jueves, 23 de junio de 2016

Las (de)posiciones de los analistas(todos cometemos errores)                     
                                  Luis Michi

                                                                
                                                              “en el futuro se reirán de nosotros” J. Lacan. Seminario 25

Ese futuro ya llegó. Es más, siempre estuvo  allí. ¿Dónde? En los detractores y en nuestros amigos lúcidos, los humoristas.
Ambos se ríen de nosotros. Pero hay una importante diferencia.  Unos intentan descalificarnos. Se burlan. Otros nos advierten mostrándonos en el espejo nuestra caricatura. Lo ridículo de algún gesto, de alguna posición que deviene en pose.(1)
Este texto me llevó 10 minutos pensar lo que quería decir y dos años para encontrar el tono en el que podía ser dicho. Y cuando empecé a escribir ya no tenía tan claro lo que quería decir. El punto de partida fue el brindis de fin de año en Debate hace tres veranos .  En ese brindis se evocó a un pensamiento de Hannah Arent que ponía en tensión la verdad y la amistad  y optaba por esta última. El tema venía a cuento para festejar nuestra amistad y retomar el concepto del analista como una presencia amiga. Imprescindible recordarlo cuando escuchamos algunos análisis que transcurren con un analista en un silencio de páramo desolador, apropiado para producir hospitalismo o marasmo.  O donde se confunde prescindencia con displicencia. La abstinencia con la deprivación afectiva. Lo persecutorio se enseñorea.
En aquel momento balbuceé que no estaba del todo de acuerdo. Verán que con el paso del tiempo sigo balbuceando.
La objeción es que me opongo  a sacrificar la verdad.
 Si lo que se señala es lo inconducente de la enunciación de una verdad sin amistad (con lo que estoy de acuerdo), igualmente inconducente es ampararse en la amistad y dejar la verdad de lado. (con lo que discrepo)
Si la primera exclusión (verdad sin amistad) funciona como una denuncia, (2)la segunda lleva a la complicidad.
Creo que conviene rehusar esas opciones y trabajar en un espacio de mediación, amigar al sujeto con la verdad. Su verdad. La verdad singular que surge.  Ni lo dejamos en la estacada, ni lo invitamos a que mire para otro lado. Esa revelación la recolectamos, la indicamos o la subrayamos y ofrecemos una presencia amistosa si hay que pasar el trago amargo.
El interrogante que me guía  es cómo jugar en un clima amistoso algo en relación a la verdad.
Despejemos algo. Planteado de este modo se puede dar lugar a una confusión. Al  centrarme en lo que hace o deja de hacer un analista podría colarse el error de subjetivarlo. Error del que costó mucho salir: tomar al análisis como una relación intersubjetiva. Pero aun en la perspectiva que en el análisis hay un solo sujeto - el sujeto en análisis- sostengo la paradoja de que  es un trabajo de uno hecho de a dos. Es decir, lo que dice o hace un analista forma parte de ese discurso único. Lo que calla también. O más, porque otorga.
En todo caso, como no podría ser de otro modo, su palabra o su silencio dice más de lo que quiere decir. Lo sitúa. Evidencia su posición.
Esa posición es uno de los determinantes de la mayor o menor eficacia de una intervención.
Porque funciona  como punto de apoyo al brazo de palanca que da o quita eficacia.
Como enseñan en las artes marciales, el golpe certero arranca desde el pie. Dónde y cómo estés parado determina la justeza y la potencia. También vale para la caricia. O para la palabra.
¿Podrá buscarse allí –por ejemplo- la diferencia entre la caricia y el abuso deshonesto?
¿Posición acertada, posición errada? ¿Con respecto a qué?  Depende de cual sea el sistema de referencia para juzgarla.
Sintéticamente:  En relación al esquema “L”, Lacan advierte que la posición  del analista no se ubica en el eje a-a’, como propia de la relación especular sino en una relación de través entre S-A.
Más adelante tomará como referencia de la posición al deseo y al acto analítico, el lugar del analista no es ya ni el del S ni el del Otro (ya ambos tachados): el lugar del analista es el del objeto a.
Se la considera entonces en relación a lo que se llama lo real. Es real incluso si es abstracta dado que la neutralidad del analista es la subversión misma del sentido, a saber esa aspiración “no hacia lo real sino por lo real”.
No entiendo mucho todo esto, o mejor dicho, nunca termino de saber si lo que entendí es lo que quieren decir con esto.(3) Muchas veces cuando leo estas cosas o escucho a dos lacanianos discutir me siento un analista con capacidades diferentes.
