“El
lazo social y los hermanos Karamazov” Daniel Piasek
“Los hermanos
Karamazov” – Fiodor Dostoievski
I
(Del Prólogo) -Juan
Forn-
1 .- Dostoievski cuenta con 56 años cuando escribe esta
obra.
2.- La muerte de su pequeño hijo Alexei lo trastorna; su esposa que sabe que sólo el trabajo
salvará a Dostievski de ahogarse en la pena lo envía al lejano Monasterio de
Optima Pustin. En ese retiro donde Gogol
y Tolstoi encontraron iluminación antes que él, Dostoievski descubrirá los componentes
centrales de Los Hermanos Karamazov.
3.- Mucho contribuyeron las conversaciones a solas con el
Staretz del monasterio ( en la obra hay tramos de conversaciones con el staretz
Zósimo de uno de los hermanos que son tramos de verdadero análisis ), pero más
decisiva es la influencia de una noticia acerca de un parricidio ocurrido en la
región..
4.- La construcción de personajes es aquí poderosa. No hay
elenco femenino en Dostoievski comparable al de esta novela (las temibles
rivales Gruschenka y Catalina Ivanovna, la frívola señora Joklakova y su
inquietante hija adolescente Lize ), contrapeso indispensable para el cuarteto
de titanes conformado por “el viejo”
Fiodor Karamazov
Y sus hijos
(Dimitri o
Micha)
(Alexei)
MITIA IVAN ALIOSCHA
5.-Hasta los niños le salen bien aquí, dos en particular,
Illiuschka y Kollia, con roles claves en el desenlace.
6.- En su cuaderno de notas para esta novela Dostoievski
escribió: “Creo que la necesidad más
arraigada en el pueblo ruso es una inagotable, voluptuosa necesidad de sufrir
en todo momento, en todo lugar y por todo motivo”. Y en el momento decisivo de El gran
Inquisidor agrega : “ Para el hombre no hay preocupación más atormentadora,
siendo libre, que la de buscar ante quien inclinarse”.
7.- Por esa clase de cosas Dostoievski es tan inigualable.
Retrata “la comicidad ultrajante de las contradicciones humanas”. Abelardo
Castillo dijo que en Tolstoi el mundo es tan endemoniado como en Dostoievski,
con la diferencia de que es un mundo que parece descripto por el director del
manicomio. En el de Dostoievski da la
sensación de que el director del manicomio es uno de los internados.
l l
Bien, he leído la obra cumbre de Fiodor Dostoievski, Los
Hermanos Karamazov. Concluí su lectura
hace un par de años y la densidad del texto hizo que me acompañara - me refiero
a su lectura- du-rante cuatro años. Su
recorrido fue alternado con algunas obras menores, recuerdo ahora de Ha-ruki
Murakami una, otra novela de Saramago y por cierto textos del Maestro Freud o
de Jacques Lacan que siempre releo por cuestiones de trabajo y también por el “placer
del texto “ ( así Roland Barthès ).
Cuando digo obras menores no se trata de calidad ni juicio alguno, sino
compara das en densidad y longitud respecto de la obra maestra de
Dostoievski. Cada tanto me visitan
en el recuerdo algunos de los personajes atormentados y conflictivos de esa
trama textual, algunas de esas escenas detalladas extensamente.
Texto el de Los
hermanos Karamazoff tan freudiano que sólo una cuestión de años – Freud es
posterior – nos hace medir su espesor y conflictiva, la claridad con que el
autor encarna en los distintos personajes la culpa, el manejo de las buenas intenciones y la mala
fé ( así Lacan ).
Hubo que elegir al
principio – cuando digo al ppio hablo de meses – cual era la edición que más
nos gustaba en tanto traducción, estilo y también formato, me refiero a que las ediciones que presentaban la obra
en un solo tomo no me sirvieron ya que me gusta trasladar la obra que estoy
leyendo a un café en pausas del consultorio, al tren que tomo una vez en la
semana en cuyo trayecto la lectura se torna freudiana y enriquecida por Bosnia
y Herzegovina. En ese caso la versión
que lanzara Página 12 en esos años fue inmejorable y la recomiendo para
aquellos que padezcan como me sucede en el traslado de obras tamaño Biblia o
gran diccionario. Siendo por cierto la mejor traducción al menos entre las que
pude leer. ( edición de cuatro entregas).
