lunes, 30 de enero de 2017

PSICOANALIZAR Didier Anzieu Cap 7



























































4 comentarios:

  1. Luis Vicente Miguelez6 de febrero de 2017, 5:28

    Me interesó la idea de análisis interminable. Este puede continuar también por otros medios una vez instalado
    El autoanálisis no es auto-reflexivo. Necesita de un otro que piense en uno
    Ese otro, ¿no es Eso que piensa? No se sabe que es lo que piensa. Ello piensa en uno. Más que suponer un saber sobre uno se supone un pensar más allá del yo. Ello piensa en uno, ¿no sería ésta la manera en que se constituye la transferencia analítica?
    Es decir, la transferencia en análisis instaura un pensar otro, un pensar inconsciente. Escindiendo la auto-reflexión yoica.
    La continuación del análisis por otros medios, ¿no sería lo que Freud denominó per-elaboración? Lo más arduo del trabajo analítico y que se desarrolla en el tiempo más que en el espacio analítico.
    Me ayudó también el texto a afinar la idea, que saben que sostengo, de comunicación de inc. A inc. El inconsciente no es de uno u otro sino que establece entre uno y otro un pensar que no es yoico y que plantea una diferencia radical, inasimilable al sí mismo. Necesario de suponer en ambos para que el analista no se convierta en el que sabe yoicamente. El también no sabe todo lo que piensa. Ni piensa todo lo que sabe
    Voy a seguir el diálogo por este medio. Michi gracias por la sugerencia, si te parece se puede luego transcribirlo integro al blog. Pienso que en la ambigüedad de la expresión "el otro que piensa en uno" está su interés. En el entrecruzamiento de ambos sentidos. En tanto se entraman eso que en mi piensa y que no es del orden consciente y el otro que piensa en mí. Y que piensa sobre lo que digo.
    El asunto que me interesa conversar es que ese supuesto otro que piensa en mí es el motor de la transferencia analítica .
    Es evidente que como bien señala Oscar, debe abstenerse de gozar de uno. Pero lo más importante es que uno reciba las señales de que no goza de uno. Es decir que haga presente en cada momento crucial la abstinencia.
    Lo otro que me interesa debatir es el carácter interminable del análisis una vez instalado.
    La per-elaboración como aquello que perdura en el tiempo y que relanza el momento de concluir en nuevos tiempos de comprender. El final de análisis no es más que la posibilidad de un recomenzar.
    El Espíritu con el que se analiza Anzieu es, en su caso, un buen dispositivo para relanzar la transferencia analítica; él se procura una manera de no hablar solo consigo mismo poniendo en juego un supuesto otro que lo piensa. Abre así nuevamente un dialogo con su inconsciente. Perdón por esta expresión rudimentaria, pero no encuentro aun otra mejor.

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  2. Comentario a Didier Anzieu
    Mi predisposición generalmente favorable a las exploraciones de ideas nuevas o senderos desusados tropieza en este caso con dos obstáculos que trataré de despejar brevemente.
    1°Obstaculo.
    Anzie se propone contribuir al método del autoanálisis. Lo llama así y lo fundamenta extensamente en el uso que le dio Freud a ese vocablo. (principalmente en las cartas a Fliess). Esa referencia es correcta pero tendenciosa, ya que omite que en ese mismo cuerpo de reflexiones comunicadas íntimamente y sin aparente intención de publicación el término autoanálisis es casi una boutade, una nomenclatura entre jocosa y paródica del método clínico al que está dándole forma. Pero sobre todo, porque un poco más abajo (carta 75) concluye: “el autoanálisis es, en realidad, imposible, pues de lo contrario no existiría la enfermedad” porque “Sólo puedo analizarme a mí mismo mediante las nociones adquiridas objetivamente (como si fuese un extraño)” y “Como tropiezo todavía con enigmas en mis pacientes, ello también debe retardar por fuerza mi autoanálisis.” (una temprana indicación del psicoanálisis como método de investigación y del autoanálisis como fruto posterior y potencial de un análisis). Conclusión: un autoanálisis viene después de un análisis.
    El buen ejercicio de la crítica supone abstenerse de analizar un texto por lo que no dice y ser prudente en la aportación de otros documentos con los que a lo sumo podemos lograr una intertextualidad. Pero aquí (se verá luego por qué) lo omitido es el núcleo del problema.
    En este caso nos encontramos con la comunicación de una experiencia personal expuesta públicamente y con la expectativa de ser juzgada en forma autónoma, es decir, silenciando otros aspectos conocidos del autor que podrían contribuir a dar inteligibilidad a lo relatado y su circunstancia.
    El relato sitúa a un personaje central afectado y una coprotagonista de la experiencia (la mujer dispuesta a pensar en él noche a noche) como una persona sin interés particular, sin nombre, sin rostro y sin voz. Se nos abre la posibilidad de plantear algunas conjeturas.
    Según diversas fuentes (Roudinescu, Jane Alouch) Anzieu se analizó cuatro años con Lacan. Ese análisis terminó en muy malos modos cuando descubrió(?) que: Aimeé (la ya famosa tesis de Lacan era Margarite Anzieu, su madre y a la vez ama de llaves de la casa de campo de la familia Lacan(¡!) (ni Migré se hubiera animado a tanto)
    El reproche de Anzieu fue que Lacan lo sabía y omitió decírselo al tomarlo en análisis.
    Anzieu lo omite a Lacan en su autoanálisis y se fabrica un analista deseado: mudo y que solamente piense en él. Un Lacan amordazado. (la imagen del Pensador de Rodin es una fantástica síntesis de la ambivalencia en juego: en bronce y desnudo)
    Si esta conjetura tiene algo de cierto, o por lo menos de verosimilitud, el relato que nos presenta es la experiencia de una posible elaboración a posteriori de un nudo transferencial que no pudo desatarse de otro modo.
    Y ese es su valor.