 Hasta donde alcanzo: cuando se habla de la neutralidad del analista, se dice que su posición es UNA. Implica entre otras cosas poner entre paréntesis la relación imaginaria (el eje a-a’.) y correlativamente desprenderse de la ilusión de dar sentido.
Tal vez si tomara este consejo me evitaría muchos dolores de cabeza. Deducir de principios generales la pertinencia de tal o cual actitud siempre resulta prudente y tranquilizador.
Carezco de ese don y soy rebelde por naturaleza. Lo que me queda de los maestros son sus gestos fundantes de ruptura con sus maestros. Pocas veces me resulta apropiado recorrer los caminos ya transitados por otros. Mi práctica es mi creación, aunque innumerables veces me encuentro reinventando la pólvora.
Me he encontrado con que transito el camino partiendo desde el otro lugar. Es decir, el que va desde mi labor cotidiana hacia la objetivación de mi manera de trabajar.  Y siempre está inconcluso. Este escrito es un pequeño paso en él.
Pasa por reconocer a la relación yo a yo,  que aunque  no es resorte en la curación sigue siendo un convidado de piedra en el proceso. Al que  conviene no desatender. Cuando se lo intenta suprimir, el intruso es la teoría.
Esto supone un desdoblamiento de mi persona (no encuentro mejor manera de decirlo) y define mi  posición como dual. Una de ellas: solo oyente, la otra como el lugar que ocupo en la escena transferencial. En la cual tiene  importancia entender lo que me están contando,  tomar una posición o abandonarla cuando se vuelve un obstáculo.
Ambos posicionamientos no son opuestos, pero no siempre coinciden.
Me doy cuenta que esa forma no es muy ortodoxa o si lo es, no es la más transitada en lo que se transmite.  ¿Serán perimidas, desviadas  u obviedades?
Escucho y en la atención flotante presto mi cuerpo a la imaginación de la escena que se va construyendo,  la vivo y eso  me da la ubicación que tendrá mi intervención. O sea, me identifico para entender y a continuación me desidentifico para intervenir en un sentido que haga caer el desconocimiento.
¿Escenas familiares encuadradas en el Edipo?  A veces.  Hoy día su develamiento no escandaliza a casi nadie. Da tela para el humorismo. ¿Por qué limitarse a ese relato que ya no conmueve?  El fantasma más angustiante que puede tener un porteño ya no es el horror al incesto. Mucho peor le  es descubrirse como “es el único pelotudo” que paga Bienes Personales. La maldad tiene atenuantes, la estupidez es imperdonable.
Escenas amistosas que siguen el curso de la transferencia amable, que no están exentas de sentido sino plenas y que por el contrario a lo que recomienda la cátedra, intervengo produciendo un exceso de sentido, provocando  la actualización en la transferencia de la palabra no dicha. Hasta que esas escenas caen, en lo posible con humor, y en las que avanzamos en un rumbo de simplificación del trabajo que se toman para gozar. Una escena frecuente toma la forma de decirle a un amigo que está equivocado.
Imaginario! Escucho que me gritan desde el fondo. Contesto: RSI, imposible de aislar en el acto, lo diseccionamos en el análisis posterior.
El posicionamiento con respecto a la escena sigue el discurso todo puntualmente que pueda. Acompaña desde cerca. Es micro.
El primer título que pensé para este escrito era “la posición del analista” y estaba pontificando. A poco andar me percaté que de lo quería hablar no era de lo uno sino de lo múltiple, del registro donde se juega “una” posición entre varias. De un analista entre varios. De presentar un estilo. Y una dinámica que juega “entre”, con aciertos y errores,…. Suele decirse que el optimista se equivoca más que el pesimista.  Debo ser muy optimista porque me equivoco seguido.
Intervenir de este modo me expone al error. Pero no intervenir no nos pone a salvo porque desde el momento que el discurso se dirige a nosotros  ya estamos adentro de la escena y el asunto es cómo salirse de ella. ¿Un error por exceso?  Lo prefiero. Por varios motivos, entre ellos  una observación  epidemiológica.
 Desde la década del 90 para acá se habla de la prevalencia de las patologías del vacío. Algunos niegan que haya alguna diferencia con el paso de las épocas. Creo que ambas opiniones tienen algo de razón. No es nuevo, pero es distinto.  Lo que vengo registrando es menos inhibición y más tendencia al acting y una epidemia de soledad. Ya no se trata tanto de darle soltura al deseo sino de enlazarlo a algún ideal que regule.  Es cada vez más difícil conseguir madres sobreprotectoras o padres severos .  Un analista silencioso o apocado no hace diferencia.
