasta entonces sólo había sido sensible a los atracti- vos más groseros. “Sus ojos inocentes me taladran el alma”  decía con una sonrisa maligna.
“ Pero aquel ser corrompido sólo podía sentir una atracción de tipo sensual.  No tuvo ningún mira-  miento con su esposa.  Su casa fue escenario de orgías en las que tomaban parte mujeres de mal vivir . Un detalle digno de mención es que Grigori, hombre taciturno, estúpido y obstinado, que había odiado a su primera dueña, se puso de parte de la segunda, discutiendo por ella con su amo de un modo inadmisible en un doméstico.  Un día llegó a despedir a las doncellas que rondaban a Fiodor Pavlovitch.  Andando el tiempo, la desdichada esposa que había vivido desde su infancia en un perpetuo terror, contrajo una enfermedad nerviosa corriente entre las lugareñas y que hace que demos a sus víctimas el calificativo de “endemoniadas”.  A veces la enferma, presa de terribles crisis histéricas, perdía la razón.  Sin embargo dio a su marido dos hijos, Iván que nació un año después de la boda, y Alexei, que vino al mundo tres años más tarde.      Cuando Sofía Ivanovna murió, Alexei tenía cuatro años, y por extraño que parezca, se acordó toda la vida de su madre, aunque como a través de un sueño.  Al fallecer Sofía Ivanovna,  los dos niños corrieron la misma suerte que el primero: el padre se olvidó de ellos, los abandonó por completo y Grígori los llevó a su pabellón.      Alli los encontró la vieja generala, la misma que había educado a la madre. “  …se presentó en casa de Fiodor Pavlovitch. Su visita duró sólo media hora pero aprovechó el tiempo. Era el atardecer, Fiodor Pavlovitch, al que no había visto desde hacía ocho años se presentó ante ella en completo estado de embriaguez.  Se cuenta que apenas lo vio llegar le dio dos sonoras bofetadas y a continuación tres tirones de flequillo.  Hecho esto y sin pronunciar palabra, se fue al pabellón donde habitaban los niños. Estaban mal vestidos y sucios, viendo lo cual la irascible dama dio otra bofetada a Grigori y le dijo que se llevaba a los niños .  Tal como estaban, los envolvió en una manta, los puso en el coche y se marchó.  Grigori tomó el bofetón como un sirviente perfecto y se abstuvo de emitir la menor protesta. Acompañó a la anciana a su coche y le dijo, inclinándose ante ella profundamente : Dios la recompensará por su buena acción.    –Eres un tonto de remate- respondió ella a modo de adiós.
  “  Después de analizar el asunto, Fiodor Pavlovitch se declaró satisfecho y enseguida dio su consentimiento en regla para que los niños fueran educados en casa de la generala.  Hecho esto se fue a la ciudad a jactarse de los bofetones recibidos.   Poco tiempo después murió la generala. Dejó mil rublos a cada niño “ para su instrucción “. …
…” El tercer hijo : Alioscha (recordar que al comienzo dijo refiriéndose a él “ al iniciar la biografía de mi héroe “). Tenía veinte años (sus hermanos Ivan y Dimitri  24  y  28  respectivamente)”   ( se refiere a las edades al momento de transitar esta historia).   “ Debo advertir que  Alioscha no era en modo alguno un fanático y ni siquiera a mi entender, un místico.  Yo creo que era sencillamente un filántropo precoz y que si había adoptado la vida monástica era por ser lo único que le atraía hasta ese momento, y porque representaba para él la ascensión radiante de su alma liberada de las tinieblas y de los odios de aquí abajo .  Aquel camino le atraía únicamente porque había hallado en él a un ser excepcional a su juicio, el famoso Staretz Zózimo al que se entregó con ese fervor insaciable de su corazón de novicio. Desde la cuna se había mostrado como un ser distinto de los demás.  Ya he dicho que habiendo perdido a su madre a los cuatro años, se acordó toda la vida de su rostro y sus caricias como se recuerda “” los de un ser viviente “”.  Estos recuerdos pueden persistir –todos lo sabemos- aunque procedan de una edad más temprana, pero son tan sólo como puntos luminosos en las tinieblas, como fragmentos de un inmenso cuadro desaparecido “   ( Brilla en este lúcido comentario del autor  lo que Freud llamaría años más tarde, los recuerdos infantiles encubridores ).      “ Este era el caso de Alioscha.     Se acordaba de un bello atardecer estival en que por la abierta ventana penetraban los rayos oblicuos del sol poniente.  En un rincón de la estancia había una imagen con una vela encendida, y ante la imagen estaba su madre arrodi   llada, gimiendo y sollozando violentamente, como en una crisis de nervios.  La infeliz lo tenía en brazos, lo estrechaba en ellos hasta casi ahogarlo y rogaba por él a la Santa Virgen.  En un momen-  to en que la madre aflojó el abrazo para acercar al niño a la imagen, el ama aterrada llegó corriendo y se lo quitó de los brazos. 