Si ensayo como lo
hacía Freud en sus textos, con las preguntas que podría suscitar en mis
interlocutores los detalles extensos de esta introducción, puedo responder que
este era un libro que me esperaba hace tiempo, como me suele suceder con las
obras citadas por nuestros maes tros, que suscitan en mi una expectativa
especial. En este caso el acento puesto
por el maestro Sigmund Freud en el
parricidio me pareció más un intento de justificar ante los legos que puede
desearse la muerte del padre y ante sus colegas que puede existir un fantasma e
ese calibre, que a la obra misma que lo excede largamente.
Si el lector
supuesto sigue con cierto detalle los extensos diálogos que se relatan al
principio del texto entre el Staretz Zósimo y uno de los hermanos ( Alexei)
podrá captar como en la Rusia del siglo XIX un autor como Dostoievski puede
armar lo que un siglo más tarde cualquier hijo de veci-na (psicólogo) llamaría “ historia clínica “.
Por cierto con estilo, tan es así que al leerlo se tiene la impresión de
estar en la escena, en esa Rusia de grandes familias, de personajes de la
servidum-bre que dialogaban con sus amos amigable y hasta familiarmente
(famillionariamente) así Freud. Con el agregado de la “puesta en acto del
inconciente”, esto es la transferencia.
El texto va
desplegando desde el inicio el lugar de cada uno de los hermanos, provocando en
el lector una inevitable inclinación hacia uno u otro, así como la figura del
padre es presentada como despreciable de todas las formas posibles.
Entre la frase anterior y esto que escribo
mediaron unos días y mi reencuentro con el texto. Ya no dudo acerca de los
nombres de los tres hijos, ni que el destacado por el autor es el menor, Alexei
– también nombrado Alioscha – al punto que lo ubica desde el inicio como “el
héroe de la historia”.
La condición
miserable del padre a quien se lo describe en una casa cuya parte principal
comparte sólo “ con las ratas “, los servidores viven en un sector separado por
un patio ya que al amo “ le desagradan los olores que se desprenden de las
salsas y demás comestibles durante la preparación”. Esto es, aún en el crudo invierno ruso, el
personal tiene que cruzar el patio para transportar comida o lo que sea de día
y de noche.
Los dos hermanos
mayores que Allioscha si bien al principio tienen un papel en el relato de los
encuentros entre sí y con el padre, pronto pasan a figurar sólo en relación a
sus vínculos y diálogos con Alioscha.
Los tres hermanos habían sido abandonados tempranamente por sus madres,
tanto el mayor, Dimitri, cuya madre desapareció siendo él muy niño, como los
otros dos- Ivan y Alexei- ambos hijos de una segunda mujer de Fiodor Pavlovitch
Karamazov. Criados por Grigori,
descripto como un hombre de alma enorme que se desempeñó como “madre de los
tres”, existió desde el principio entre los hermanos cierta distancia que
combinada con desconfianza, cuando la obra acontece Alexei trata de remediar.
Podemos incluir
ahora una referencia a la angustia evocando a Lacan cuando habla de ella en el
seminario Vl sobre El deseo y su interpretación. Citando al existencialismo,
que la ubica como una experiencia de estar frente a la nada, dice que talvez
eso le quede bien a la filosofía, en cambio Freud hace de la angustia algo muy
concreto y ubicable en una teoría de la comunicación. La angustia convertida en
una señal relativa a experimentar el desamparo. (Hilflosigkeit). Freud nos dice que la angustia se produce
como una señal en el yo sobre la base del desamparo que ella, como señal es
llamada a remediar.