Quedará para otra vez la idea de recorrer el lugar del error en el avance del saber. Copérnico es un buen ejemplo de un acierto con un error mechado. Y más aún la enseñanza de Freud y su insobornable honestidad  intelectual que permite seguirlo en sus tanteos. Ensayos y…No solo en la refutación que hacen las histéricas de su teoría traumática sino en aquello que él mismo entendió como tan erróneo que no lo publicó, como es el caso  del Proyecto . Error duplicado porque lo que consideró erróneo es lo que estaba más cerca del acierto. Y lo que consideró acertado lo hizo insistir en el error en La interpretación de los sueños cambiándole el  ropaje.
Cambiar neuronas por representaciones, o representaciones por significantes erra si pretendemos que “ahora sí” hemos dado en el blanco.
Y enlazo esa metáfora del ropaje con el texto que me insiste desde el primer momento que empecé a pensar en todo esto. Se me hizo presente el relato del manto del emperador que transparenta su desnudez. Con la angustiante sensación de que todo lo que pudiera escribir ya  estaba escrito. Pero veo que está centrado en el emperador, en el narcisismo que lo entrampa. En su fatuidad.
Me salió al encuentro una cuestión literaria y cultural muy actual. Cuando uno googlea “manto del emperador” lo que aparece en primer lugar es el cuento de Andersen que formó parte de la exposición de Luis Miguelez. Que le dio un nuevo sentido a propósito del caso clínico que nos compartió.
Como en una expedición arqueológica lo más antiguo viene después. En este caso el texto del siglo XIV del Infante Juan Manuel. “El conde Lucanor”. Delicioso dialogo entre el conde y  Patronio, su consejero. Sin duda el más transitado es el cuento 32 “Lo que sucedió a un rey con los burladores que hicieron el paño.” Pero hay otros.
La impresión es que Andersen lo tomó como inspiración para su cuento y le hizo algunas torsiones.
La trama es igual (rey, bribones, tela, engaño) pero hay algunas diferencias muy significativas.
Las enumero brevemente:
El texto medieval es un tratado de política construido con el recurso del dialogo.
En este caso, el conde consulta a su consejero sobre qué hacer con una persona que le prometió un asunto muy ventajoso pero que tenía que ser secreto y no podía contarse a nadie. Patronio le contesta contándole este cuento.
Los bribones  convencen al rey sobre la tela maravillosa que solo ven los que conocen a su padre. Este acepta con la intención de descubrir quiénes eran hijos verdaderos y quienes no y quedarse con sus bienes. Lo que se dice: todo un estadista
Y además es una incongruencia, porque se trata de los que ven o no ven y no de los que van a ser vistos (descubiertos) por otro.
El rey  que no puede decir que no ve el manto ficticio porque caería su legitimidad. La corte que acompaña el engaño por la conveniencia de cada uno. Una verdadera conspiración para callar que no ven. Es tácita. Ese silencio no es una ficción compartida, es un disimulo mutuamente conveniente.
Y me encontré una perlita, que viene muy a cuento de lo que quiero transmitir:
El que habla y desenmascara la complicidad no es un niño. Es el palafrenero.
¿Qué es un palafrenero?
Es un criado que lleva el caballo del señor sujetando los frenos. Es menos que un escudero que lleva las armas.
Para colmo, el relato (muy seco de descripciones) se encarga de aclararnos que es negro. Solo le falta avisarnos que es tullido y picado de viruela para redondear lo desagradable y subalterno.  La personificación de la exclusión.
Se dirige al rey con estas palabras: : «Señor, a mí me da lo mismo que me tengáis por hijo de mi padre o de otro cualquiera, y por eso os digo que o yo soy ciego, o vais desnudo».
Permítanme subrayar algo:
Lo primero que me  llamó la atención es la valentía no exenta de cuidado y la familiaridad con la que habla con el rey. A pesar del  rango  es una licencia que a veces se toman los sirvientes íntimos. Le habla con respeto pero como amigo, como un caddy con el jugador de golf, como el petisero con el polista. Como el nepalés con el europeo que sube con él al Himalaya. Además uno cobra y el otro paga. Lo que mantiene la diferencia.
No lo denuncia, no lo anatematiza. No le habla a los terceros que allí pueden estar o no. Le habla a él. Lo trata de reconciliar con la verdad desnuda.
La primera reacción del rey es enojarse, pero expuesto a este fiel criado luego empieza a escuchar a los demás que se animan a decir lo mismo. Y hasta ahí el cuento. Y luego la moraleja política:
“A quien te aconseja encubrirte de tus amigos más le gusta engañarte que los higos”
En  ese lugar de parafrenero se ubica Patronio para darle este consejo al conde
Decir la verdad y arriesgar la amistad (y la cabeza)tratando de conservarla.(a ambas)