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  3. primera continuacion

    2°Obstaculo
    La formula “alguien que piensa en uno” que propone subrayar Luis Miguelez en el texto de Anzieu y que ya expresé que me resulta ambigua.
    Propongo tomarla y trabajar para desambiguarla
    Por empezar me produce obstáculo por el sentido personalista del término “alguien”.
    A continuación convendría hacer precisión sobre el término “piensa”
    Y con el “en uno” podríamos estar toda la tarde.
    Empiezo por distinguir ambiguo (un término u oración con sentidos distintos indistinguibles) de paradojal (esos sentidos son distinguibles pero indisociables) ya que la afirmación de uno no se sostiene sin el otro)
    El psicoanálisis requiere muchas definiciones de formato paradojal
    Una de ellas es que es el trabajo de uno hecho de a dos. Ya conocemos la aporía que son las salidas que afirman como definitivo uno u otro modo: soliloquio o intersubjetividad. Nos tenemos que resignar al carácter anfipático de nuestra experiencia (anfipático: quim. Sustancias con dos comportamientos distintos según el medio en que estén) A veces es de una manera, a veces es de la otra.
    Decir que “alguien piense en uno” precipita un sentido interpersonal del análisis y parece contradictorio con la dirección de la cura que en muchos casos va en rumbo a mitigar la importancia de ese acompañante molesto y persecutorio que siempre “piensa en uno”. El paranoico nunca está solo.
    Aún así. Está bueno que alguien “piense en uno”, pero los neuróticos pagan precios muy altos por lograr que piense “bien”.
    En un sentido similar propongo desglosar el concepto “piensa”. Desde Aristóteles para acá la filosofía y la psicología se han embarcado en definirlo, o aunque más no sea, localizarlo. Creo que coincidimos en que esas definiciones son inadecuadas o insuficientes para una teoría que contemple los fenómenos que descubrimos en la práctica.
    El Diccionario de Laplanche y Pontalis no lo selecciona como concepto y eso que pareciera que Freud habla de pensamientos (el producto de la acción de pensar) todo el tiempo.
    No tengo una lectura tan exhaustiva de Lacan. Entiendo que hizo un aporte fundamental en el problema de la localización o mejor dicho de la deslocalización del pensar. “pienso donde no soy, soy donde no pienso”. Y del pensar en otra disyunción signada por la negación. Inconciente =no pienso. ¿no hay pensamientos inconcientes? Seguramente que sí, pero ¿ son míos?. Entonces ¿de quien? Ya puntualicé la dificultad de personalizarlo o de despersonalizarlo. Se podría decir más. Estoy invitando.
    Pero por el momento avanzo en la dirección de la pregunta ¿qué es pensar?
    Sigo recurriendo al Proyecto porque allí el aparato psíquico está tan esquelético que podemos ver nítidamente sus huesos y sus articulaciones.
    La actividad cogitativa está representada por el recorrido de la cantidad neuronal en su forma inhibida por las vías formadas entre las neuronas asociadas (proceso secundario). Los distintos tipos de pensamiento (reproductivo o cognoscitivo) tienen algo común: parten de la percepción sobrante y se orientan hacia la huella mnémica faltante. Su comienzo es esa diferencia y su fin es la identidad. Sus caminos varían. Recorrerlos excede este comentario.
    Retengo esto: para Freud pensar es recorrer huellas mnémicas orientadas hacia el objeto faltante, o sea, pensar (según la teoría de la falta de objeto) puede ser infinito. Supone un funcionamiento bajo las condiciones del proceso secundario con la eventualidad de una descarga cuando aparezca el objeto. O sea, nunca.
    Por suerte existen los semblantes. Si no, no podríamos salir de las obsesiones. Sus límites contingentes están entre la alucinación (el más frustrante de los atajos) y el reconocimiento de la falta de objeto (¿fin definitivo o provisorio? ¿análisis terminable o interminable?)
    ¿No será hora de darle unas merecidas vacaciones a “pensar”?
    Así lo hemos discutido muchas veces al proponer la centralidad del concepto experiencia que tercia entre pensar-hablar descompletando a ambos y permite distanciar al psicoanálisis de una actividad “intelectual”.

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  4. Conclusión:
    Despejar estos dos obstáculos tiene el propósito de resaltar el extremo activo y fructífero de la propuesta de Luis Miguelez con el disparador del texto de Anzieu y su puntuación.
    El autoanálisis, el pensar otro (que no es otro que piensa sino otro modo de pensar), el dialogo interiorizado con el analista ausente o la herramienta de la per-elaboración circunscriben un fenómeno no tan transitado últimamente (ver Masud Kan y el estado de barbecho) que son incumbencia del psicoanálisis y que requieren atención y conceptualización.
    Como sucede muchas veces, son hechos tan evidentes que pasan desapercibidos.
    El hecho que un tratamiento se organice en sesiones discretas, es decir, separadas entre sí pero tampoco distanciadas o independientes una de las otras. Con analista y sin. El contrapunto posible entre inside (se dice revelación!) y per-elaboracion. Lo rotundo y lo a posteriori. El pensar otro como errancia, lo más parecido posible al divague, la ensoñación, lo fundamental de la regla. El asedio amistoso al proceso primario. O dejarse tomar por él. El otro cualquiera (Agamben) que sin saber que sabe nos da en el clavo. Lo menos pensado. Lo que el psicoanálisis inaugura y lo que aprovecha de lo que hay en estado silvestre, sin ir más lejos la transferencia. El analisis avanzando con ritmo pulsante.
    Podríamos reunirlos bajo el nombre del psicoanálisis por otros medios pero a la espera de una denominación mejor

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