Esa sensación, ese
vacío relativo a la experiencia del desamparo es la que está presente en cada
diálogo de Los hermanos Karamazoff. Por
cierto esto es así cuando no se transita la otra cara que desencadena esa
experiencia, el desborde pasional, la traición, el pasaje al acto. Clima que perfu-ma, humedece todo el texto y
por cierto , como toda obra bien escrita no deja a quien la lee en serio, como
simple espectador, sino que por el contrario ya sea vía identificación con
alguno de los personajes, ya como evocación de una situación semejante en el
propio trayecto, el lector resulta sumergido, alterado en relación al tiempo y
el espacio.
El papel que en la
vida de Alexei le toca a la religión, al Monasterio, a sus extensas charlas con
el Staretz, todo en busca de un límite, en Mitia lo trata de cumplir el
enrolamiento en el ejército.
No nos parece delirante tampoco que la cantidad de
nombres y sobrenombres, apelativos
usados en la trama sean un modo del
autor de ilustrar una familia desbordada y desintegrada a falta de un límite,
inserta en un momento especialmente
crítico de una sociedad que padece los mismos o peores desbordes.
Un suspiro, un
trago y vamos al texto.
III
“ Fiodor Pavlovitch era uno de esos hombres corruptos que,
al mismo tiempo son unos ineptos –tipo extraño pero bastante frecuente- y que
lo único que saben es defender sus intereses. Este pequeño propietario empezó
con casi nada y pronto adquirió fama de pedigüeño. Pero a su muerte poseía unos
cien mil rublos de plata. Esto no le había impedido ser durante toda su vida
uno de los hombres más extravagantes de nuestro distrito. Digo extravagante y
no imbécil porque esta clase de individuos suelen ser inteligentes y astutos. La
suya es una ineptitud específica, nacional. Se casó dos veces y tuvo tres hijos; el
mayor, Dimitri, del primer matrimonio, y los otros dos, Ivan y Alexei, del
segundo. Su primera esposa era de familia noble, los
Miusov, acaudalado propietarios del mismo distrito. ¿Cómo aquella joven, dotada y además
bonita, despierta, de espíritu refinado –ese tipo que tanto abunda entre
nuestras contemporáneas -, había podido casar se con semejante calavera como
llamaban a mi desgraciado personaje ? .
No creo necesario exten derme en largas
explicaciones sobre este punto. Conocí a una joven de la penúltima generación
romántica que, después de sentir durante varios años un amor misterioso por un
caballero con el que podía casarse sin impedimento alguno, se creó ella misma
una serie de obstáculos insuperable para esta unión . Una noche tempestuosa se
arrojó desde un acantilado a un río rápido y profundo Así pereció, víctima de su imaginación,
tan sólo por parecerse a la Ofelia de Shakespeare. …
…” Adelaida Ivanovna no tardó mucho en sentir un gran desprecio hacia su
esposo. En esas circunstancias las desavenencias conyugales no se hicieron
esperar. A pesar de que la familia de la fugitiva aceptó el hecho consumado y
envió su dote a Adelaida Ivanovna, el hogar empezó a ser escenario de continuas riñas y de una vida
desordenada. Se dice que la joven se mostró mucho más noble
y digna que Fiodor Pavlovitch, el cual como se supo más tarde ocultó a su mujer
el capi tal que poseía: veinticinco mil
rublos, de los que ella no oyó nunca hablar.
Además, estuvo mucho tiempo haciendo las necesarias gestiones para que
su mujer le transmitiera en buena y en debida forma un caserío y una hermosa
casa que formaban parte de su dote. Lo
consiguió porque sus peticiones insistentes y desvergonzadas enojaban de tal
modo a su mujer, que esta acabó cedien do por cansancio. Por fortuna, la
familia intervino y puso freno a la rapacidad de Fiodor Pavlovitch.
“ Es conocido el
hecho de que llegaban frecuentemente a las manos, pero se dice que no era
Fiodor Pavlovitch el que daba los golpes, sino Adelaida Ivanovna, mujer morena,
arrebatada, valerosa irascible y dotada de un increíble vigor. Ésta acabó por huir con un estudiante que
se caía de miseria, dejando en brazos de su marido un niño de tres años,
Mitia. El esposo inmedia- tamente
convirtió su casa en un harén y comenzó a organizar toda clase de francachelas. Además comenzó a recorrer la provincia lamentándose
ante el primero que encontraba de la huída de Ade- laida Ivanovna, a lo que añadía una serie de
detalles sorprendentes sobre su vida conyugal.