A  esto quería llegar. La verdad en boca del ilegitimo, del bastardo, del que no conoce a su padre. Del último orejón. Un nadie. Su testimonio se asienta en la arena movediza de ser “el que no tiene nada que perder”. Porque no tiene nada. Nada más que su palabra y su disposición al semejante. (4)
Y no es poco.
Esa verdad se puede decir así, amistosamente. Al ras del piso, sin pedestal para nadie.
Que violento que suena (y después irrisorio) lo contrario: vos pavoneas una legitimidad dudosa, te lo digo yo que soy un analizado de un analizado del Maestro. Genealogías hay a montones.
Acá venia otra digresión  por Foucault y el concepto de parresia  ¿Cuál testimonio es obligadamente verdadero? En la antigüedad en los señores, en la modernidad  Gramsci  traslada esa enteresa  a las clases subalternas. Quedará para otra vez. Este texto del siglo XIV puede ilustrar un punto de viraje. Los señores privilegian su conveniencia y tienen la verdad depositada en las Bahamas.
La voz de lo excluido. ¿Posición del analista?  Si y no. Cuando empecé a escribir pensé que sí. Que esta era “la” posición. Ahora pienso que esa es la condición de posibilidad que habilita a que su posición sea cualquiera“. Que son varias, múltiples.  Dice Freud : “ a veces padre, consejero, educador” (ya estaba avisado que estaba inventando la pólvora) pero agreguemos: a veces puta, a veces hijo de ídem. A veces amigo.
Que la cuestión es la fluidez con que vamos pasando de una a otra ( de A a a?)
 Para hacer con esa sucesión de posiciones una línea de puntos. Una trayectoria. Una de ellas es  pasar de ser “un analista” a ser “mi analista” para resultar finalmente un resto como “ese analista”
Trayecto con un rumbo general previsible e inevitablemente duro de descenso y que requiere la habilidad para el aterrizaje suave sin precipitarse de una y sin intentar sostenerse más allá de lo que el discurso le permite.
Si no sabemos volar,  por lo menos caemos con gracia como Buzz lightyear.
¿Cuál es la importancia de esta precaución? Que cuida la relación. La conserva. La valora.
En este tiempo de salvajismo la ternura es un acto revolucionario (Ulloa)
El analista usa una herramienta que de ida corta y de vuelta cura. ¿Cuida el lazo social? En el sentido más simple, que el analizado todavía tenga ganas de seguir hablando con él.
Voy a contar un pequeño fragmento. No doy muchas referencias de la paciente con la que tengo este intercambio de whatsapp. Porque no hago foco en caracterizarla y porque no voy a hablar de ella, de lo que le pasa, de lo que la trae a la consulta. Voy a centrarme en lo que dice. Lo hago exprofeso porque quiero focalizar en lo que llamo error y sus vicisitudes y lo demás actuaría como distractor. Por lo que conozco todos aquí tenemos avidez clínica y cuando aparece un texto de un paciente nos zambullimos como pirañas