  “ Alioscha se acordaba del semblante de su madre lleno de sublime exaltación, pero no le gustaba hablar de ello. En su infancia y en su juventud se mostró concentrado e incluso taciturno, no por timidez ni por adusta misantropía, sino por una especie de preocupación interior, tan profunda que lo hacía olvidarse de lo que lo rodeaba.    Sin embargo amaba a sus semejantes y sin que nadie lo tomara por tonto, tuvo fe en ellos durante toda su vida.  Había en él algo que revela ba que no quería erigirse en juez de los demás. Incluso parecía admitirlo todo sin reprobación, aun  que a veces con profunda tristeza.  Desde su juventud fue inaccesible al asombro y al temor.                Al cumplir los veinte años en casa de su padre, donde reinaba el más bajo libertinaje, esta vida se hizo intolerable para su alma casta y pura, y se retiró en silencio, sin censurar ni despreciar a nadie  Su padre, especialmente sensible a las ofensas como buen viejo parásito, le había dispensado una mala acogida.  “” Se calla, pero no por eso deja de pensar mal de mi””, decía.  Pero no tardó en abrazarlo y prodigarle sus caricias.  En verdad, eran las suyas lágrimas y ternuras de borracho, pero era evidente que sentía por él un amor sincero y profundo que hasta entonces no había sentido por nadie.
  ..”¿ Qué es un Staretz ? Un staretz es el que absorbe nuestra alma y nuestra voluntad, y hace que nos entreguemos a él , obedeciéndole en todo y con absoluta resignación. El penitente se somete voluntariamente a esta prueba, a este duro aprendizaje, con la esperanza de conseguir, tras un largo período, tras toda una vida de obediencia, la libertad  ante sí mismo, y evitar así la suerte de los que viven sin hacer jamás el hallazgo de su propio ser.”
  Una respuesta del Staretz Zósimo a una señora que lo visitaba para tratar de remediar una enfermedad de su hija :  …” El Staretz repuso :  Eso mismo me dijo hace ya mucho tiempo un médico amigo mío, hombre inteligente y de edad madura.  Se expresaba tan francamente como usted aunque bromeando con cierta amargura. Me decía : “” Amo a la humanidad en general, menos cariño me inspiran las personas en particular, individualmente. Más de una vez he soñado apasionadamente con servir a la humanidad y tal vez hubiera subido al calvario por mis semejan    tes, si hubiera sido necesario;  pero no puedo vivir dos días seguidos con una persona en la misma habitación: lo sé por experiencia.  Cuando noto la presencia de alguien cerca de mi, siento limitada mi libertad y herido mi amor propio.  En veinticuatro horas puedo tomar ojeriza a las personas más excelentes. A una porque permanece demasiado tiempo en la mesa, a otra porque está acatarrada y no hace más que estornudar.  Apenas me pongo en contacto con los hombres me siento enemigo de ellos.  Sin embargo cuando más detesto al individuo, más ardiente es mi amor por el conjunto de la humanidad. “”
   Es momento de cerrar las citas de “ Los Hermanos…” no sin antes consignar que el desastre familiar que concluye con el asesinato del padre, fue anticipado por el Staretz y entre otros por Rakitine, personaje cercano a la familia. Las sospechas se fundaban en cuestiones de dinero, pero más aún de mujeres, ya que el hijo mayor Mitia llegó a enfrentamientos violentos con “ el viejo parásito “ a causa de una mujer, Gruschenka, que ambos anhelaban  y compartían.      ( Aclaro que las citas  escogidas pertenecen únicamente al primer tomo de la versión consignada.)
   Mi plan previo al compromiso de presentación se orientó hacia el lazo social  y  lo sorprendente que me resultó encontrar en esta obra singular el antecedente de tantas cosas repugnantes  ( hay descripciones que sin este término no terminan de ilustrarse ) que sucederían hoy entre nosotros.
    Dostoievski vivió entre 1821 y 1881 y nos cuenta acerca de un médico especialista que no puede curar a un hombre enfermo de los pulmones pues su dolencia afecta al pulmón derecho y él era “especialista” en  pulmón izquierdo.  En Rusia  hace 150 años ya reinaba esa farsa de cierta comunidad médica en la que la especialidad, termina convitiéndolos en ineptos y/o especuladores         Queda por señalar,  para comentar junto con ustedes si podemos pensar algo en especial acerca del lazo social en la comunidad analítica y sus dispositivos institucionales.
                                                                                                                        
                                                                                                                                          Daniel Piasek