“… La familia de la mujer se enteró que la desgraciada había
muerto en un tugurio, según unos, a consecuencia de unas fiebres
tifoideas; según otros de hambre. Fiodor Pavlovitch estaba ebrio cuando le
dieron la noticia de la muerte de su esposa, y cuentan que echó a correr por las
calles levantando los brazos al cielo y gritando alborozado : “ Ahora Señor ya no retienes a tu siervo “.
Otros aseguran que lloraba como un niño hasta el punto que daba pena verle, a pesar
de la aver- sión que inspiraba. Es muy
posible que ambas versiones se ajusten a la verdad, es decir, que se alegrase
de su liberación y que llorara a su liberadora. Las personas, incluso las
peores, suelen ser más cándidas, más simples, de lo que suponemos… sin
excluirnos a nosotros.
“ Cualquiera puede
figurarse lo que sería aquel hombre como padre y como educador. Abandonó por
completo al hijo que había tenido con Adelaida Ivanovna, pero no por animosidad
ni por ren- cor contra su esposa,
sino simplemente porque se olvidó de él.
Mientras abrumaba a la gente con sus lágrimas y sus lamentos, hacía de
su casa un lugar de depravación, Grígori, un fiel sirviente se ocupó de Mitia.
“ Después de haberse
desembarazado de Mitia, Fiodor Pavlovitch se casó otra vez. Este matrimo- nio duró ocho años. Su segunda esposa,
joven como la primera, era de otra provincia.
Sofía Ivanov na era hija de un
humilde diácono y había quedado huérfana en su infancia, quedando bajo el
cuidado de una protectora. Fiodor
Pavlovitch pidió su mano, pero fue rechazado cuando se obtu vieron informes de él. Entonces propuso a la
muchacha raptarla , como había hecho con su primer matrimonio. Con toda
seguridad ella se hubiera negado a ser su esposa si hubiese estado mejor
informada acerca de él. Pero eso sucedía en otra provincia. Además, ¿ qué podía
discernir una mu- chacha de dieciseis
años como no fuera que era preferible arrojarse al agua que seguir en casa de
su protectora ?. Es decir que la
infortunada sustituyó a su bienhechora por un bienhechor. Esta vez Fiodor Pavlovitch no recibió ni un
céntimo, pues la generala e enfureció de tal modo, que lo único que le dio fue
su maldición.
Pero Fiodor Pavlovitch no contaba con el dinero de su nueva esposa . La
extraordinaria belleza de la joven, y sobre todo su candor, lo habían
cauti- vado a él, un hombre todo
volptuosidad, que hasta entonces sólo había sido sensible a los atracti- vos
más groseros. “Sus ojos inocentes me taladran el alma” decía con una sonrisa maligna.
“ Pero aquel ser corrompido sólo podía sentir una atracción
de tipo sensual. No tuvo ningún mira- miento con su esposa. Su casa fue escenario de orgías en las que
tomaban parte mujeres de mal vivir . Un detalle digno de mención es que
Grigori, hombre taciturno, estúpido y obstinado, que había odiado a su primera
dueña, se puso de parte de la segunda, discutiendo por ella con su amo de un
modo inadmisible en un doméstico. Un día
llegó a despedir a las doncellas que rondaban a Fiodor Pavlovitch. Andando el tiempo, la desdichada esposa que
había vivido desde su infancia en un perpetuo terror, contrajo una enfermedad
nerviosa corriente entre las lugareñas y que hace que demos a sus víctimas el
calificativo de “endemoniadas”. A veces
la enferma, presa de terribles crisis histéricas, perdía la razón. Sin embargo dio a su marido dos hijos, Iván
que nació un año después de la boda, y Alexei, que vino al mundo tres años más
tarde. Cuando Sofía Ivanovna murió,
Alexei tenía cuatro años, y por extraño que parezca, se acordó toda la vida de
su madre, aunque como a través de un sueño.