Whatsapp
-Hola Luis, cómo estás? Hoy no puedo ir
-hola, yo estoy bien, vos?
- yo también! Pero la nana me escribió que no viene, no tengo con quien dejar a mis hijitos.
-eso es un problema. Gracias por avisar. Nos vemos
-me suena a ironía. Bue… nos vemos! abrazo
-valoro la sinceridad de tu asociación. Veo que seguís trabajando en tu análisis a pesar de los problemas circunstanciales
-eso intento

Detecto dos errores. Uds. podrás señalar otros más. Un amigo bastante mordaz me dice que el error es que yo me dedique a esto.
1ro error técnico elemental. Introducir la palabra “problema “como un juicio de existencia sobre algo que excede mi capacidad y mi función. ¿Qué sé yo si eso es un problema?  No está en el discurso de la paciente.
Error habitual. La mayor parte de las veces es sin consecuencias, pero siempre potencialmente perturbador.
Por eso tratamos de ser prudentes en el uso de las palabras. Las medimos. Pero toda medida tiene un margen de error.
Pero además me doy por aludido en su expresión (sería más  cómodo atribuirle la ironía al destino) y eso me lleva al
2do la respuesta de la paciente me pone en claro un error más grosero: el error de posición
El exceso amistoso queda refutado ¿dónde? “me suena a ironía” ¿cómo? De la manera más amistosa posible: también “me suena a ironía”
Pero hay algo más. La paciente A- SO- CIA! Nuevamente “me suena”
Y entiendo que me convoca a volver al juego que le propuse ¿dale que vos me contás todo lo que pasa por tu mente y yo te escucho?
Y de paso, muy amablemente, me señala la posición que estoy jugando en la transferencia.
En lenguaje policial, estoy masculino.
Recorté este fragmento porque me resultó ilustrativo del momento en que un analizante toma a su cuidado el espacio de trabajo cuando el que se supone analista (como dicen los adolescentes) está en cualquiera. En forma amistosa me marca los puntos. Me despabila.  Me enseña el camino que me trajo hoy hasta acá. Para decir que los análisis avanzan muchas veces con la colaboración inestimable del analista y otras veces a pesar de él. Y que se interrumpe el dialogo con el analista cuando el error es tan insoportable que se disuelve el sortilegio de la transferencia.

¿Habrá algún amigo que me diga en qué me equivoco?

                                                                                                  Junio 2016


 (1)El humor tiene un borde: La burla. Cuyo resorte es la renegación. Reírse de sí mismo no  es lo mismo que reírse de otro. Volveré sobre ello.
(2) Es de actualidad el problema del discurso político centrado en la denuncia, acción de prensa que demuestra su eficacia para llegar al poder.
(3) El discurso hegemónico se apoya en la polisemia de sus enunciados.
 (4)Encuentro preferible la imagen del excluido a la del niño. El “niño” tan usada en el psicoanálisis y con resultados tan extraviantes da lugar a una polisemia. Inocente. Vulnerable. Jugador. Deja abierto un futuro de crecimiento y realización de lo que está en potencia. El último de los males que nos reserva Pandora:  La esperanza!
En todo caso, el niño del psicoanálisis es un niño sin ingenuidad, sin romanticismo, un perverso polimorfo. A veces chiquilin de Bachin, a veces el  Juanito de Berni, a veces Jaimito. Un enano que nunca crecerá. En cambio, el excluido tiene la infancia perdida y el futuro no le promete nada.


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