Al fallecer Sofía Ivanovna, los
dos niños corrieron la misma suerte que el primero: el padre se olvidó de
ellos, los abandonó por completo y Grígori los llevó a su pabellón. Alli los encontró la vieja generala, la
misma que había educado a la madre. “
…se presentó en casa de Fiodor Pavlovitch. Su visita duró sólo media
hora pero aprovechó el tiempo. Era el atardecer, Fiodor Pavlovitch, al que no
había visto desde hacía ocho años se presentó ante ella en completo estado de
embriaguez. Se cuenta que apenas lo vio
llegar le dio dos sonoras bofetadas y a continuación tres tirones de
flequillo. Hecho esto y sin pronunciar
palabra, se fue al pabellón donde habitaban los niños. Estaban mal vestidos y
sucios, viendo lo cual la irascible dama dio otra bofetada a Grigori y le dijo
que se llevaba a los niños . Tal como
estaban, los envolvió en una manta, los puso en el coche y se marchó. Grigori tomó el bofetón como un sirviente
perfecto y se abstuvo de emitir la menor protesta. Acompañó a la anciana a su
coche y le dijo, inclinándose ante ella profundamente : Dios la recompensará
por su buena acción. –Eres un tonto de
remate- respondió ella a modo de adiós.
“
Después de analizar el asunto, Fiodor Pavlovitch se declaró satisfecho y
enseguida dio su consentimiento en regla para que los niños fueran educados en
casa de la generala. Hecho esto se fue a
la ciudad a jactarse de los bofetones recibidos. Poco tiempo después murió la generala. Dejó
mil rublos a cada niño “ para su instrucción “. …
…” El tercer hijo : Alioscha (recordar que al comienzo dijo
refiriéndose a él “ al iniciar la biografía de mi héroe “). Tenía veinte años
(sus hermanos Ivan y Dimitri 24 y 28 respectivamente)” ( se refiere a las edades al momento de
transitar esta historia). “ Debo
advertir que Alioscha no era en modo
alguno un fanático y ni siquiera a mi entender, un místico. Yo creo que era sencillamente un filántropo
precoz y que si había adoptado la vida monástica era por ser lo único que le
atraía hasta ese momento, y porque representaba para él la ascensión radiante
de su alma liberada de las tinieblas y de los odios de aquí abajo . Aquel camino le atraía únicamente porque
había hallado en él a un ser excepcional a su juicio, el famoso Staretz Zózimo
al que se entregó con ese fervor insaciable de su corazón de novicio. Desde la
cuna se había mostrado como un ser distinto de los demás. Ya he dicho que habiendo perdido a su madre a
los cuatro años, se acordó toda la vida de su rostro y sus caricias como se
recuerda “” los de un ser viviente “”.
Estos recuerdos pueden persistir –todos lo sabemos- aunque procedan de
una edad más temprana, pero son tan sólo como puntos luminosos en las
tinieblas, como fragmentos de un inmenso cuadro desaparecido “ ( Brilla en este lúcido comentario del
autor lo que Freud llamaría años más
tarde, los recuerdos infantiles encubridores ). “ Este era el caso de Alioscha. Se acordaba de un bello atardecer estival
en que por la abierta ventana penetraban los rayos oblicuos del sol
poniente. En un rincón de la estancia
había una imagen con una vela encendida, y ante la imagen estaba su madre
arrodi llada, gimiendo y sollozando
violentamente, como en una crisis de nervios.
La infeliz lo tenía en brazos, lo estrechaba en ellos hasta casi
ahogarlo y rogaba por él a la Santa Virgen.
En un momen- to en que la madre
aflojó el abrazo para acercar al niño a la imagen, el ama aterrada llegó corriendo
y se lo quitó de los brazos.
“ Alioscha se
acordaba del semblante de su madre lleno de sublime exaltación, pero no le
gustaba hablar de ello. En su infancia y en su juventud se mostró concentrado e
incluso taciturno, no por timidez ni por adusta misantropía, sino por una
especie de preocupación interior, tan profunda que lo hacía olvidarse de lo que
lo rodeaba. Sin embargo amaba a sus
semejantes y sin que nadie lo tomara por tonto, tuvo fe en ellos durante toda
su vida. Había en él algo que revela ba
que no quería erigirse en juez de los demás. Incluso parecía admitirlo todo sin
reprobación, aun que a veces con
profunda tristeza. Desde su juventud fue
inaccesible al asombro y al temor. Al cumplir los veinte años en
casa de su padre, donde reinaba el más bajo libertinaje, esta vida se hizo
intolerable para su alma casta y pura, y se retiró en silencio, sin censurar ni
despreciar a nadie Su padre,
especialmente sensible a las ofensas como buen viejo parásito, le había
dispensado una mala acogida. “” Se
calla, pero no por eso deja de pensar mal de mi””, decía. Pero no tardó en abrazarlo y prodigarle sus
caricias. En verdad, eran las suyas
lágrimas y ternuras de borracho, pero era evidente que sentía por él un amor
sincero y profundo que hasta entonces no había sentido por nadie.
..”¿ Qué es un
Staretz ? Un staretz es el que absorbe nuestra alma y nuestra voluntad, y hace
que nos entreguemos a él , obedeciéndole en todo y con absoluta resignación. El
penitente se somete voluntariamente a esta prueba, a este duro aprendizaje, con
la esperanza de conseguir, tras un largo período, tras toda una vida de
obediencia, la libertad ante sí mismo, y
evitar así la suerte de los que viven sin hacer jamás el hallazgo de su propio
ser.”
Una respuesta del
Staretz Zósimo a una señora que lo visitaba para tratar de remediar una
enfermedad de su hija : …” El Staretz
repuso : Eso mismo me dijo hace ya mucho
tiempo un médico amigo mío, hombre inteligente y de edad madura. Se expresaba tan francamente como usted
aunque bromeando con cierta amargura. Me decía : “” Amo a la humanidad en
general, menos cariño me inspiran las personas en particular, individualmente.
Más de una vez he soñado apasionadamente con servir a la humanidad y tal vez
hubiera subido al calvario por mis semejan
tes, si hubiera sido necesario;
pero no puedo vivir dos días seguidos con una persona en la misma
habitación: lo sé por experiencia.
Cuando noto la presencia de alguien cerca de mi, siento limitada mi
libertad y herido mi amor propio. En
veinticuatro horas puedo tomar ojeriza a las personas más excelentes. A una
porque permanece demasiado tiempo en la mesa, a otra porque está acatarrada y
no hace más que estornudar. Apenas me
pongo en contacto con los hombres me siento enemigo de ellos. Sin embargo cuando más detesto al individuo,
más ardiente es mi amor por el conjunto de la humanidad. “”
Es momento de
cerrar las citas de “ Los Hermanos…” no sin antes consignar que el desastre
familiar que concluye con el asesinato del padre, fue anticipado por el Staretz
y entre otros por Rakitine, personaje cercano a la familia. Las sospechas se
fundaban en cuestiones de dinero, pero más aún de mujeres, ya que el hijo mayor
Mitia llegó a enfrentamientos violentos con “ el viejo parásito “ a causa de
una mujer, Gruschenka, que ambos anhelaban
y compartían. ( Aclaro que
las citas escogidas pertenecen
únicamente al primer tomo de la versión consignada.)
Mi plan previo al
compromiso de presentación se orientó hacia el lazo social y lo
sorprendente que me resultó encontrar en esta obra singular el antecedente de
tantas cosas repugnantes ( hay
descripciones que sin este término no terminan de ilustrarse ) que sucederían
hoy entre nosotros.
Dostoievski vivió entre 1821 y 1881 y nos
cuenta acerca de un médico especialista que no puede curar a un hombre enfermo
de los pulmones pues su dolencia afecta al pulmón derecho y él era
“especialista” en pulmón izquierdo. En Rusia
hace 150 años ya reinaba esa farsa de cierta comunidad médica en la que
la especialidad, termina convitiéndolos en ineptos y/o especuladores Queda por señalar, para comentar junto con ustedes si podemos
pensar algo en especial acerca del lazo social en la comunidad analítica y sus
dispositivos institucionales.
Daniel Piasek